Septiembre: unidad frente a cohetones

 

El proceso electoral es un escenario que pone a prueba nuestra madurez política y la solidez de nuestra democracia; tenemos que ser capaces de competir sin destruir.

Septiembre es el mes emblemático de la historia de México. Septiembre se engalana con los colores de la bandera desde la plaza de la capital de la República hasta del más modesto poblado. Se iluminan las catedrales y los palacios de gobierno. Luces y papelillos adornan ventanas y balcones. Septiembre toma los colores de la patria y se viste de bandera. En el símbolo cabemos todos.

En septiembre de este año un cohetón lanzado por integrantes de la CNTE perforó una mica de la parte baje de un helicóptero de la Fuerza Aérea Mexicana que transportaba a reporteros que acompañaban al presidente Enrique Peña Nieto en una gira por Oaxaca.

El vocero de la organización sindical defendió la agresión con el argumento de que se trataba de desprestigiar la visita del mandatario y que, en todo caso, el cohetón no tenía capacidad para dañar la aeronave.

Así, hizo del ataque una confesión y de la irresponsabilidad una razón.

El mundo vive momentos difíciles. Se dirá que como siempre, pero el hoy es el que nos corresponde. El cambio climático provoca fenómenos que imponen marcas indeseables; el líder norcoreano lanza misiles como divertimiento; seguimos sin darle cauce sensato a la migración y acumulamos tragedias familiares en mares y desiertos; el crimen común amplía su crueldad y descaro, y el organizado amenaza Estados; la xenofobia y el racismo adquieren nuevo brío, mientras el terrorismo simplifica y amplifica su capacidad mortal.

México, afectado en mayor o menor medida por esas amenazas, se sostiene como una patria firme y, aunque padece algunas de las plagas de nuestro tiempo, es un país vivible y con futuro.

Esta viabilidad y fortaleza es obra nuestra, como también lo es aquello en lo que nos equivocamos y que pone en riesgo la herencia que hemos recibido y el legado que dejaremos.

Hay cohetones que no perforan helicópteros, pero que socaban nuestra convivencia. Tenemos que desterrar la pobreza, la violencia, la corrupción, la impunidad, los pequeños y grandes abusos, los absurdos crímenes contra mujeres. Y tenemos que evitar la división.

El proceso electoral que ha comenzado es un escenario que pone a prueba nuestra madurez política y la solidez de nuestra democracia.

Tenemos que ser capaces de competir sin destruir, defender nuestras ideas sin agredir las ajenas, debatir sin descalificar, dialogar sin imponer silencio, arengar sin odio, participar sin exclusiones.

El periodo electoral puede ser intenso y hasta alcanzar alto volumen, pero ello no implica dividir ni polarizar.

Ya enfrentamos bastantes desafíos internos y ya el mundo se encarga por su cuenta de proyectarnos sus sombras.

Frente a todo ello está lo que sí podemos hacer por nuestra parte. Más que agobiarnos por lo que no podemos controlar, hay que hacernos responsables de lo que sí está en nuestras manos.

Lo primero que debemos vencer es lo que amenaza la unidad del país. Unidos, podemos discutir y competir. Y perder o ganar sin destruir. Para que todos los meses se vistan del color de la armonía y septiembre siga vistiéndose de patria.

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