Pero, ¿no que la depreciación ‘no importaba’?

El lunes, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ratificó la línea de crédito flexible que tiene para México 62.389 mil millones de Derechos Especiales de Giro (DEGs), unos 86 mil millones de dólares al día del anuncio. Hay que aclarar que esto no significa ya nos estemos endeudando por ese monto, sino que es como si nos concediera esa institución una ‘tarjeta de crédito’ que podremos utilizar en caso de emergencia.

Dicho monto se suma a las reservas internacionales del Banco de México (Banxico) de poco más de 175 mil mdd, que sirven para absorber impactos financieros del exterior.

De forma coincidente también ayer el precio del dólar cayó a un mínimo de 5 semanas al cotizar en los 18.62 pesos en el mercado interbancario, y por primera vez en 5 años, esta semana la Secretaría de Hacienda subió su estimado de crecimiento del PIB para 2017 a un rango entre 1.5 y 2.5 por ciento. Así que en apariencia las cosas se están tranquilizando para bien en los mercados.

Es falso como algunos dicen por ahí que México esté atravesando una crisis económica en estos momentos. Todavía no. Hay sí una crisis muy seria en materia de seguridad, corrupción e impunidad que tiene que atenderse de manera urgente, pero la economía –aunque no lo suficiente-, sigue caminando.

Ahora, debemos ver más allá del día de hoy y advertir los riesgos que se vienen para la segunda mitad de este año.

Como ya lo comentó Arturo Damm ayer en su artículo ‘Actividad Económica: de mal en peor’, según el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), con cifras desestacionalizadas –las que deben tomarse para comparar-, en términos anuales este año México tuvo en marzo pasado un crecimiento de 2 por ciento, inferior al 2.4 de 2016 y al 2.6 de 2015.

En términos mensuales –también al corte de marzo-, la actividad económica decreció 0.2 por ciento, igual que en 2016 y peor que en 2015 cuando el crecimiento fue de 0.0 por ciento.

Marzo como ve fue bastante malo, peor incluso en términos mensuales con respecto a enero y febrero, cuando la actividad económica creció 0.2 y menos 0.1 por ciento, respectivamente.

En suma, podemos advertir una cierta tendencia de la actividad económica a la baja, a pesar del optimismo de algunos analistas y de las autoridades del país que revisan sus expectativas al alza.

En unos cuantos meses pasamos del pesimismo total –tras el triunfo de Trump en las elecciones presidenciales de EU-, al optimismo extremo, y de los dos, la verdad, el más peligroso es el optimismo exagerado porque a muchos les hace bajar la guardia.

Aunque no haya crisis TODAVÍA, no debe perderse de vista que la inflación está en máximos de 8 años, en 6.17 por ciento a tasa anual a la primera quincena de mayo. ¿Se acuerda que algunos decían que la depreciación cambiaria no importaba porque la inflación se mantenía baja? Bueno, es el problema de no ver más allá de las propias narices.

La realidad es que el alza de precios daña en automático el poder adquisitivo de nuestros ahorros e ingresos.

Por eso a pesar de las críticas que ha recibido, Banxico actuó bien al seguir subiendo su objetivo de tasa de interés que ya está en 6.75 por ciento, pero que en términos reales sigue siendo muy baja. Eso deja aún manga amplia para futuras y paulatinas alzas.

La abundancia de crédito barato que ha habido durante los últimos años y que nos hizo crecer tras la Gran Recesión, tiene que llegar a su fin, pues no hay crecimiento sostenible con base en lo que no puede crecer para siempre: el endeudamiento –tanto público como privado-.

Por si esos factores fueran poco, Estados Unidos ya va tarde para una nueva recesión. Ese país vive desde 2009 el segundo período más largo de crecimiento sin caída del PIB desde la Gran Depresión, por lo que una recaída es cuestión de tiempo y está cada vez más cerca.

Cuando les llegue a nuestros vecinos del norte, como siempre, México será arrastrado –ahora sí- a una nueva crisis y recesión. Mucho ojo sobre los índices bursátiles que serán los primeros en sufrir.

No estamos todavía en una tormenta, pero el pronóstico del clima económico para los próximos meses es de irse preparando para el aguacero.

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