Confidencial, ultraconfidencial y traición

Los últimos días en la Casa Blanca han sido un mare magnum de ejemplos para los profesores de ética: el despido del director del FBI, James Comey, por la investigación rusa; las declaraciones de ex Fiscal General Sally Yates, por la investigación rusa; la indagación a buena parte del gabinete y de la oficina de campaña, por los nexos con Rusia; la filtración de información clasificada por parte del presidente a la inteligencia rusa. Así, pasamos del conflicto de intereses, a la obstrucción a la justicia, a la alta traición; todo eso, en siete días.

No hace falta ser un genio para encontrar el común denominador: la fractura de la actual administración de la Casa Blanca pasa por el Kremlin.

El Presidente Trump ha defendido su “derecho a revelar secretos”. Así, impunemente, le ha dicho al mundo que reveló información confidencial al embajador ruso Sergéi Kislyak contraviniendo varios pactos de inteligencia con países aliados como Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania o Australia.

No puedo evitar preguntarme si el “derecho a revelar secretos” es la forma trumpiana de llamar derecho a la traición. La actual administración de la Casa Blanca es la distopía de la democracia americana.

A twitazo abierto, como ha sido en todo su gobierno, Trump contradijo las declaraciones de la oficina de comunicación de la Casa Blanca y acudió a sus “derechos” para justificar sus traiciones. Esto es, a todas luces, una crisis de credibilidad: el vocero de la Casa Blanca dice “no hay filtraciones” mientras que el Twitter presidencial anuncia “su derecho a hacerlo”.

¿Desde cuándo le importan los derechos al señor Trump? Es una novedad escucharlo hablar así, acudiendo al lenguaje de los derechos, cuando ha olvidado los de las mujeres, los de los migrantes, el derecho a la salud. Mucho me temo que la voz del Presidente no tiene eco alguno en el mundo de la legalidad.

En El Federalista, Alexander Hamilton señaló las condiciones para que tuviera lugar un impeachment: “serán sujeto de impeachment aquellos delitos que proceden de la mala conducta de los hombres públicos, del abuso o violación de alguna confianza pública”. Si revelar secretos de Estado a la inteligencia rusa no es un abuso de confianza pública entonces preparémonos para el encumbramiento de la dictadura americana.

Los republicanos tendrán que decidir si siguen siendo cómplices del actual presidente o si tienen –todavía– algo de lealtad a la nación americana. Pues lo que debemos preguntarnos no es si habrá una solicitud de impeachment. Lo que debemos atinar a saber es cuándo.

Esta administración se parece más a un juego de espías, de traiciones y filtraciones de alcoba. La lealtad es un valor a la baja y la seguridad nacional está en juego. Me cuesta trabajo creer que esto no le importe a los políticos profesionales del partido republicano.

* Profesora Investigadora de la Universidad Anáhuac.

[email protected]
Twitter:
@ValHumanrighter

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.