Perfil del dictador

Están entre nosotros, empoderados y robando de las arcas públicas; cometen fechorías frente a nuestros ojos; asesinan —moral y físicamente— a sus ciudadanos y no pasa nada; guardan sus tropelías bajo los mantos del dinero y las mieles del mando.

No tienen vergüenza, ni por sus acciones ni por su ignorancia; mienten con la boca llena de soberbia; dramatizan sus discursos y nos muestran las manos como si estuvieran limpias. Pero, detrás de sus carnes, esconden la podredumbre de su conducta. No, no hablo de delincuencia organizada; me refiero a los gobernantes corruptos, a los dictadores.

Son los que levantan ante nuestros ojos un muro que destruye la vida de sus ciudadanos. Los que instalan detectores de mentiras para detener las filtraciones a la prensa; son los que fingen golpes de Estado para extender sus poderes; son los que usan la inteligencia en contra de sus connacionales.

Son los de moral despatarrada y la razón herniada; los que tienen parálisis neuronal al tiempo que son medalla de oro en llenarse los bolsillos. Son los Judas que vendieron la trascendencia por treinta monedas.

Son los Putin, los Erdogan, los Trump, los Maduro y otros tantos más. Son los que tuercen las leyes para humillar a sus ciudadanos; son los que se creen merecedores del respeto de los desarrapados. Son los poderosos enemigos de la historia y de la humanidad. Son los depredadores de la civilización que se conforman con el éxito momentáneo para olvidar la relevancia de la historia.

Encuentro cinco características comunes a todos ellos: son caprichosos, se conforman con lo inmediato, viven en un sinsentido ético, tienen más ambición que talento y el respeto se les agota en el ombligo. Por ello, estimado lector, deberíamos hacer estas preguntas a cuanto político se presente a pedirnos el voto. ¡Detectarlos a tiempo sería menos costoso para nuestras democracias!

Frente a los dictadores solemos cometer un mismo error: confundir locura con maldad, pues es más sencillo descartarlos por falta de salud que enfrentar la perversidad de sus acciones. Y esto, me parece, no puede ocurrir más. Es indispensable que cuando se revele la genética dictatorial del gobernante, sepamos frenarla de inmediato; el pueblo venezolano, por ejemplo, habría sufrido menos si Capriles hubiera vencido a Maduro en las elecciones; o los norteamericanos, si Hillary hubiera triunfado en los Estados Unidos.

Y no, tampoco es fácil lidiar con ellos. Por eso, sería injusto no señalar la extraordinaria respuesta del Canciller Videgaray frente a los improperios de Nicolás Maduro. También hay que reconocer la prudencia del Presidente Peña Nieto en las conversaciones con el mentiroso de Trump. Ambos, en circunstancias difíciles, hicieron gala de diplomacia y clase política; esto deja un saldo positivo para México.

* Profesora Investigadora de la Universidad Anáhuac.

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@ValHumanrighter

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