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El “caballo de Troya” del Cobro Digital (CoDi)

Ayer el subsecretario de Hacienda y Crédito Público, Arturo Herrera, anunció que con el propósito de impulsar la inclusión financiera y reducir el uso de efectivo, a partir del 1 de abril lanzarán tres pruebas piloto de la plataforma de cobros digitales “CoDi”, junto con los bancos y el sector privado en general.

Estas pruebas tardarán entre tres y cuatro meses. En una de ellas, van a seleccionar un programa de gobierno que será operado en alguna zona específica del país exclusivamente mediante la banca digital, y dirigido a los jóvenes, el grupo de edad más familiarizado con el uso de estas tecnologías en sus teléfonos inteligentes.

En un segundo programa se seleccionará una ciudad de 150 mil habitantes y se van a enfocar en la “cultura financiera” de esa localidad (cualquier cosa que ello signifique para la SHCP). En la tercera prueba seleccionarán una población pequeña donde no haya bancos, para introducir la banca digital.

En México el efectivo representa todavía hasta el 90 por ciento de las transacciones cotidianas.

El CoDi es una plataforma que se usa mediante una aplicación de celular o tablet, que permite realizar, sin costo para el usuario y el negocio receptor, pagos electrónicos de hasta 8 mil pesos, de manera inmediata a través de internet o de banca móvil, utilizando los famosos códigos QR y tecnologías NFC para pagos mediante proximidad. Se espera que para septiembre próximo ya esté operando en todo el país.

Ahora, ¿por qué se quiere minimizar el uso de efectivo? Por lo que nos dicen siempre: para “combatir” delitos como la evasión fiscal, el lavado de dinero, y además, para “contribuir” a la formalidad de la economía y a la bancarización de los mexicanos. Suena bien. Pero… es un señuelo.

En realidad, el CoDi no es más que la más reciente versión de un “caballo de Troya” que -en caso de masrificarse y/o de volverse en algún momento obligatorio- se convertiría en el arma perfecta, el sueño dorado del Estado policíaco.

En el mundo del dinero digital “oficial”, no hay transacción, por pequeña que sea, que goce de confidencialidad.

Si bien es cierto que hay criminales que cometen ilícitos y que usan el dinero en efectivo para eludir el ratreo, también lo es que castigar a la gran mayoría que lo utiliza para fines legales y legítimos, es por completo injusto.

Esto, sin mencionar que se viola de forma artera el derecho de los ciudadanos a elegir el medio de pago que más les convenga, su derecho a la privacidad y el principio de presunción de inocencia. Pagamos justos por pecadores.

La criminalización del efectivo no es algo nuevo, y recurrentemente vuelve a aparecer. No sorprende porque, con la cantidad de dinero que va a necesitarse para cumplir con los caprichos siempre crecientes de la 4T, el fisco lopezobradorista buscará sangrar hasta la mínima gota que les quede a los contribuyentes ya cautivos. Los mismos de siempre. Esa y no otra es la intención de fondo de impulsar el CoDi, con los riesgos adicionales ya comentados sobre el derecho a la privacidad.

¿Hay que opornerse entonces al CoDi? No, porque los sistemas per se no son el problema. Bienvenido todo aquello que le haga la vida más fácil a las personas, siempre y cuando sean libres de usarlo o no.

A lo que debemos oponernos es a la criminalización del dinero en efectivo y a la restricción arbitraria de las libertades de los usuarios.

Estos y solo estos, deben decidir cuál medio de pago utilizar según su preferencia, y los gobiernos, hacer su trabajo de castigar a quienes cometan delitos, pero sin pasar por encima de la mayoría de los ciudadanos que al ejercer sus libertades, no atentan contra los derechos de nadie.

Advertencias: recesión (y crisis) a la vista

Por más que molesten a algunos políticos -y en especial a los de la llamada “Cuarta Transformación-, las opiniones y análisis de los expertos en economía y finanzas son importantes porque permiten corregir a tiempo cuando se lleva un rumbo equivocado.

El sexenio pasado por ejemplo, la expansión de la deuda pública fue muy acelerada y prendió focos amarillos entre analistas e inversores. Una vez que esas preocupaciones fueron atendidas (más tarde que temprano), se pudo detener y comenzar a revertir el creciente endeudamiento.

En particular los economistas independientes, tenemos mayor libertad para poder pronunciarnos de manera anticipada respecto a malas decisiones. Otros más, por sus compromisos comerciales, financieros, temor a equivocarse o hasta por meras simpatías, suelen pecar de excesiva cautela.

Tal es el caso de las grandes firmas calificadoras o bancos internacionales de inversión, cuyas advertencias deben ser vistas por los ciudadanos como la “última llamada” antes de una crisis.

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Esto se lo digo porque cada día con mayor frecuencia, leemos reportes y declaraciones de ejecutivos y funcionarios de compañías como Fitch, Moody’s, Goldman Sachs o JPMorgan, haciendo llamados al gobierno de México para evitar una degradación crediticia de la deuda soberana, que ya es cuestión de tiempo.

Una baja en la nota crediticia tendría efectos muy sensibles en la inflación, tasas de interés y el tipo de cambio que serían notables para todos.

La parte más delgada de la cuerda de la que penden las finanzas públicas mexicanas, tiene nombre y apellido: Petróleos Mexicanos (Pemex).

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Para decirlo claro: Pemex es la mayor amenaza a la estabilidad macroeconómica del país, y si bien es cierto que su quebrada situación no es asunto reciente, sí lo es que el gobierno actual lejos de mejorar las perspectivas de la empresa, las empeora.

Debido a esto, ayer un analista de Moody’s dijo hoy que si se continúa dando apoyo financiero a Pemex, la deuda del gobierno podría dispararse más de 5 puntos porcentuales del Producto Interno Bruto (PIB) en los próximos años. Esto presionaría las finanzas públicas y volvería poco creíble el compromiso de López Obrador de mantener el déficit fiscal bajo control.

En este mismo sentido opina el banco de inversión JPMorgan, quien sugiere que se le otorgue un mucho mayor alivio fiscal a Pemex -incluso dando por hecho una baja en su calificación crediticia-, para mejorar sus perspectivas de mediano plazo, aumentando la inversión que le permita producir más.

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Por cierto, la producción de Pemex se sigue hundiendo. En enero, la “Empresa Productiva del Estado” tuvo una baja de 15 por ciento anual en la producción de petróleo y de 5.3 por ciento en la de gas natural.

Este escenario complicado mantiene el pesimismo entre 70 por ciento de los gestores de fondos encuestados por el Bank of America, que estiman que México podría perder la calificación de grado de inversión entre 2020 y 2021.

El grado de inversión es una nota que dan las calificadoras, que le dice a los grandes capitales que México es un país de relativo bajo riesgo para invertir. Y justo eso, miles de millones de dólares en inversión productiva es lo que necesitamos atraer para mejorar los pronósticos de crecimiento, que se han venido ajustando a la baja los últimos meses por la caída en la inversión, el consumo y el gasto del gobierno.

En suma, la prioridad debe estar en hacer lo posible por evitar una recesión o atenuar sus efectos, y atender las recomendaciones que a punto de ser demasiado tarde, nos están haciendo analistas nacionales e internacionales. ¿Estará el gobierno actual a la altura?

Si Banxico deja su oro en Londres, podría perderlo

En fechas recientes las reservas de oro de Venezuela han acaparado los titulares, pero en realidad, el tema de la negación de la entrega de los lingotes por parte del Banco de Inglaterra (BoE, por sus siglas en inglés), lleva ya varios meses.

El gobierno de Nicolás Maduro intentó en noviembre pasado, retirar oro por un valor de 550 millones de dólares, para transportarlo de Londres a Caracas.

Según fuentes periodísticas, el BoE SE NEGÓ a hacer dicha entrega, primero, argumentando de forma absurda problemas de planeación de la logística, y luego, exigiendo al gobierno venezolano que explicara para qué quería usar esas reservas áureas.

Esto es absolutamente irregular, porque es como si a usted el banco le preguntara primero en qué se va a gastar su dinero para ver si le deja retirarlo de su cuenta. Es ridículo e inaceptable.

Pero la cosa no paró ahí. El 31 de diciembre, las reservas de oro venezolanas en Londres, más que se duplicaron a 31 toneladas, tras la liquidación de un adeudo del gobierno venezolano con el Deutsche Bank, con el que tenía empeñados esos lingotes. Es de suponer que Maduro hizo este pago para tener más oro y luego, volver a intentar retirarlo todo de una vez.

Para Maduro era importante que ese oro llegara a Venezuela, porque había venido usando el año pasado esas reservas para hacer trueque con Turquía de oro por alimentos. Con ello se le daba la vuelta a las sanciones financieras que Estados Unidos tiene impuestas sobre Venezuela.

Ya sin acceso al oro que tiene en Londres, y con la congelación de cuentas de la petrolera PDVSA que anunció el gobierno de Trump la semana pasada, se le acaban el dinero y el poder a Maduro.

Pero el punto grave sobre las reservas de oro aquí es: ¿por qué se negó el Banco de Inglaterra a entregar un oro que no es suyo? Si es porque no reconoce a Maduro como presidente, muy bien, pero entonces ¡que lo diga y no guarde silencio!

Además, recordemos que en noviembre no había ni siquiera un “presidente encargado” como lo es ahora Juan Guaidó. De manera que en los hechos, el BoE incumplió con una solicitud oficial de entrega de oro.

El gobierno del Reino Unido se ha lavado las manos, y descargado toda la responsabilidad en el BoE.

Es un hecho que el oro no se entregará al régimen de Maduro. Sin embargo, más allá de quién lo reconozca o no como presidente a estas alturas, el punto aquí es señalar la vulnerabilidad, el GRAN riesgo que significa para otros países el mantener sus barras de oro en el Banco de Inglaterra. Se arriesgan a que con la mano en la cintura, les digan que no.

