Sin libre comercio, no hay libertad

 

Ayer comenzó la llamada ‘renegociación’ del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y como algunos sí esperábamos, la delegación Trump enseñó los dientes desde el principio. Las crónicas nos cuentan que la postura de los estadounidenses, en especial en lo que respecta a México, fue la de vernos como enemigos.

Para Trump y sus empleados, es prioridad reducir el déficit comercial que Estados Unidos tiene con México por más de 60 mil millones de dólares (mdd). Como país no somos con los que tienen el mayor desbalance, sino con China –y también nos superan Japón y Alemania-, pero eso es lo de menos: somos ‘el rival más débil’ y allá lo saben. No desaprovecharán esa ventaja.

Por eso he entrecomillado la palabra renegociación en el primer párrafo, pues no han convocado a tal cosa, sino a buscar imponer sus condiciones.

De antemano, le podemos adelantar el resultado: habrá un nuevo ‘Tratado de no tan libre comercio’ entre los tres países de la región, lo cual es lamentable e injusto.

Cabe aclarar en este punto, que para el auténtico libre comercio no hace falta en absoluto la firma de ningún acuerdo, sino sólo abrir las fronteras y levantar por completo las restricciones a los intercambios. No existen por ejemplo tratados entre estados de la República y la CDMX, o entre Puebla y Veracruz, Sonora y Chihuahua –estados fronterizos-, etc.

Sí, suena a un absurdo económico y lo es, pero es exactamente igual que sí tenga que haberlo entre ‘países’, y los hay, sólo por razones políticas.

Y es que las transacciones no las hacen ‘México’ o ‘Estados Unidos’, que no existen como seres individuales porque, ¡no lo son! En realidad, los intercambios comerciales se efectúan entre miles o millones compradores y vendedores allá y acá, y a los que les debe estar permitido eso, que compren y vendan donde prefieran, donde les convenga o les guste.

La decisión de a quién le adquiere un consumidor, es y debe ser sólo de él –no del gobierno-, sin importar si su proveedor es nacional o extranjero. Con ello no afecta la libertad de nadie, y se fomenta la máxima competencia posible entre los productores para ganar la preferencia de los clientes.

El resultado sólo es benéfico para los consumidores, y no se olvide que todos sin excepción, lo somos.

De manera que el verdadero libre comercio debería ser siempre garantizado por los gobiernos, y no ser estos los primeros en estorbarlo, porque al hacerlo, violan la libertad individual de los ciudadanos a hacer lo que les venga en gana, siempre que no vulneren justo la misma libertad de otros.

Así que sin importar los motivos y hasta supuestas buenas intenciones de los gobiernos para limitar los intercambios –como la de ‘proteger la industria nacional’ (en realidad una élite de productores amigos del gobierno)-, hacerlo es reprobable, condenable e injusto, por atentar contra lo que es su obligación hacer valer: la libertad y la propiedad privada de las personas.

Lo que no abona al bienestar general de los consumidores, como la apertura y la máxima competencia en un ambiente de libertad, nos lleva hacia el atraso, la pérdida de productividad y competitividad. Hacia allá lleva Trump a EU, y por eso, sin importar el resultado de la ‘renegociación’ del TLCAN, el gobierno mexicano DEBE abrir sin pretexto la economía nacional al libre comercio auténtico con el resto del mundo. ¿Lo hará? No lo creo.

Los funcionarios mexicanos hablan de apertura comercial hacia fuera, pero no quieren abrir las puertas desde adentro. Mal hecho.

Es momento de ser congruentes y avanzar por el camino correcto y justo, para que nunca se olvide: sin libre comercio, no hay libertad, y sin ella, no hay justicia y mucho menos progreso económico.

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