Adeu, Mariano Rajoy

El análisis de lo que vimos en Cataluña, el domingo pasado, es todo menos fácil. Sin duda, Mariano Rajoy se ha equivocado, pero no solamente por someter por medio de la violencia a los votantes, sino por haber caído en la provocación y por querer reducir la política a la juridicidad.

En la conferencia de prensa que dio tras la represión vimos a un Rajoy de cuerpo entero: ensoberbecido, amparado en la letra de la ley, lejos de las voces de sus ciudadanos, ajeno al diálogo político. Rajoy permitió que el conflicto escalara. Convirtió una crisis en un problema y esta falta de pericia política no puede salirle gratis.

En pocas palabras, Mariano Rajoy tiene más poder que talento. Esto lo han gritado lo mismo Pablo Iglesias —de Podemos— que Pedro Sánchez —del PSOE—. Aunque lo más lamentable es que los propios populares lo saben; José María Aznar no se cansa de mostrar su desprecio por el manda más de la Moncloa.

Pero los independentistas tampoco lo han hecho bien. Lograron hacerse del poder en el Parlamento mediante la coalición Juntos por el sí —Junts pel Sí— que aglutinaba a Convergencia Democrática de Cataluña (CDC), Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Demócratas de Cataluña, Moviment d’Esquerres y a la Candidatura de la Unidad Popular (CUP). Partidos que no comparten ni formas, ni objetivos, ni fines políticos o económicos, pero que quieren una sola cosa: la independencia.

Imagine, respetado lector, el sinsentido en que se convertiría la redacción de la Constitución del nuevo Estado cuando los principales actores están de acuerdo en una sola cosa: que no quieren ser parte de España. ¿Cómo pactarían los problemas económicos? ¿Cuál sería su moneda? ¿Cuál su posición frente a la Unión?

En mi opinión, la solución del conflicto catalán pasa por lo que el famoso filósofo del derecho Alan Tarr ha denominado constituciones subnacionales. Se trataría de reconocer que la Constitución española es la fuente primaria mientras que la catalana es la refleja.

Pero, a partir de nuevos márgenes de convivencia, Cataluña podría ganar la soltura política y económica que reclama sin, necesariamente, dar la espalda al pasado ni enfrentar los embates de la incertidumbre de su nueva condición en la Unión Europea. Se trataría de defender la “españolidad de Cataluña, pero respetando su especificidad”.

Por defender la Constitución, Rajoy dio la espalda a los ciudadanos. Al presidente se le olvidó lo que Rousseau nos ha enseñado: el pueblo es el titular de la soberanía. Y no, no se necesitaba la represión sino un replanteamiento constitucional profundo que escuchara las necesidades de las voces ciudadanas; en otros términos, un nuevo constituyente que aclarara el estatuto de las autonomías –Catalana, Vasca, por ejemplo.

Ojalá que los habitantes de Cataluña encuentren la manera de seguir siendo parte de España; espero que Mariano Rajoy ¡de una vez se vaya!

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