De esta advertencia deben de tomar nota el Banco de México y la Comisión de Cambios (que preside la secretaría de Hacienda) -al ser quienes administran nuestras reservas-, pues ahora que el presidente López Obrador se ha puesto de facto y ante los ojos de la comunidad internacional del lado de Maduro, no vaya a ser que el oro de las reservas de nuestro país también nos lo quieran negar en algún momento.

No se olvide que 99 por ciento de las 120 toneladas de oro de las reservas de México, están también en el BoE.

Repatriar el oro aquí, es una exigencia que llevamos haciendo en esta columna por casi 7 años, y hoy más que nunca, es válida.

Banxico debería comprar MUCHO más oro -al menos duplicar lo que hoy se tiene-, y repatriar como mínimo la mitad a sus bóvedas en territorio nacional, como lo han hecho otros bancos centrales como el de Hungría, Países Bajos y Alemania. Esa sería una medida de inteligencia financiera que reforzaría la posición del peso y de nuestro país, y vaya que lo vamos a necesitar.

¿Por qué el FMI le recortó la expectativa de crecimiento a México?

El Fondo Monetario Internacional (FMI) recortó esta semana, en el marco del Foro Económico Mundial de Davos, sus pronósticos de crecimiento económico mundial para este año y para 2020. Llama la atención porque es una baja adicional a la que hizo apenas en octubre pasado.

Para 2019 estima que el crecimiento del PIB global será de 3.5 por ciento, y de 3.6 por ciento el año que entra, es decir, 0.2 y 0.1 puntos porcentuales por debajo de las proyecciones previas. Son pequeñas fracciones pero que equivalen a miles de millones de dólares.

Para México también redujo su expectativa de crecimiento a 2.1 este año, y 2.2 por ciento el año próximo, como consecuencia de una menor inversión privada, debida a la incertidumbre por la llegada del nuevo gobierno.

Este pesimismo del FMI es alentado por la debilidad de la economía de Europa y la de algunos mercados emergentes, particularmente China.

Hizo también advertencias sobre riesgos adicionales que podrían deteriorar más adelante las expectativas de crecimiento, como la llamada “guerra comercial” entre Estados Unidos y China, y la falta de un acuero para la salida del Reino Unido, de la Unión Europea -el Brexit-.

No hay duda. Hay focos amarillos porque la economía mundial se está desacelerando más rápido de lo esperado y los riesgos siguen aumentando.

Ahora bien. Como ya le hemos explicado en este espacio, esto no quiere decir que una crisis y recesión sean inminentes. De hecho, lo más probable es que una caída de ese tipo se postergue, pues la Reserva Federal, banco central de Estados Unidos, ha dado muestras claras de estar cediendo al nerviosismo de los inversionistas y a la caída de las bolsas el año pasado, con lo que podría demorar el alza de tasas de interés. De cuatro alzas que en principio se esperaban para 2019, ahora se anticipan sólo dos.

El crecimiento económico tiende a desacelerarse cuando las tasas de interés suben porque el crédito se encarece. En cambio, si hay una moderación en el alza de tasas o de plano una suspensión de dicho ciclo alcista, la economía mundial y los mercados financieros podrían tener un rebote este año.

En Top Money Report, boletín financiero del que soy editor, estamos convencidos que una nueva crisis y recesión habrán de llegar, pero también estamos conscientes de que el desplome podría postergarse. Esto es una buena noticia por donde se le vea, pues nos da mayor tiempo para prepararnos -a personas, empresas y gobiernos- antes de la siguiente tormenta que podría llegar en 2020.

En este sentido, el FMI hace una recomendación a los gobiernos para contrarrestar los vientos en contra, con medidas que estimulen el crecimiento económico potencial, y así prepararse por si la desaceleración global continúa.

En primer lugar, hace un llamado a que se resuelvan las tensiones comerciales entre potencias, se propicie el crecimiento, pero se mantenga a su vez la disciplina fiscal.

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Esto último en el caso de México es crucial, pues con tantos compromisos y promesas que ha hecho el presidente López Obrador, la presión presupuestal va a aumentar. El secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, es hasta ahora el funcionario más centrado de todo el gabinete, pero algunos tenemos dudas de que pueda resistir los embates que recibirá tarde o temprano de sus compañeros de gabinete cuando exijan más recursos al presidente.

AMLO desestimó el recorte en la previsión de crecimiento del FMI y dijo que lo sorprenderán, pero quizá el sorprendido sea él, pues si cree que decisiones costosas para la economía como la de suspender el suministro de combustible a las entidades más productivas de México, van a ayudar, está muy equivocado.

México: “Bienvenido” al Socialismo

 

Escribo estas líneas con una profunda tristeza y preocupación: se están comenzando a cumplir los peores pronósticos que algunos hicimos respecto a lo que habría de venir con la llegada de López Obrador (AMLO) al poder.

 

El desabasto de combustible es la primera gran crisis económica del sexenio.

 

De nada sirve que las autoridades digan que “hay suficiente combustible” en Pemex, pues de este modo, quizá sea la empresa la que no tiene desabasto, pero los ciudadanos que están padeciendo la escasez en un número creciente de estados.

 

Y no. No se debe a las “compras de pánico” generadas por “una campaña en redes sociales” -como acusa la secretaria de Energía, Rocío Nahle-, sino al capricho de dejar de enviar combustible por ductos para distribuirlo mediante pipas y carros tanque que, además de mucho más caros, serán por completo insuficientes.

 

La secretaria Nahle dijo anoche en una entrevista radiofónica en el programa “Charros vs. Gángsters” de MVS Noticias, que “todos los piperos del país” ya están trabajando para Pemex distribuyendo combustible.

 

Si es así ya, entonces el problema se pondrá mucho más grave en cuestión de semanas, pues a pesar de que “todas” las pipas a nivel nacional ya estén trabajando, el desabasto sigue sin resolverse en Michoacán, Querétaro, Jalisco, Guanajuato, Querétaro y otras entidades.

 

Si a esto sumamos ahora la Ciudad de México, muy pronto la crisis de falta de gasolina se volverá un problema NACIONAL. Así parece que será… y peor.

 

Hoy miércoles el presidente en su conferencia matutina, AMLO ha insistido que no abrirán los ductos mientras siga habiendo “huachicol” (combustible robado).

 

Bien. Esta noticia lo que anticipa es que -si AMLO en efecto se obstina en esa decisión-, el desabasto será una constante durante AÑOS.

 

Es un grave error suponer que las actuales medidas “acabarán” con el robo de gasolina, diésel y gas.

 

No se sabe que haya caído un solo responsable de los huachicoleros “de adentro” o “de afuera” de Petróleos Mexicanos. Tampoco se ha anunciado ninguna estrategia o campaña masiva para clausurar tomas clandestinas.

 

Es decir: AMLO ni siquiera tiene en la cabeza resolver el problema del robo en los ductos, sino que en su opinión -equivocada-, lo mejor es utilizar un “nuevo” (arcaico) sistema de distribución que dejó de utilizarse hace décadas por ineficiente, lento y costoso.

 

Mientras esta sea la situación, los ciudadanos seguiremos injustamente pagando por una crisis que no nos corresponde padecer, y los criminales huachicoleros, seguirán haciendo de las suyas ahora asaltando pipas y expandiendo sus actividades ilícitas.

 

El diagnóstico de ausencia de un Estado de derecho en plena vigencia, es más que conocido. Ese es el problema de fondo en nuestro país: la impunidad.

 

El gobierno NO debería estarse dedicando a ver cómo distribuye “mejor” (según la simple opinión del presidente) la gasolina, sino a garantizar la seguridad de los habitantes, la integridad de sus bienes y el cumplimiento de los contratos.

 

Nada de eso está haciendo. ¡Todo lo contrario!

 

La autoridad está siendo la primera en incumplir los contratos -ahí está el caso del NAIM, por ejemplo-, se hace de la “vista gorda” con la corrupción de los gobiernos anteriores, no va tras los delincuentes que roban gasolina, hará oficial la estrategia fallida de militarización del país y la elevará a rango constitucional.

 

En tanto, en materia económica, AMLO planea cada día decidir sobre más asuntos económicos. Por ejemplo, sobre qué, cómo y cuánto se puede o debe importar; sobre el “adecuado” nivel de salario mínimo, sobre si hay “abuso” en las ganancias empresariales de los gasolineros y otras industrias, etc. No se puede desarrollar ningún país así, y en cambio, sí se le conduce al abismo.

 

“Bienvenidos” pues, al socialismo. Donde los gobernantes deciden por los ciudadanos qué es “lo mejor”, lo que “más les conviene”, en vez de que sean los individuos libres los que decían por ellos mismos, respetando los derechos de los demás.

 

El invierno nos alcanzó.

Cómo ahorrar e invertir en el Guadalupe-Reyes

Acabamos de empezar el llamado maratón Guadalupe- Reyes, que para muchos comercios es el de mayores ventas en el año, y con razón. A los trabajadores formales, por ley, les llega su aguinaldo antes del 20 de diciembre. Desde la creación de El Buen Fin, fin de semana largo de noviembre con “las mejores ofertas del año”, a algunos burócratas y empleados privados les adelantan todo o parte de ese aguinaldo.

 

La gran pregunta que muchos se hacen es: ¿qué debo hacer con ese ingreso extra? Los usos más comunes son: para pagar la cena de navidad, comprar regalos, abonar o salir de deudas y para ahorrar/invertir.

 

Es muy importante no excederse en los gastos desde noviembre y diciembre, pues la llamada “cuesta de enero” se evita así: si te administras bien y no te excedes en los meses previos, no tienes por qué andar “tronándote los dedos”, endeudándote o empeñando tus pertenencias después.

