¿Somos las mujeres malas candidatas?

En los últimos comicios ha habido una línea de comunicación común respecto al desempeño de las mujeres: Hillary Clinton, Josefina Vázquez Mota, Theresa May, todas han sido señaladas como “malas candidatas”.

Me sorprende sobremanera que dichos señalamientos se hayan hecho desde los partidos a los que las candidatas pertenecen; los miembros —varones y mujeres— del partido republicano dijeron que Hillary “era muy establishment, mala candidata; Sanders habría sido mejor”. Los panistas se lamentaron por haber olvidado “lo mala candidata que es Josefina”; finalmente, los Tories han dicho que “afortunadamente, los laboristas lanzaron al nefasto Jeremy Corbyn, porque Theresa May es muy mala candidata”.

Así, estas políticas tuvieron que cubrir doble carga: revertir los mensajes negativos que, desde sus propios partidos, minaban su desempeño y —además— enfrentar la contienda propiamente dicha. Parece que, por donde se busque, las mujeres tenemos que hacer el doble para obtener la mitad.

Frente a este escenario no sorprende que la participación política de las mujeres sea tan escasa; esto hace necesario mantener las medidas de equidad, por lo menos, una década más.

Intenté encontrar el nombre de algunas mujeres políticas con mejor suerte. Recordé a dos candidatas y gobernantes excepcionales: Margaret Thatcher, la Dama de Hierro, cuyos espléndidos debates son una clase de lógica política. Y Angela Merkel que en los próximos meses se enfrentará —nuevamente— a los votantes y mostrará su espada argumentativa. Estos dos casos son excepcionales pues lograron sobreponerse a los estereotipos de género.

No se trata de masculinizar a las candidatas, sino de incorporar los argumentos con enfoque de género a la arenga política. Esto es importante por dos motivos; primero, desmontar los prejuicios y los estereotipos que limitan la participación plena del 50% de la población. Si queremos que las democracias funcionen mejor, debemos incluir todas las voces.

Segundo, porque el 50% de los padrones electorales está compuesto por mujeres que pueden identificar sus necesidades con la agenda de las candidatas. Esto obliga, también, a que los candidatos consideren los temas femeninos, pero ya no más como un agregado sino como parte toral de las estrategias de campaña y de gobierno.

El desprecio por los liderazgos femeninos no conoce de fronteras ni de ideologías políticas. Es, en todos los casos, un asunto de discriminación y de poder. Así, queridas lectoras y lectores, la próxima vez que escuchen que “Margarita no levanta, es mala candidata” o que “Michelle Obama es demasiado dulce, sería mala candidata”, piensen que eso se los está diciendo un sexista, discriminador, antidemócrata. Y ustedes saben lo que eso significa…

* Profesora Investigadora de la Universidad Anáhuac.

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@ValHumanrighter

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