Una Corte conservadora

La muerte de la jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos, Ruth Bader Ginsburg, es una pérdida para los defensores de Derechos Humanos, las mujeres y la humanidad entera. Obituarios se han escrito ya muchos y, sin duda, mejores de los que yo sería capaz de escribir.

Por ello, más que lamentar su partida, prefiero enfocarme en las heridas que abre su sustitución y los riesgos que implica para el equilibrio de poder de la Corte.

Cuando en 2016 falleció el conservador juez Scalia le correspondía al todavía presidente Obama proponer a un sustituto. Sin embargo, en contra de los usos, el líder de la mayoría republicana de la Cámara alta, Mitch McConnell, se encargo de frenar cualquier propuesta que viniera de la Casa Blanca. En ese momento, McConnell argumentó que el nombramiento correspondería al próximo presidente electo.

Cuatro años más tarde, los mismos republicanos vuelven a alterar las reglas de la democracia e insisten en nombrar al sustituto de la juez Bader Ginsburg a 88 días de las elecciones.

Esta designación ha de preocuparnos por, al menos, tres razones. La primera es que Trump habría nombrado a tres jueces durante su mandato haciendo que la Corte sea la más tradicional de la que tenemos noticia. Los nombramientos de Gorsuch y de Kavanaugh, éste último sobre todo, comprometían la objetividad de la Corte, inclinando la balanza hacia las visiones más conservadoras de la justicia. La proporción entre los jueces quedaría seis a nueve: seis jueces católicos practicantes frente a tres jueces liberales. Esto, por sí mismo, es indeseable si queremos tener una sociedad plural e inclusiva.

La segunda es que los nombres que suenan para sustituir a Ruth Bader Ginsburg son preocupantes. Trump ha mencionado a Ted Cruz y a Tom Cotton, ambos republicanos de perfil ultraconservador. Sin embargo, en los últimos días ha sonado el nombre de la jueza Amy Coney Barrett, una abogada con un perfil cercano al del fallecido juez Scalia.

La profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Notre Dame ha apoyado el derecho de delincuentes no violentos a poseer armas y ha sido una entusiasta defensora de las políticas antimigrantes de Trump. Respecto a los temas difíciles, aborto y eutanasia, Barrett ha dicho que los jueces católicos deberían poder excusarse de atender dichos asuntos; asimismo, ha dudado de la relevancia histórica de la sentencia Joe vs. Wade.

En otros términos, Barrett haría que la Corte desandara los logros de su predecesora; por eso mismo, Trump reservó su nominación para mermar el espíritu y el legado de la jueza Ginsburg.

Finalmente, más preocupante aún, es el bajísimo rasero moral del Partido Republicano; en los días de la pesadilla trumpiana se han encargado de hacer trastocar los acuerdos, romper las reglas y mostrar ningún respeto por los ciudadanos que piensan y votan diferente, y así es imposible lograr un mínimo de armonía social.

Mucho me temo que el legado de Trump se solidificará con esta designación. Una lástima.

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