 

El primer tip para llevar el control de gastos es tener por escrito, cuando menos en papel o en una hoja de cálculo -concepto por concepto-, la suma de todos tus ingresos del mes en una columna, mientras en otra, pones el desglose de tus gastos fijos (los que no puedes evitar), y los adicionales -como los regalos y la cena navideña o de año nuevo-.

 

Con que hagas esto estarás elaborando un sencillo presupuesto que, por desgracia, la mayoría no hace, y con ello, se pierde la oportunidad de tener control sobre sus finanzas personales.

 

Si desde ese presupuesto te salen números rojos, o sea, tus gastos son mayores que los ingresos, ¡cuidado! Hay que aplicar la tijera y ver qué podemos recortar.

 

Si estás en números negros, es decir, si tu presupuesto está equilibrado, o si te sobra parte de tu ingreso, ya puedes ahorrar para invertir, ¡excelente! No te va a pesar la cuesta de enero gracias a que fuiste responsable y previsor con tus finanzas. Claro, esto también es válido para todos los meses.

 

El porcentaje mínimo que recomiendo como ahorro, ganes lo que ganes, es del 10 por ciento. O sea, que después de descontar tus gastos, el dinero que te quede debería ser del 10 por ciento no sólo de tu sueldo (si eres empleado), sino de todos tus ingresos.

 

A propósito, parte del no excederse está en ser mesurado con el uso de la tarjeta de crédito. Para algunos están satanizadas, pero la realidad es que es importante tener una, como mínimo, por las ventajas que ofrece y el buen historial que te permite construir si eres cumplido. Esto te permitirá acceder a créditos más grandes e importantes en el futuro, como préstamos para auto o casa.

 

Las tarjetas no compran solas, así que el problema no son ellas, sino los malos hábitos de consumo de uno mismo.

 

Ahora bien: ¿Cómo puedes mejorar tus ingresos? Es más fácil decir que hacer, pero debe hacerse. Si quieres mejorar tu nivel de vida, necesitas más ingresos. No hay más. Para conseguirlos debes analizar todas tus opciones y poner manos a la obra.

 

Puede ser que ya sea hora de buscar un nuevo empleo, de iniciar un negocio de medio tiempo o tiempo completo, expandir tu empresa, invertir más en publicidad, etc. Las opciones son muchas y sólo hay que empezar.

 

No se puede mejorar el nivel de vida recortando gastos. Recuerda que la clave es ganar más.

 

Una vez que se tiene algo de ahorro, el siguiente paso es invertirlo. Dejarlo “debajo del colchón” o en la alcancía, es una pésima idea.

 

Los cetes y las afores tampoco son una buena opción, simplemente -en el mejor de los casos-, serán una alternativa menos perdedora.

 

En otra entrega abundaremos sobre el tema financiero, pero quien esté interesado en adelantar, puede suscribirse gratis a nuestro boletín de inversiones Top Money Report (http://bit.ly/2HGJnJ9) .

Un respiro para la bolsa y el peso, antes de lo peor

Ya se ha comentado que esta semana se vivió un “lunes negro” para la Bolsa Mexicana de Valores, que cayó 4.2 por ciento, y para el peso, que bajó a mínimos frente al dólar no vistos desde mediados de junio pasado. El billete verde se vendió hasta en los 21 pesos en bancos.

Con la intención de dar tranquilidad a los inversionistas, el próximo secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, salió el ,martes por la tarde a dar un mensaje y a aclarar que se van a cumplir las metas de disciplina fiscal en el próximo Paquete Económico 2019, que se entregará antes de la fecha límite del 15 de diciembre.

De paso, Urzúa dijo que el gobierno entrante no respaldará la propuesta legislativa del Partido del Trabajo para que desaparezcan las afores y sea el Estado el que vuelva a administrar los recursos para el retiro de los trabajadores. Buenas señales.

Insistió en que tampoco se utilizarán las reservas internacionales para financiar al gobierno.

Anunció además que Gerardo Esquivel será propuesto por el presidente López Obrador como próximo subgobernador de Banxico, para sustituir a Manuel Ramos Francia, quien dejará el cargo por motivos de salud. Este nombramiento no fue tan bien recibido porque Esquivel es un leal de AMLO, y está a favor de propuestas económicas populares, pero poco ortodoxas, como la de disparar el salario mínimo.

Preocupa entonces que la autonomía y objetivos del banco central pudieran verse comprometidos.

Como quiera, en general los indicios que dio Urzúa fueron vistos como positivos, y avanzan en la dirección correcta de dar certeza a los mercados financieros, condición indispensable para que México atraiga inversión productiva, haya crecimiento económico, y para que no veamos estos desplomes en los mercados que sí nos afectan a todos.

Por eso sería muy bueno que de esta misma manera actuaran todos los legisladores y grupos parlamentarios en ambas cámaras del Congreso.

Sí, es un poder autónomo como afirma el senador Ricardo Monreal, pero forma parte de la mayoría, compromete a los legisladores de Morena y sus aliados, a ser más responsables a la hora de presentar sus propuestas.

No es lo mismo ser miembro de una oposición minoritaria a la que le costaría mucho trabajo sacar adelante una iniciativa, que ser integrante de una mayoría que sí puede cambiar las cosas de modo más fácil y rápido. Es por eso que una estridencia como la de

prohibir las comisiones bancarias o prohibir la explotación minera, tiene un impacto inmediato en pérdidas para muchas empresas.

Mucho ayudaría entonces que antes de dar un paso en falso que tumbe innecesariamente a los mercados, los miembros del Congreso consensuaran sus propuestas legislativas con el equipo económico del presidente López Obrador.

Los desplomes de la bolsa y el peso SÍ nos pegan a todos, tengamos o no invertido ahí, como ya se refleja, por ejemplo, en las multimillonarias minusvalías que han sufrido los recursos administrados por las afores, y en el alza de las tasas de interés, que encarece los préstamos en el país.

Mientras tanto, esta semana en EU, el presidente de la Fed, Jerome Powell, ha hecho un guiño a la posibilidad de poner en pausa el ritmo en el alza de tasas de interés en ese país.

Gracias a esto, siempre y cuando AMLO no haga anuncios fuera de lugar en su toma de posesión, y el Paquete Económico 2019 cumpla con ser responsable, podríamos ver un alivio durante diciembre en la bolsa, las tasas de interés y el peso.

Este será, no obstante, un último respiro antes de la tormenta. AMLO no va a dejar de ser AMLO: tenga la seguridad de que va a ir por empresas inviables como la de construir refinerías, derrochar en una masiva “reforestación”, construir el Tren Maya y un aeropuerto en Santa Lucía, etc., que comprometerán la sustentabilidad de las finanzas públicas.

A los fanáticos se les puede engañar, pero a los inversionistas, no. De este modo, la tendencia mayor de los mercados en México seguirá siendo a la baja, y antes que mejorar, el desplome podría acelerarse disparado por alguna circunstancia, como la baja en la nota de alguna calificadora o una crisis externa, sobre la que no tendremos ningún tipo de control.

El invierno económico que viene

Los inversionistas en México siguen bastante nerviosos. Ayer la Bolsa Mexicana de Valores perdió el soporte de los 43 mil puntos, al caer más de 2 por ciento, a niveles que no se veían desde febrero de 2016.

El peso también cayó fuerte y el precio del dólar escaló este martes hasta los 20.57 pesos en el mercado interbancario, un máximo de casi 5 meses.

Para entender un poco mejor los mercados, hay que explicar que todos, desde el mercado de su colonia hasta los grandes mercados financieros internacionales, funcionan esencialmente igual.

Lo que mueve los precios son las compras y ventas que los participantes hacen a diario, y en los mercados más grandes y sofisticados, se mueven miles de millones de dólares en segundos, hasta de manera automatizada, con robots programados en computadoras para ejecutar las órdenes de inmediato.

Es por estos grandes volúmenes que se manejan, que un simple tuit de Donald Trump; un anuncio importante como la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México; una iniciativa en el congreso para prohibir a los bancos el cobro de comisiones; o cualquier otra noticia relevante, puede mover la cotización de las acciones y divisas de manera muy rápida.

Lo mismo pasa con las expectativas de lo que pueda ocurrir en el futuro: si son positivas, lo normal es que ese buen ánimo propicie compras y alzas de los inversores, y al revés, si hay incertidumbre, dudas, o de plano un sentimiento negativo, esas emociones propician ventas y caídas de precios que marcan tendencia.

Esas minusvalías se reflejan también en los fondos de inversión en los que se depositan los recursos de millones de trabajadores con cuentas para el retiro. Así que es un error asumir las caídas bursátiles como algo que sólo afecta a los “ricos” que tienen dinero invertido ahí. No. Los alcances son mucho mayores y con impacto en el bolsillo de todos.

Esto último es justo lo que ha estado pasado, pues tenemos un contexto internacional adverso, con una abierta disputa comercial entre China y Estados Unidos, caída de los precios del petróleo por la abundante oferta del energético, y la inquietud que hay por el inminente cambio de gobierno en México.

Son estos factores externos e internos los que propiciaron que, según cifras del Banco de México, en octubre pasado hubiera una salida masiva de capitales por 11 mil 237 millones de dólares, de bonos del gobierno, por parte de inversionistas extranjeros que retiraron su dinero y con ello, se dispararon al alza las tasas de interés de dichos instrumentos.

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La tasa del bono soberano de México a 10 años, por ejemplo, ya está por encima del 9 por ciento, un máximo no visto desde hace 10 años, en plena crisis de 2008.

Por cierto, es esta alza de tipos la que, en nuestra opinión, forzará a Banxico a elevar su tasa objetivo el día de mañana para tratar de seguirle el paso a las tasas que en el mercado ya escalaron.

Hay que poner atención porque esa fuga de capitales de octubre, que según lo que nos dice el mercado de bonos, continúa, seguirá presionando hacia arriba las tasas de interés, la inflación y al dólar, lo que también termina sintiéndose y fuerte en el bolsillo de los mexicanos, disminuyendo nuestro poder de compra.

