Trump: un peligro para el mundo

Las teorías conspiracionistas son un subterfugio de la razón para ahorrarse el esfuerzo por encontrar mejores explicaciones a los fenómenos. Sin duda, es más fácil creer que argumentar, intuir que pensar; pero estas formas seudoexplicativas han mostrado ser peligrosas, tanto en grupos grandes como pequeños.

Aunque diferentes, existe un patrón entre los trágicos años de la Segunda Guerra Mundial o en las masacres de Waco, Texas, y el desafortunado advenimiento de QAnon, la secta conspiracionista que ejecutó la toma del Capitolio incitada por Trump.

Hay, al menos, cuatro elementos que comparten:

1. Crear un enemigo en común a partir de una idea que sea irrechazable; por ejemplo, es difícil que estar de acuerdo con la pederastia por lo que la piedra filosofal de QAnon es ésa: son un grupo de personas que está enfrentando a la terrible mafia de la pederastia mundial. Hasta ahí, todo suena razonable. Lo que no queda claro es ¿por qué? ¿cómo? ¿con qué estrategias? ¿cuáles son las pruebas? ¿qué retos hay que enfrentar? ¿por qué desestimar las vías legales? Y un largo etcétera que es descartado por la fe ciega en Q, el grandioso guía, que es el segundo elemento.

2. La figura del líder carismático, tan estudiada por Max Weber, juega un papel fundamental para las teorías conspiracionistas que proclaman que sólo hay un hombre y un camino para resolver el problema fundacional, y todos los demás que vayan apareciendo en el camino. Así, solamente Donald Trump puede recuperar la grandeza de América; otro posible ejemplo sería decir que hay un solo partido que puede acabar con la corrupción. Dudar del líder carismático es blasfemar y así aparece el tercer elemento.

3.El pensamiento mágico se inserta con derivaciones religiosas —estar en contra del aborto, ser evangélicos, odiar a los judíos— o paranormales —Dios ilumina al líder, los extraterrestres vendrán a ayudarnos— que dan garantías de infalibilidad a las ocurrencias y despropósitos del movimiento. Así, los hechos dejan de ser importantes y son sustituidos por discursos fantasiosos sonorizados con voces del más allá. Expresiones de este elemento serían: “contar con la bendición de la Pacha Mama” o autoproclamarse como “la voz del pueblo”.

4. Finalmente, el movimiento busca recuperar “la gloria pasada”; para conseguirlo, lucra con los resentimientos profundos mediante propaganda y discursos de odio.

Estos cuatro elementos son suficientes para crear inestabilidad política y social, pues renuncian a la verdad, a la razón, el diálogo y las leyes. Al hacerlo, rechazan las reglas del juego democrático, aunque “se disfracen de representatividad”. Manipular no es, en ningún escenario, una moneda de la democracia.

En ese sentido, la historia nos demuestra los riesgos y los abusos que implican las teorías de la conspiración y sus peligrosos usos electorales y políticos. Destituir a Donald Trump es, entonces, la única respuesta democrática.

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