Mi Maggie, quiere, pero está claro que no puede. Todo mundo la desaira, la dejan sola en sus mítines, le gritan “asesina”, no puede ver ni en pintura al presidente de su partido y además tiene un marido que más que ayudarla, le estorba.
Y es que Margarita es terca, quiere gobernar desde Los Pinos. Ya fue diputada local y luego diputada federal. Nada importante. Claro, fue Primera Dama de este país del 2006 al 2012, pero fuera de ahí no ha tenido un cargo relevante como para aspirar a la silla presidencial –ya ven ustedes que en México los presidentes suelen estar muy bien preparados-.
Hay que decirlo, Margarita Zavala es una mujer discreta, muy discreta, tirándole a gris. Gris fue su papel como Primera Dama, gris su paso por el Congreso y su partido y gris su trayectoria política construida a la sombra de su marido, el simpatiquísimo Felipe Calderón.
Margarita, mesurada en los eventos oficiales de su esposo, con poco maquillaje y vestuario sobrio, eso sí, con sus coloridos rebozos. Prudente, cuidando de su imprudente marido. De opiniones reservadas, juiciosa, sensata, reflexiva, gris, muy gris. Pobrecita.
Obituario: Suspendieron el metrobús en reforma… ¡Bravo Mancera, bravo!