Por desgracia, lejos de haber mejoras en las señales que el próximo gobierno de López Obrador (AMLO) ha dado a los mercados, estas siguen empeorando.

En nuestra opinión, la última y más grave es lo que dijo AMLO tras una reunión con gobernadores en Yucatán el lunes de esta semana: “Mi amo es el pueblo de México, yo ya no me pertenezco.”

Y es que bajo la excusa de “obedecer” al pueblo, se pueden cometer toda clase de arbitrariedades económicas y financieras, como la de prohibir el cobro de comisiones a los bancos, propuesta que ya está en el Senado, o controlar cualquier precio, lo que causa distorsiones serias como el desabasto y la quiebra de empresas. ¿Alguien duda que “el pueblo” estaría a favor de decretar que los productos básicos (los que se le ocurran al gobierno) dejaran de subir de precio, por decreto?

El límite a la estupidez económica es la imaginación, y así lo confirma la historia. Con esto en mente, que no le quede duda: El invierno económico inicia el 1 de diciembre. Hay que irse preparando.

Los mercados le dan la espalda a AMLO

La semana pasada dijimos que el tipo de cambio se había visto presionado por diferentes razones, tanto externas como internas. La más importante había sido el nerviosismo por el resultado de la consulta sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de México(NAIM).

 

El viernes pasado el precio del dólar cerró en 19.36, pero el domingo en la noche, con los mercados ya abiertos en Asia, el peso comenzó a depreciarse tan pronto como se comenzaron a dar los resultados de la consulta a las 22:00 hrs.

 

La caída se prolongó el lunes, tras la confirmación en conferencia de prensa de que el presidente electo apoyaría la decisión de cancelar el proyecto del NAIM de Texcoco. Mientras AMLO hablaba, el dólar escalaba.

 

Pese a que él y su equipo se cansaron de repetir que “no pasaría” nada, pues según ellos los contratistas no sufrirían pérdidas y se les “respetarían” los contratos en una nueva ubicación, los mercados financieros se encargaron de darle su primera bofetada. Si el presidente electo creyó que los afectados se limitarían a los contratistas y sus empleados, estaba muy equivocado.

 

Después de su conferencia de prensa, el tipo de cambio se disparó hacia la resistencia de los 20.10 pesos, luego corrigió a la baja, y ayer martes alcanzó un máximo de 20.14 pesos, nivel no visto desde principios de julio. Al cierre de este artículo la cotización sigue por encima de las 20 unidades.

 

Pero, ¿por qué es importante seguir el precio de la divisa estadounidense? Porque nos sirve como indicador del sentimiento de los grandes inversores mayoristas en un momento dado: cuando una decisión no les gusta o los pone nerviosos, deciden cambiar pesos por dólares, y con este aumento de la demanda sube el precio. El salto suele ser momentáneo, pero marca tendencia con el paso del tiempo

 

El dólar sigue siendo considerado por el público internacional como un refugio seguro contra la volatilidad, el nerviosismo y las crisis.

 

Por eso el peso tuvo su peor día desde el día siguiente al triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de noviembre de 2016, pues para molestia de AMLO, los inversionistas le dieron en vivo, y ante los ojos de todo el mundo, un voto de desconfianza.

 

Hay además otros mercados que también sirven de indicador, como la Bolsa Mexicana de Valores, que cayó el lunes más de cuatro por ciento, y ayer extendió sus pérdidas, aunque de manera moderada.

 

Así como cambian el peso por el dólar, los inversores también liquidan posiciones bursátiles para buscar protección en otras clases de activos de menor riesgo.

 

¿Qué les preocupa a los inversionistas nacionales y extranjeros? Que mediante consultas o por decisión presidencial, se pueda incumplir con la mano en la cintura, contratos ya firmados en otros sectores como el sector energético y el minero, lo que crea incertidumbre y desincentiva la atracción de inversiones cuando más las necesitamos.

 

Es ese el punto más relevante y preocupante, incluso más que la propia cancelación del NAIM: cuando se pierde la confianza de quienes arriesgan su capital al invertir, los costos se disparan no sólo para el gobierno, sino para toda la economía.

 

No olvidemos que venimos de un proceso de dos años de negociaciones del TLCAN (ahora T-MEC), que detuvieron y pospusieron miles de millones de dólares en inversión. Ahora una vez que se ha llegado a acuerdos en materia comercial, se presenta innecesariamente un nuevo factor de incertidumbre y desconfianza creada por un gobierno que ni siquiera está en funciones.

 

Los efectos de esta pérdida de confianza YA se están haciendo sentir y se mantendrán durante años: al alza del dólar seguirán mayores presiones en la inflación y en todas las tasas de interés.

 

No es casualidad el disparo que se ha visto en los rendimientos de los bonos mexicanos -incluidos los del NAIM y Pemex-, como consecuencia de su pérdida de valor.

 

Tipos más elevados implica también que el gobierno pagará más caro el servicio de su deuda, pagará más intereses por los créditos que vaya a contratar para otros grandes proyectos como las (inviables) refinerías o el Tren Maya, y que la población en general verá cómo los préstamos de vivienda, autos, personales y de tarjeta de crédito se vuelven más difíciles de contratar y pagar.

 

Las críticas que han llovido sobre AMLO lo hicieron intentar calmar las aguas con un video subido ayer a Twitter, en el que -ironías de la vida- afirma que “hubo un desplazamiento en el peso, no una devaluación.” Fallido intento.

 

La decisión de cancelar Texcoco es tan grave, que deben hacerse todos los intentos este mes de noviembre, para que logre salvarse. La cura para una mala decisión, es tomar una buena, no hacer como que la mala no importa.

 

En este sentido, el secretario de Turismo, Enrique De la Madrid, ha puesto en la mesa la propuesta de que empresarios privados compren el resto de la construcción del NAIM al gobierno. Sin costo para el erario público, AMLO ya no tendría pretexto alguno para echarlo abajo.

 

Revivir al NAIM traería beneficios instantáneos, como una mayor estabilidad al tipo de cambio, mejoras en las perspectivas de crecimiento (que se han deteriorado de golpe), mayor inversión al país, y con ello, menores presiones sobre la inflación y las tasas de interés.

 

En este espacio la realidad es que no estamos optimistas, pero ojalá nos equivoquemos. Si el presidente electo insiste en enfrentarse con los inversionistas, las bofetadas que hoy le dan pasarán a convertirse en severos golpes.

 

Quienquiera que se les enfrente está condenado a perder, y si se empeña en desafiarlos, son los ciudadanos los que terminan pagando todos los platos rotos.

 

AMLO debe hacer a un lado la soberbia de su triunfo electoral. Si no lo hace, el colapso económico que muchos tememos, llegará más temprano que tarde.

Hungría hace compra masiva de Oro, ¿Para qué se prepara?

 

Ayer el Banco Nacional de Hungría (BNH), banco central de ese país europeo, anunció mediante un comunicado que durante la primera quincena de octubre realizó una histórica compra de reservas de oro, que además, ha repatriado de manera inmediata. Con esta adquisición récord, el BNH pasó de tener sólo 3.1 a 31.5 toneladas (t).

Esta es la primera compra de oro de esa autoridad monetaria -que no pertenece a la Zona Euro- desde 1986.

Sobre su comunicado, llama bastante la atención leer un tono tan favorable al rey de los metales, si consideramos que se trata de un banco central. El BNH afirma por ejemplo que: “En consonancia con el papel histórico del oro, sigue siendo uno de los instrumentos más seguros del mundo, e incluso en condiciones normales de mercado, proporciona una función de estabilidad y fomento de la confianza.” Cierto.

Agrega que “El papel de las reservas de oro en la nación y en la estrategia económica de la nación, se está apreciando cada vez más, mientras que la posesión y el aumento de las tenencias de metales preciosos de las naciones parecen ser tendencias internacionales decisivas.” ¡Tienen razón!

No olvidemos que China, la potencia naciente, es ya el principal consumidor de oro del mundo. Beijing sabe que para consolidar en el largo plazo al yuan como moneda internacional de reserva, necesita dar muchos pasos, y el primero de ellos pasa por una sólida y grande reserva de lingotes. Los chinos se preparan para la inevitable reforma monetaria que habrá de llegar, en la que el dólar estadounidense perderá su hegemonía.

De forma oficial, la China continental cuenta con 1,842.6 t de oro en reservas (lo que la coloca en el lugar siete del “Top Ten”), pero se sospecha con buenas bases que ocultan por razones estratégicas otra parte, con la que sumarían más de 3 mil t en total.

Ahora bien, ¿por qué es importante que dentro de las reservas internacionales, los países acumulen oro?

El propio banco central húngaro lo responde. Sostiene con acierto que tener reservas áureas dentro del país “apoya la estabilidad financiera y fortalece la confianza del mercado” en su moneda.

De hecho por esas mismas razones y para dar mayor diversificación a nuestras reservas, el Banco de México (Banxico) también realizó en 2011 y 2012, un par de históricas compras de oro por 100 y 20 toneladas, respectivamente.

La diferencia está en que Hungría compró los lingotes y los repatrió, mientras que las 120 toneladas de oro de Banxico siguen bajo resguardo a miles de kilómetros de aquí, en bóvedas del Banco de Inglaterra, en Londres.

Con la compra que le informo, los húngaros tienen ya el 4.4 por ciento del total de sus reservas internacionales, en oro, mientras que México tiene sólo alrededor del 2.6 por ciento. Esto es casi

nada para un país con una de las economías más importantes del orbe, con más de 120 millones de habitantes.

El oro está cotizando hoy cerca de los 1,230 dólares, unos 23 mil pesos la onza troy -más o menos-. Esto es un precio 36 por ciento más bajo que en 2011, cuando llegó a su máximo histórico por encima de los 1,920 USD por oz.

