El ocaso de Nicolás Maduro

Lo que hemos visto en Venezuela los últimos días era previsible pues las violaciones a los derechos humanos y el gobierno por capricho han sido la marca de la gestión de Nicolás Maduro.

Maduro no ha dudado —durante todo su mandato— en dejarnos saber que su adicción y su indecencia no conocen límites. Para Maduro la única ley es la que marca su gorda e insaciable ambición, que depende de sus delirios, caprichos e inseguridades.

Para muestra, dos botones:

El encarcelamiento de Leopoldo López, como en su momento escribí para La Razón, fue un claro ejemplo de persecución política, de mal uso de las leyes, de abuso de poder. Pero la simulación del juicio y de la apelación han desnudado la ilegalidad que reina en Venezuela. La conducta de los ministros ha ensuciado, también, al Poder Judicial.

Maduro no respeta la independencia de los poderes pues ha sometido a su capricho al Poder Judicial venezolano.Venezuela, así, vive al margen de las leyes y de la justicia; la vida de los ciudadanos depende del vaivén de un dictador; el rumbo del país está marcado por el andar chueco de un pobre borracho de poder.

Además, hace unos días, 22 expresidentes respaldaron la propuesta de Luis Almagro, Secretario de la OEA, de aplicar la Carta Democrática a Venezuela por sus constantes violaciones a los derechos humanos. Los expresidentes señalaron que es indispensable convocar a elecciones y aliviar las penurias por las que pasan los venezolanos; con ello pusieron en duda la presidencia de Nicolás Maduro. Frente a esto el dictador dio un contragolpe y anunció la salida de Venezuela de la organización. Por ello no sorprende que en los últimos días haya habido represión a las manifestaciones de los ciudadanos y que la violencia ha alcanzado a las familias y la sangre corre por las calles.

Así, debemos tomar con reservas la propuesta del refundación de Venezuela. La idea nace herida de muerte pues ninguno de los representantes del gobierno, mucho menos el presidente, no cuentan ni con la calidad moral ni jurídica para convocar a la mayoría de los venezolanos. Tampoco cuentan con el respaldo de los otros países de la región.

Creo que estamos viendo el final de un régimen, pero, como se sabe, el momento más oscuro de la noche es el inicio del amanecer. Todavía veremos más enfrentamientos y violencia en las calles de Venezuela; aunque también se respira la certeza de que el final de esta dictadura —que creció frente a nuestros ojos— está muy cerca.

La comunidad internacional no puede seguir guardando silencio frente a violaciones a los derechos humanos tan descaradas, tan groseras, tan ruines. Guardar silencio frente a la injusticia, lo he dicho antes, es ser cómplice. Y nuestra región se merece mejor suerte que regímenes como el que tienen que padecer, todavía, los venezolanos.

* Profesora Investigadora de la Universidad Anáhuac.

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@ValHumanrighter

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