Libertad amenazada

Héctor de Mauleón suele poner orden al caos.

Si el periodismo tiene como funciones esenciales las de informar y opinar, hay trabajos periodísticos que agregan otras aportaciones de valor social, como poner orden en el cúmulo de informaciones que saltan por todas partes y que a veces nos hacen sentir que no hay entendimiento posible.

Con su labor diaria, Héctor estructura porciones de la realidad, la que contextualiza y explica siempre con datos duros y enfoques pertinentes.

Su trabajo proporciona tal cantidad de elementos de información y análisis, que se convierte en denuncia y, eventualmente, en fuerza transformadora de la conciencia de la sociedad y del desempeño de la autoridad.

La suya es una voz de enorme valor en el concierto de la información pública y del debate nacional, especialmente en materia de seguridad, o de inseguridad, si se quiere, ámbito complejo por definición porque en él se dan cita, como amago o como acción consumada, el delito, el crimen, la violencia.

La irracionalidad de la violencia ha amenazado de nueva cuenta a Héctor de Mauleón, tal como lo ha hecho en otras ocasiones por su ejercicio periodístico, particularmente en casos que tienen como escenario la Ciudad de México.

Frente a estas amenazas sólo proceden la indignación y la solidaridad, así como la exigencia a las autoridades de poner un alto a este intento de intimidación y de riesgo potencial, para quien realiza un trabajo honesto y valioso sobre temas que deben ser expuestos.

En un marco más amplio, todas las voces que hacen circular hechos y opiniones nutren la diversidad de expresiones, percepciones e ideas respecto de nuestra realidad y de cómo mejorarla.

A pesar de los matices que cada quien apunte, en México gozamos de una pluralidad de contenidos informativos y de opinión, que hay que conservar y fortalecer.

Los más de 120 periodistas desaparecidos o privados de la vida en los últimos años, así como cientos que han padecido alguna forma de censura violenta y represión, dan una idea del riesgo que hoy implica ejercer el periodismo en México, sobre todo en lugares en donde la vulnerabilidad del informador es más acentuada.

Tal como lo expresó Héctor de Mauleón al recibir la Medalla al Mérito en Artes 2016, “no hay que olvidar la soledad en que se encuentran los periodistas en México”; si no hay un alto a la impunidad, dijo también, “el horror en contra de la actividad periodística no se va a detener”.

El combate a la impunidad es una de las claves para frenar las agresiones a periodistas, como también lo es todo cuanto pueda hacerse para prevenirlos e impedirlos.

Las amenazas deben investigarse porque son por sí mismas un delito, porque pretenden someter la libertad y porque en algunos casos pueden ser adelanto de ataques a la integridad física.

En casos como éste, e infortunadamente hay muchos, no caben solidaridades de grupo o selectivas. Los periodistas, los defensores de derechos humanos y organizaciones diversas de la sociedad civil pueden constituir una gran fuerza para condenar y contener todo intento de intimidación.

A la autoridad corresponde ofrecer las garantías para el ejercicio del periodismo, cuya relevancia social consiste en que se ejerce en función de los demás, de la inmensa mayoría de la sociedad que no podría conocer por sí misma la hondura de sus circunstancias, riesgos y oportunidades, sin el constante fluir de noticias y puntos de vista.

El periodismo no requiere de privilegios respecto de otros oficios o profesiones, pero sí condiciones que aseguren su ejercicio, ciertamente una más de las manifestaciones, pero fundamental, de la libertad de expresión y del derecho a la información.

Twitter: @mfarahg

Secretario general de la Cámara de Diputados y especialista en derechos humanos.

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