El metal precioso está entonces relativamente barato, por lo que sería muy bueno que Banxico imitara a su homólogo de Hungría, comprara más oro para darle mayor solidez al peso, y cuando menos la mitad de los lingotes se trajeran a territorio nacional, para no dejarlo, por razones estratégicas y de seguridad financiera, en manos extranjeras.

La llegada de un nuevo gobierno Federal parece un momento propicio para hacer un giro notable en esta equivocada política de dejar el oro fuera del país. ¿Se atreverá la Junta de Gobierno de Banxico de la mano de la Comisión de Cambios a dar este gran paso? Sería una buena decisión, en medio de muchas otras que se han anunciado por parte de AMLO, y que no lucen nada bien.

#USMCA: un tratado de libre ¿tipo de cambio?

Como se sabe, ya tenemos un nuevo tratado de libre comercio que se llamará Acuerdo Estados Unidos, México y Canadá o USMCA, por sus siglas en inglés.

Hay cambios relevantes respecto al TLCAN anterior, pero lo que queremos destacar en este artículo, es algo que consideramos muy importante, y que curiosamente le debemos por completo a Donald Trump: el Capítulo 33.

¿Por qué ‘se lo debemos’? Porque desde su campaña presidencial acusó a México -y a otros países- de depreciar su moneda para abaratar sus exportaciones hacia EU.

Cortesía

Esta acusación por cierto era falsa por completo, ya que la Comisión de Cambios -integrada por funcionarios de Banxico y la SHCP, pero que preside la secretaría de Hacienda- en realidad ha hecho todo lo contrario: ha intervenido el mercado (primero ‘quemando’ reservas y luego vendiendo coberturas liquidables en pesos) para evitar que el dólar suba demasiado, no para ‘devaluar’ más al peso.

A propósito, en este espacio criticamos fuerte esas intervenciones, porque como ahora se reconoce en el propio texto del USMCA-, el tipo de cambio debe establecerse sólo mediante la libre acción de oferentes y demandantes en el mercado.

El apartado 33.2, por ejemplo, establece que:

1. Las Partes afirman que los tipos de cambio determinados por el mercado son fundamentales para un ajuste macroeconómico suave y promueven un crecimiento sólido, sostenible y equilibrado.

2. Las Partes reconocen la importancia de la estabilidad macroeconómica en la región para el éxito de este Acuerdo y que los sólidos fundamentos económicos y las políticas sólidas son esenciales para la estabilidad macroeconómica y contribuyen a un crecimiento e inversión sólidos y sostenibles.

3. Las Partes comparten el objetivo de aplicar políticas que fortalezcan los fundamentos económicos subyacentes, fomenten el crecimiento y la transparencia y eviten desequilibrios externos insostenibles (énfasis agregado).

Como no todo podía ser perfecto, la sección 33.3 matiza (por no decir que contradice) el punto anterior al señalar que este capítulo no se aplica con respecto a las actividades de regulación, supervisión o política monetaria y de crédito.

Cortesía

Dicho de otro modo, los firmantes quieren un tipo de cambio ‘libre’, pero con ciertos límites, ya que las intervenciones de la autoridad monetaria (banco central) no serán consideradas como contrarias al libre mercado (aunque sean exactamente eso).

Como quiera, es un avance que se reconozca en el artículo 33.4 que cada parte debe:

(a) lograr y mantener un régimen de tipo de cambio determinado por el mercado;

(b) abstenerse de la devaluación competitiva, incluso a través de la intervención en el mercado de divisas; y

(c) fortalecer los fundamentos económicos subyacentes, lo que refuerza las condiciones para la estabilidad macroeconómica y cambiaria. (énfasis agregado)

Se creará un Comité Macroeconómico que se reunirá una vez por año para supervisar el cumplimiento de este capítulo.

En suma y para decirlo fácil, el USMCA obliga a las partes a no manipular sus tipos de cambio para ganar ‘competitividad’, al mismo tiempo que las compromete a cuidar los equilibrios en las cuentas fiscales y con el exterior.

Esto es bastante bueno porque si bien México no ha subvaluado al peso como acusaba Trump, es innegable que nuestra moneda se encuentra -con altibajos en el camino-, en un ciclo permanente de pérdida de valor (inflación y depreciación).

Para pensar en que algún día esta anomalía se pueda remediar, es condición INDISPENSABLE que haya de manera permanente un equilibrio fiscal (que el sector público no gaste más de lo que nos cobra por impuestos), solidez macroeconómica, un Estado de derecho en plena vigencia, seguridad, mercados abiertos y competitivos, desregulación para el establecimiento de nuevas empresas, etc.

Como ve, lo acordado en el Capítulo 33 del USMCA no es todo, pero es un buen inicio, y quizás, un freno como este sea más importante que nunca, cuando estamos a unas cuantas semanas de que entre en funciones un nuevo gobierno federal que podría caer en extremos populistas de derroche.

El mensaje pues para las nuevas autoridades es contundente: no deben caer en la tentación de intentar controlar el precio del dólar, ni al alza ni a la baja, pues cuando esto se hace las consecuencias por pagar con una crisis, son tan graves como insospechadas.

La Bancarrota (que viene)

 

A raíz de las declaraciones del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), de que México es un país ‘en bancarrota’, algunas personas tienen una sincera duda sobre si México está o no en esa situación. Por otro lado quedan los fanáticos que creen a pie juntillas lo que declare su líder, sea lo que sea, y hasta lo defienden sin importar lo absurdo que sea.

Para ser justos, la realidad es que no es asunto de blanco o negro, sino que hay matices: nuestro país no ha alcanzado el nivel de desarrollo que debería, pero eso no quiere decir que no tengamos ni para pagar lo que debemos.

Partimos pues de ahí: México no está en la ruina.

Claro, es cierto que el crecimiento económico no ha sido el que todos quisiéramos. Banco de México por ejemplo, pronostica que la economía nacional crecerá entre 2 y 2.6 por ciento este año –en definitiva una tasa insuficiente-, con una inflación en niveles de entre 3.8 y 4.2 por ciento, un poco elevada.

Pero con tan sólo ver estos dos datos tenemos una señal de que NO hay una situación de crisis económica y menos aún de quiebra, como las que ya ha enfrentado nuestro país en el pasado, con recesiones que implicaron una fuerte caída del Producto Interno Bruto (PIB), disparo del desempleo, el tipo de cambio; y tasas de inflación anual de 2 o hasta 3 dígitos.

Pero además, los datos más actualizados del segundo trimestre de 2018, publicados por la Secretaría de Hacienda, reportan que se está cumpliendo con las metas de déficit de 2.5 por ciento del PIB, y que se tiene un superávit primario (lo correcto sería tener un verdadero equilibrio en vez de un ‘superávit primario’, que sigue siendo un déficit fiscal cuando se considera el servicio de la deuda, como debe ser).

Gracias a eso, el Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público (SHRFSP) –la medida más amplia de la deuda gubernamental-, que ascendió al mes de julio a más de 9 billones 995 mil millones de pesos, sigue siendo consistente con los techos de endeudamiento aprobados por el Congreso, y con el objetivo de que la deuda pública continúe una trayectoria descendente.

 

Por eso en la gráfica de arriba puede notar cómo el SHRFSP como porcentaje del PIB, que ‘explotó’ al alza durante los primeros cuatro años de Peña Nieto, ya comenzó a descender desde 2017, y se proyecta que mantenga esa tendencia bajista al cierre de este año.

Ahora, en la gráfica de abajo podemos ver el nivel de reservas internacionales del Banco de México (Banxico) desde diciembre de 2012, que si bien ya no tienen una tendencia alcista, se han estabilizado gracias a que ya no se interviene el mercado ‘quemando’ dólares para influir a la baja en el tipo de cambio (ahora se recurre a coberturas liquidables en pesos).

La cifra más reciente de reservas internacionales es de 173.5 mil millones de dólares.

Reitero: tan solo con estos sencillos datos, fáciles de verificar, cualquiera sin mayores conocimientos de finanzas o economía puede comprobar que el país no está en la quiebra. Somos solventes. Por eso no necesitamos ‘rescates’ del FMI, como Argentina y tampoco tenemos cerrado el acceso al crédito internacional –ni hemos caído en impago-, como Venezuela.

A pesar de lo anterior, la lección histórica es que las condiciones económicas se pueden deteriorar muy rápido si no se tiene un manejo responsable de las finanzas públicas.

Por eso preocupa que AMLO siga haciendo compromisos mutuamente excluyentes: por un lado reitera que no habrá déficit ni crecimiento de la deuda, mientras por otro insiste en que cumplirá todas sus promesas de campaña. Para esto último no hay presupuesto que alcance, y su equipo económico lo sabe de sobra.

AMLO a alguien le va a quedar mal: a los que le exigimos disciplina fiscal, o a quienes les prometió todo lo que querían escuchar. Si le queda mal a estos últimos, pagará un alto costo político junto a su partido, Morena, pero la economía seguirá saliendo adelante como hasta ahora. Si en cambio queda mal con las finanzas públicas, será sólo cuestión de tiempo para que ahora sí, entremos en bancarrota.

Nubes de ‘tormenta perfecta’ sobre mercados emergentes

 

Ayer fue otro mal día para el peso. El tipo de cambio frente al dólar subió hasta casi los 19.50 en el mercado interbancario, un máximo de dos meses.

Algunos factores que antes tendían a beneficiar a nuestra moneda, ya se han ido quedando atrás, como una favorable renegociación del TLCAN –cuyo acuerdo en principio entre EU y México, se anunció la semana pasada-, y el exagerado optimismo por la abrumadora votación mayoritaria que recibió el ahora presidente electo, Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

En el primer caso, a pesar de que aún no se suma Canadá y de que la firma definitiva no ha ocurrido, los inversores ven ya como poco probable que el tratado se cancele.

No. El temor de los mercados ahora es por la crisis que están atravesando economías emergentes. Sudáfrica por ejemplo, ya entró en recesión y vive una crisis político-social con un presidente que quiere despojar de sus tierras a los blancos; también, hay problemas político-electorales en Brasil, donde Lula no podrá ser candidato presidencial; la lira turca y el peso argentino han caído a mínimos históricos frente al dólar a causa de los desbalances financieros de sus respectivos países, etc.

De esta manera el temor de una crisis de contagio generalizado arrastra a monedas, que técnica y fundamentalmente no están en una situación tan frágil, como nuestro peso.

Lo que sucede es que cuando los inversores se sienten inseguros, venden estas monedas débiles y compran el dólar, que los hace sentir más seguridad, pero con ello elevan el precio del billete verde.

Esto ocurre por si fuera poco, en medio de un clima de tensiones comerciales entre EU y China, contra quien se espera que el gobierno de Trump anuncie nuevos aranceles por hasta 200 mil millones de dólares mañana jueves, mientras la Reserva Federal estadounidense se anticipa que seguirá subiendo las tasas de interés.

Hay pues un doble incentivo: nerviosismo y caída de precios en activos de riesgo, con expectativas de mejores rendimientos en dólares, lo que atrae como imán a los capitales hacia la seguridad.

Todas estas condiciones se ven ya como peligrosas nubes, que amenazan con convertirse en una ‘tormenta prefecta’ para mercados emergentes.

No es descartable que haya este mes o en octubre, un pánico especulativo que colapse los mercados bursátiles y de divisas en favor del dólar, y más, porque gobiernos como los de Argentina y Turquía no están tomando las ‘medicinas’ económicas necesarias.

¿Se puede salir del agujero económico sin reducir los excesos de gasto, como se resiste a hacerlo Erdogan en Turquía? ¿Se estimula la economía gravando exportaciones y controlando precios como está haciendo Macri en Argentina? ¿Se puede convencer a Trump de que los aranceles a quienes más perjudican, es a los consumidores de su propio país? ¿Podemos evitar que la Fed siga elevando los tipos de interés? La respuesta es obvia: no.

Justo por este ambiente externo adverso, es muy importante que en México el Paquete Económico para el primer año de gobierno de AMLO –que pronto estará revisando el Congreso de la Unión-, cumpla con lo que prometió en campaña: esto es, que tenga un presupuesto equilibrado para que la deuda pública no aumente, y que no suban los impuestos.

También es importante que NO se cancele el Nuevo Aeropuerto Internacional de México y que no se siga con el financieramente inviable proyecto de construir refinerías.

Mensajes económicos como esos, son indispensables para que México pueda sortear de mejor manera la tempestad financiera que se avecina sobre los emergentes, y de la que no estaremos exentos.

El propio AMLO ha reconocido que el país no atraviesa una crisis política ni financiera (todavía), pero de la calma a la crisis sólo hay un paso de distancia.

¿Por qué Venezuela seguirá yéndose a un abismo sin fondo?

El viernes pasado, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, anunció una serie de medidas económicas radicales, como la de elevar los impuestos a las empresas, subir los precios de la gasolina a niveles internacionales y disparar el salario mínimo en 3 mil por ciento.

Esto último que algunos podrían creer que se trata de un buen empujón para mejorar el nivel de vida de los venezolanos, no es nada cuando se le compara con la hiperinflación que padecen, y que el FMI calcula que podría alcanzar este año hasta 1 millón por ciento. ¡Increíble pero cierto!

Los cambios incluyen una conversión con la que le eliminan cinco ceros a su moneda, que se suman a los tres que ya le había quitado Hugo Chávez. Su divisa, el ‘bolívar fuerte’, pasa a denominarse ‘bolívar soberano’.

Este es un ejemplo típico de un simple cambio cosmético, porque de fondo, le adelanto que no resolverá en absoluto el problema de la inflación en ese país, ni el desplome de su economía.

Y es que aunque Maduro le echa la culpa a las sanciones y bloqueos que le ha impuesto Estados Unidos, la realidad es que la causa de la enfermedad económica venezolana es el control que su gobierno ejerce en toda la economía.

No olvidemos que Venezuela no es el único país con sanciones por parte de Washington –ahí está Rusia, también, por ejemplo-, pero es la que tiene la moneda que más se devalúa de todo el planeta. Los bolívares están perdiendo valor todo el tiempo y a una gran velocidad.

La razón es que en Venezuela NO hay libertad económica. Por supuesto, tampoco existe el libre comercio; las autoridades fijan los precios y los salarios que quieren, derrochan dinero e imprimen billetes sin ton ni son para sufragar sus gastos, etc. Un completo desastre, que entre más controles le quieren aplicar, más corrupción y problemas generan.

Esa es la verdadera guerra económica interna que está matando –literalmente- de hambre a los venezolanos, y su máximo responsable es nada menos que el propio Maduro.

Querer combatir una enfermedad de intervencionismo estatal en la economía con más decretos, controles de precios, gasto público, subsidios, control cambiario, etc., es como tratar de apagar un incendio con gasolina.

Esta amarga experiencia debe servir como lección para todo el mundo: las economías controladas y planificadas fracasan el 100 por ciento de las veces, porque sólo los encargados de producir los bienes y servicios –los empresarios grandes y pequeños-, gracias a la guía que les provee el consumidor con sus compras, son quienes saben mejor que nadie lo que se debe producir o dejar de hacerlo.

Son los emprendedores los que con sus inversiones crean crecimiento y empleo para la gente, y por eso, mucho ayuda un gobierno que no estorba con altos impuestos, restricciones, controles de precios, déficit fiscal, corrupción y demás.

Los gobiernos deben ser garantes de la seguridad, la propiedad de personas y empresas, así como de sancionar a quien atente contra ellas.

Facilitar la inversión y respetar el derecho de todos de comprar y vender a precios libres, con quien se quiera, es una regla que nunca debería ser violada por gobierno alguno.

Maduro está haciendo justo lo contrario, por lo que desgraciadamente a los venezolanos no les quedan muchas opciones más allá de abandonar su país, lo que de paso está generando una auténtica crisis migratoria en vecinos como Colombia y Brasil.

Mientras se sigan cometiendo los mismos errores, Venezuela seguirá yéndose a un abismo sin fondo

Refinerías y nacionalismo, ¿cueste lo que cueste?

Los discursos nacionalistas de los gobernantes, que a menudo van de la mano de las voces mercantilistas, suelen terminar mal. No es para menos. Así como la libre circulación de mercancías propicia la competencia, el aumento de la oferta de bienes, la mejora de precios, la cooperación internacional, el crecimiento y la paz, las restricciones comerciales, los controles de precios y la planificación centralizada de un país, conducen al atraso y la crisis económica.
Este sencillo principio basado en la libertad y el respeto al derecho individual de todos los agentes económicos de usar, comprar o vender su propiedad privada como mejor le parezca, está de lleno asociado al hecho de que sólo aquellos países con libertad económica son los que logran prosperar, mientras que los más controlados se hunden en la pobreza. Pensemos por ejemplo en Cuba, Corea del Norte o Venezuela.
Por las razones anteriores, México ha dado pasos en el sentido correcto con la Reforma Energética, que por desgracia, el gobierno actual ‘vendió’ al público con una ilusoria promesa de que los energéticos bajarían de precio. Era mucho más que eso.
Lo más importante es que se trataba de un avance para acabar con el monopolio, ineficiencias y corrupción de Pemex, y para permitir que la inversión privada hiciera posible que los recursos energéticos del país se aprovecharan en vez de quedarse en el subsuelo. La inviabilidad de la petrolera mexicana, ahogada en deuda y pasivos contingentes, lo hacían ya insostenible.
No por nada de acuerdo con cifras de Pemex, la producción diaria de crudo, que al terminar el sexenio de Ernesto Zedillo era de 3 millones de barriles (mdb), y que seis años después se mantenía casi igual, en noviembre de 2012 era ya de sólo 2.5 mdb. A junio pasado, el dato más reciente, la producción de petróleo es de apenas 1.84 mdb diarios… y cayendo.
El caso de las gasolinas es aún más dramático.
Mientras que al inicio del actual sexenio de Peña Nieto se importaban más de 363 mil barriles diarios de gasolina, en 2017 se importaron en promedio 570.6 mil. En lo que va de 2018 el promedio está en 586.7 mil barriles cada día.
El valor de las gasolinas y el diésel importados en 2017 creció 35 por ciento a 21 mil 126 millones de dólares, la mitad de las importaciones petroleras del país y 69 por ciento del volumen total del consumo automotriz.
Esta situación deficitaria se explica por la (adecuada) política de Pemex de refinar, sólo cuando las condiciones del mercado le permitan rendir ganancias. No tiene caso producir para perder.
Dicha postura contrasta con la del presidente electo Andrés Manuel López Obrador, quien pretende construir dos refinerías cueste lo que cueste.
Esa óptica es errada porque se basa, como decíamos al inicio, en una concepción mercantilista del comercio internacional como un juego de suma cero, donde lo que uno gana el otro lo pierde. Es por ello que quiere que México ‘deje de importar gasolina’, pese a ser lo económicamente viable para Pemex y para el país.
Nymia Almeida, analista senior para Pemex de Moody’s –citada por diario de economía y finanzas -, ha dicho que la empresa productiva del Estado podría perder el grado de inversión si distrae recursos en construir refinerías en vez dedicarlos a la producción de crudo, que es lo que le reditúa.
Según Moody’s, la rehabilitación de las refinerías es viable y sería suficiente para satisfacer la demanda de combustibles en el país, por lo que no tiene ningún sentido construir más refinerías.
Sería mejor que Pemex dedicara ese capital para exploración y producción, pues de paso, si tiene menos ingresos por refinar, va a pagar menos impuestos al gobierno, en un momento en el que estará ávido de recursos públicos para cumplir los compromisos de más beneficios sociales que ha hecho AMLO.
A esta crítica y preocupación se han sumado también otras voces como la de Carlos Serrano, economista en jefe de BBVA Bancomer, quien ha declarado que le preocupa que se hagan “inversiones tan cuantiosas en una industria que tiene problemas de eficiencia hoy. (…). Nosotros creemos que es más eficiente seguir importando gasolinas.”
El prominente economista español Daniel Lacalle, ha advertido por su parte que sería un despilfarro construir refinerías cuando las actuales están subutilizadas, y hay exceso de capacidad de refino en el mundo.
No hay ninguna duda. La ocurrencia nacionalista de AMLO, desde la óptica económica, es un sinsentido.
El riesgo de aferrarse a esa idea, como podrá entenderse, no sólo es que se ponga en riesgo la estabilidad de Pemex, sino de las finanzas públicas y con ello, de todo el país.
La estabilidad macro no es condición suficiente, pero sí indispensable para que, cualquier logro social que se consiga con AMLO, no termine perdiéndose más tarde con una nueva gran crisis que debió y pudo haberse evitado. Estamos a tiempo.

El recorte burocrático que propone AMLO es justo y necesario

Una de las propuestas más controvertidas del virtual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, incluidas en su plan de austeridad y de descentralización del gobierno, es la de recortar en hasta 70 por ciento las plazas de confianza, así como el ingreso y privilegios que perciben los altos funcionarios actualmente.

Ese porcentaje implica que más de 200 mil personas perderían su trabajo, y que de los que se queden, algunos tendrán que aceptar una sustancial reducción de sus sueldos, porque ya nadie podrá ganar más de los 108 mil pesos mensuales que ganará el presidente de la República.

Eso sin contar con que con la descentralización, muchos otros tendrán que mudarse según la dependencia en la que trabajen, a distintas entidades del país.

Por supuesto hay molestia de parte de quienes se verían afectados, pero la realidad, es que muchas de esas plazas y hasta dependencias, nunca debieron existir en primer lugar. La Administración Pública Federal no es ni debe ser la ‘bolsa de empleo’ más grande de México.

La labor primordial del Estado es la de garantizar la seguridad de las personas, tanto en sus bienes y propiedades, como en su integridad física, y claro, castigar a quien atente contra ellas.

Ahí es donde deben enfocarse los esfuerzos del gobierno, y no deben escatimarse recursos para ello, como tampoco despilfarrarse en labores que no le son propias, como la de ‘estimular’ una economía.

Son los empresarios y los trabajadores los que la hacen crecer, crean empleos y aumentan la riqueza y el bienestar de una sociedad, no los gobiernos. Su labor, reitero, está en garantizar la seguridad y propiedad de las personas, lo que significa a su vez hacer valer un mercado competitivo donde, con libertad, los consumidores sean quienes decidan qué empresas, giros y empleos deben prevalecer y cuáles desaparecer. No hay nada más democrático que eso.

En un mercado todos tienen que respetar idénticos derechos en todos los demás, sin excepciones, y es obligación de la autoridad hacerlo valer.

Cuando en cambio lo que busca el gobernante es decidir de manera central lo que es ‘mejor’ producir o detener, importar, cuánto deben constar las cosas, cuál debería ser el salario ‘justo’, etc., la economía comienza a desvirtuarse porque sigue la peor de las guías posibles: la de un burócrata que NO es, NI PUEDE SER más listo, ni tener más información que millones de seres humanos actuando y decidiendo en libertad cada segundo con quién, cuánto y a qué precios comprar para satisfacer sus gustos y necesidades.

No por nada las economías centralmente planificadas fueron un completo desastre a lo largo de todo el siglo XX, y hoy en día, las menos libres están siempre entre las peores, más empobrecidas y con menos libertad para sus ciudadanos, como Cuba, Corea del Norte o Venezuela.

China y Rusia, en cambio, jamás volverán a la tragedia de la planificación central del pasado, y ven hacia delante la posibilidad de consolidarse como potencias gracias a la competencia y el mercado.

Así las cosas, le decía que en México a los largo de décadas de gobiernos priistas y panistas, se ha engordado un enorme y obeso aparato burocrático, ocupado en actividades diversas a las que no deberían dedicarse tantos recursos ni personal.

Por esa razón, en este espacio no podemos sino estar de acuerdo con la propuesta de López Obrador de adelgazar la burocracia.

Ahora bien. Para que esos sean ahorros reales y no sólo propaganda populista, el dinero que ya no se gaste en burócratas y privilegios, tampoco debe derrocharse en ‘apoyar’ la economía, ni tampoco en ‘programas sociales’, que diversos estudios han demostrado que no son eficientes ni eficaces en el combate a la pobreza, y que pueden comprometer la estabilidad financiera del país además de generar clientelas políticas.

Las frágiles finanzas públicas que deja Peña Nieto, no dan mucho espacio fiscal para AMLO.

Por eso, bienvenida la austeridad si será real, pero lo más importante a cuidar es que el gobierno ya no incurra en déficit fiscal y que no haya aumento de la deuda, pues esto es indispensable para la estabilidad económica de México. Sin ella, no habrá progreso social que perdure.

La promesa económica más importante de AMLO

 

De todas las propuestas y promesas económicas del virtual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, la más importante –y quizá difícil de cumplir-, será la de tener y mantener durante todo su gobierno unas finanzas públicas equilibradas, sin déficit, que corrijan el crecimiento de la deuda pública que se disparó este sexenio, y que reduzcan poco a poco el tamaño de la deuda como porcentaje del PIB.

Hay sin duda hasta ahora algunas buenas señales de parte del propio López Obrador como de su equipo económico –encabezado por Carlos Urzúa, próximo secretario de Hacienda-, como el compromiso de respetar la autonomía de Banco de México, y el de elaborar para el próximo año un verdadero Presupuesto Base Cero (PBC).

En este sexenio el (mal) intento que hizo el entonces titular de Hacienda, Luis Videgaray, por lograr ese PBC, se quedó en palabras.

Urzúa, junto con Gerardo Esquivel y Arturo Herrera –propuestos como subsecretarios de Egresos y Hacienda y Crédito Público, respectivamente-, trabajan ya en la elaboración del Presupuesto de Egresos de la Federación para 2018 con la técnica de PBC.

Esquivel ha dicho que con él buscan ‘ahorrar’ hasta 500 mil millones de pesos, gracias a la eliminación o fusión de programas, al ajuste que harán en el tamaño de la burocracia y a la revisión de los privilegios e ingresos de los altos funcionarios, entre otros recortes.

Hay que decir que ese ‘ahorro’ sólo será tal si en verdad ese dinero se DEJA de gastar, y no sólo se redirige por completo a otros rubros para cumplir las promesas de AMLO.

Para cumplir su promesa de ‘cero déficit’ –que por cierto también la hizo Peña Nieto y NUNCA la cumplió-, el equipo económico del tabasqueño tiene recortar el presupuesto para en serio dejar de gastar. Si sólo redirigen el gasto, terminará igual que el compromiso incumplido de EPN.

Esto tenemos que tenerlo más que claro: mantener la estabilidad financiera del sector público, es fundamental para dar una base sólida de certeza a los inversionistas y empresarios, que son quienes se arriesgan e invierten para generar crecimiento y empleo.

Por eso como le digo, ese será no el único, pero sí el factor interno más importante a cuidar en el plano económico, pues de él depende en buena medida la fortaleza del peso, el nivel de inflación y el poder adquisitivo de nuestros ingresos.

Esperemos que también se avance como se ha prometido, con la recomendación del Fondo Monetario Internacional de crear un Consejo Fiscal, propuesta que fue rechazada por la actual administración, pero que si se realiza el próximo sexenio sería una señal adicional de confianza a nivel internacional.

Esquivel dice que van por el Consejo Fiscal, pero esperemos que una vez pasada esta normal ‘luna de miel’ después del 1 de julio, esa convicción se mantenga.

Un Consejo Fiscal es un grupo especializado que se encarga de proporcionar información, analizar y vigilar el desempeño del presupuesto público de manera independiente. Gracias a ello se pueden corregir mejor, a tiempo, errores y desbalances, por lo que es un contrapeso que hace mucha falta. El Congreso no ha fungido como ese contrapeso necesario.

La disciplina fiscal permitirá a México prepararse en tiempos de crecimiento, para una inevitable nueva recesión que tarde o temprano va a llegar a la economía de EU, y que desde luego terminará afectando a la nuestra. El último ‘bache’  económico fue en 2009, y este largo período de crecimiento sin recesión no será eterno.

Siempre será mejor que enfrentemos los problemas externos con la suficiente fortaleza financiera interna, pues no tenemos control sobre acciones externas e imprevistas –como las de Donald Trump contra el libre comercio-, pero sí sobre lo que aquí el gobierno va a gastar.

¿Será capaz AMLO, que es quien mandará sobre Urzúa, Esquivel y Herrera, de mantener la cabeza fría todo el sexenio en materia de gasto, incluso en los tiempos difíciles que irremediablemente vendrán?

El dólar ya vio ganador el 1 de julio

 

Desde el pasado 15 de junio –día en que llegó a un máximo de 20.96 pesos, nivel no visto desde enero de 2017-, el peso por fin comenzó a revertir la continua caída que mantuvo desde mediados de abril, cuando el precio del dólar tocó fondo en los 17.93 pesos.

Antier el tipo de cambio bajó hasta los 19.78 pesos en el mercado al mayoreo, lo que significó su mejor nivel desde el 30 de mayo pasado.

Son varios los mensajes que pueden leerse de este fortalecimiento de nuestra moneda. Por ejemplo, que ante la proximidad de las elecciones, los inversores están dando por hecho dos cosas: un posible triunfo contundente del candidato puntero –nada de sorpresas-, y por otro lado, que no habría sobresaltos por lo menos por este factor de aquí al 1 de diciembre que tome posesión el nuevo presidente.

En este mismo sentido, según reportó el martes la agencia Reuters, Jaime Cortina, director general de Operaciones y Sistemas de Pagos de Banco de México, coincidió también en que desde su punto de vista el mercado ya descontó con una alta probabilidad que el candidato puntero según las encuestas durante toda la campaña –López Obrador-, resulte ganador.

Aclaró que la necesidad de “ajustes bruscos” en los mercados dependerá del mensaje que envíe el candidato vencedor en materia de política económica, que seguramente tendrá que ser un tono conciliador y tranquilizador para los inversionistas.

A esto por supuesto ha contribuido que Banco de México (Banxico) –bajo la dirección del ‘halcón’ Alejandro Díaz de León-, ha mostrado una postura agresiva contra la inflación, elevando su tasa de interés objetivo hasta 7.75 por ciento la semana pasada. De igual modo, el gobierno ha hecho lo propio para lograr en 2017 y 2018 un superávit primario que contenga el deterioro de las finanzas públicas de años anteriores. No es un gran logro esto último, pero al menos el crecimiento de la deuda como porcentaje del PIB ha dejado de crecer.

Sin embargo, pese a estos esfuerzos, la realidad es que la fortaleza del peso podría ser de corta duración, porque allá fuera hay también factores que podrían seguir afectándolo, como la gran incertidumbre por la renegociación del TLCAN y la agresividad que ha mostrado Donald Trump contra el libre comercio para reducir el déficit comercial de EU.

No olvidemos que para empezar, ya impuso aranceles para reducir las importaciones de su país desde México, Canadá y China.

Antier, por ejemplo, Trump dijo que pronto impondría aranceles a la importación de autos desde la Unión Europea, por lo que es de esperar que esta postura también la tenga con nuestro país, donde tampoco ha dado muestras de estar más dispuesto a ceder en materia comercial.

En suma, ojalá que baje más el dólar –por los factores que sean-, pero si lo hace, habrá que tomar la oportunidad para comprarlo como inversión de cobertura y como protección a nuestros ahorros, ya que en próximos meses la presión sobre nuestra moneda va a volver.

Más allá de la coyuntura, la realidad es que las políticas asistencialistas que AMLO ha prometido, no cuadran con sus propuestas de mantener la disciplina fiscal y de no aumentar los impuestos ni la deuda.

Por eso, en esta columna prevemos que –una vez pasada la ‘luna de miel’ del ganador de las elecciones presidenciales- la debilidad estructural del peso despertará a la cruda realidad. Tome sus previsiones.

Para estar al día con las señales de compra-venta o inversión en este y otros activos, lo invito a que considere suscribirse a nuestro boletín financiero

¿Por qué acumular oro y plata justo ahora?

 

El oro es el dinero por excelencia. No importa el momento de la historia o el lugar del planeta de que se trate, esta mercancía es la más valorada de todas. Es el refugio financiero por excelencia y como tal, su función es la de ser una especie de seguro contra desastres económicos, la inflación, la depreciación de la moneda, y como un depósito de valor de largo plazo.

Cuando se tiene en forma física, resguardado en un lugar seguro, usted no tiene que preocuparse por si se colapsa la bolsa de valores, o si su banco quiebra, porque el oro es indestructible y nunca llegará a valer cero, como sí puede ocurrir con otros activos.

Por eso, es indispensable tener oro, o en su defecto plata –que cumple casi las mismas funciones que el oro pero a un precio muy económico-, en su cartera de ahorro o inversión.

No importa si usted tiene unos cuantos pesos o grandes capitales, debe tener metales preciosos físicos para su seguridad patrimonial familiar.

Esto, sin embargo, no sólo es válido personas sino también para todos los países, que también se ven expuestos como nación a riesgos económico-financieros.

Por cierto, México es por mucho el máximo productor mundial de plata y el octavo productor de oro, algo que deberíamos aprovechar más. Y es que nuestro país está en un lejano lugar 30 de reservas internacionales en este metal, según el Consejo Mundial del Oro.

Las economías emergentes con mayor número de reservas áureas son China, en quinto lugar mundial con 59.2 millones de onzas troy; y Rusia es sexto con 59.1 millones.

México tiene sólo 3.86 millones de onzas troy de oro en reservas (poco más de 120 toneladas), casi todo bajo resguardo en el Banco de Inglaterra, en Londres.

Esto significa que menos del 3 por ciento de sus activos internacionales está en oro. Sus últimas compras de 100 y 20 toneladas, respectivamente, las realizó en 2011 y 2012. Ya hace mucho.

Según datos del Gold Yearbook 2018 de la consultoría especializada CPM Group, nuestro país contribuye desde el año pasado con el 4.6 por ciento de la capacidad de producción global de oro.

En cuanto a la plata, en 2017 México produjo 172 millones de onzas troy, y se espera que este año suba a más de 180 millones de onzas. Nadie nos quita el primer puesto mundial.

De cara al futuro, la demanda de inversión en ambos metales preciosos monetarios será la que determine el movimiento de sus precios, que se espera acelere su tendencia alcista reiniciada en diciembre de 2015.

Si aún no tiene monedas de oro para invertir, le recomiendo considere acudir a la Casa de Moneda de México, que tiene tiendas en San Luis Potosí y en la capital del país. Ahí puede conseguir una onza de oro puro de la serie Libertad por poco más de 29 mil pesos.

Para quien no quiera o no pueda adquirirlas, está la onza de plata pura también de la serie Libertad, donde la mejor opción de compra hasta el momento, por precio, disponibilidad y cobertura nacional, es Banco Azteca. Hoy una de estas monedas le cuesta sólo 418 pesos. Vale la pena, y más, con los tiempos de incertidumbre y posible crisis que se avecinan al país por el tema del TLCAN y la inminente elección presidencial.

Banxico y el peligro para México

Ayer el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF), hizo una propuesta, sobre la que algunos analistas como Isaac Katz, Sergio Negrete y un servidor, entre otros, hemos insistido durante algún tiempo: darle plena autonomía al Banco de México (Banxico).

Con frecuencia se piensa que dicha autonomía, que ya existe, es plena, y que por lo tanto, no hay peligro alguno –más allá de la influencia y presión políticas- de que desde el gobierno se le dicten las medidas que debe adoptar en materia económica.

Sin embargo, la misma Ley del Banxico es muy clara. Transcribo completos sus artículos 18 y 21:

Art. 18 El Banco de México contará con una reserva de activos internacionales, que tendrá por objeto coadyuvar a la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional mediante la compensación de desequilibrios entre los ingresos y egresos de divisas del país.

Art. 21 El Banco de México deberá actuar en materia cambiaria de acuerdo con las directrices que determine una Comisión de Cambios, que estará integrada por el Secretario y el Subsecretario de Hacienda y Crédito Público, otro subsecretario de dicha Dependencia que designe el Titular de ésta, el Gobernador del Banco y dos miembros de la Junta de Gobierno, que el propio Gobernador designe. Los integrantes de la Comisión no tendrán suplentes.

Las sesiones de la Comisión serán presididas por el Secretario de Hacienda y Crédito Público, en su ausencia, por el Gobernador y, en ausencia de ambos, por el subsecretario que designe el Titular de la citada Secretaría. Quien presida la sesión tendrá voto de calidad en caso de empate.

La Comisión podrá reunirse en todo tiempo a solicitud del Secretario de Hacienda y Crédito Público o del Gobernador; sus sesiones deberán celebrarse con la asistencia de por lo menos tres de sus miembros, siempre que tanto dicha Secretaría como el Banco de México se encuentren representados. Las resoluciones de la Comisión se tomarán por mayoría de votos, siendo necesario en todo caso el voto favorable de por lo menos uno de los representantes de la citada Secretaría.

El Gobernador informará a la Junta de Gobierno sobre dichas resoluciones.

El secretario de la Junta de Gobierno y su suplente lo serán también de la Comisión de Cambios.

Como puede verse, las resoluciones de dicha Comisión de Cambios se toman por mayoría de votos de sus integrantes, pero quien preside sus sesiones tiene además voto de calidad en caso de empate, y es indispensable que siempre un representante de Hacienda vote a favor.

Así que contrario a la creencia común, Banxico no es autónomo en lo que respecta al tipo de cambio y a la administración de las reservas internacionales. Legalmente esos activos son del Instituto Central, pero no puede decidir sobre ellos con libertad para cumplir su objetivo prioritario de procurar la estabilidad del poder adquisitivo de nuestra moneda.

Es el gobierno en turno el que todavía lleva la voz de mando en Banxico, y eso siempre es riesgoso, más aún con un posible gobierno populista en puerta. A la mesa de la autonomía, le falta la pata más importante.

Por eso, qué bueno que ahora el IMEF insista en el tema de desaparecer la Comisión de Cambios, pues no hay duda de que esto ayudaría a asegurar que el precio del dólar se mantuviera libre en todo momento, y que las reservas de divisas se administraran de mejor forma.

Para decirlo claro: todavía es posible intentar ‘defender al peso como perro’, si al gobierno se le da la gana, una batalla que el 100 por ciento de las veces se pierde, pues nadie tiene más dinero que todo el mercado. El tipo de cambio es como un ‘termómetro’ que debe reflejar las condiciones de oferta y demanda de dólares, y no debe ser nunca un precio controlado ni decidido políticamente.

Cuando esto se intenta, los resultados son catastróficos: se genera incertidumbre, mercados negros, escases de divisas, inflación descontrolada, etc.

En México se hizo en el pasado y hoy en día se sigue intentando en países como Venezuela e Irán, con los resultados desastrosos para la economía que todos conocemos.

La mala noticia es que como las sesiones ordinarias del Congreso ya concluyeron, y este no es un tema prioritario para nuestros legisladores salientes, el sueño de la autonomía plena para Banxico se quedará en eso. Puede apostar que un eventual gobierno de López Obrador no le hará tampoco ningún cambio.

Los vientos políticos presagian tormenta en el horizonte económico para México. Hay que tomar previsiones.