Terrorismo: el chantaje como moneda

Nuestro estado de ánimo político vuela alicaído: tantos atentados terroristas hacen que perdamos la fe en los Estados; que miremos al vecino como un peligro; que despierten los demonios de las intolerancias. Y no es para menos si miramos la racha del último año: Italia, Francia, Reino Unido, Alemania, España…

Los atentados terroristas se parecen a los actos de magia, pues ambos juegan con la percepción que tenemos de la realidad. Así, los primeros quieren que creamos mediante ataques precisos que nadie es tan poderoso como ellos, ni siquiera los Estados o sus sistemas de inteligencia. Por su parte, los segundos juegan con lo que reconocemos como real. Pero mientras los terroristas lucran con el miedo, los magos nos deleitan con ilusiones. Para ambos, lo peor que puede pasar es que se descubran sus secretos, que se revele la mecánica que sostiene sus acciones.

Por eso, insisto en desnudar la ingeniería política que sostiene al terrorismo: situaciones aisladas, planificadas para causar caos cuyo éxito es proporcional al número de muertos y al terror difundido en las sociedades.

En una vieja columna que publiqué en La Razón en 2014, señalé cuatro pasos que cualquier acto terrorista utiliza; en esta entrega, incorporo cuatro más que dan cuenta —con precisión— del modus operandi del EI, de Boko Haram o de los supremacistas blancos.

1. El terrorista busca tener bajo control a la víctima para que pueda comunicar la amenaza y presentar las exigencias al gobierno en cuestión.   2. El terrorista debe mostrar que está dispuesto a cumplir las amenazas, en caso de que sus demandas no sean satisfechas.

3. El gobierno modifica su modelo de actuación y cede a las peticiones del terrorista.

4. Si el gobierno desafía al terrorista, entonces éste cumple sus amenazas. 5. La inteligencia del gobierno aprovecha las pistas que deja el grupo terrorista y busca acorralarlo.

6. La sociedad civil muestra su solidaridad con las víctimas y el rechazo a la violencia. Paradójicamente, pasado un tiempo de luto, la desgracia fortalece el sentido de pertenencia de la sociedad y la revalorización de la situaciones de paz.

7. Se revela el financiamiento del grupo terrorista y se congelan los recursos. El grupo se debilita considerablemente.

8. La falta de nuevos miembros, de capital y de atención, terminan por hundir en la segregación y el olvido a los pocos terroristas que alcanzan a librar la cárcel o la muerte.

La negativa de los gobiernos occidentales a ceder frente a los chantajes del EI, explica la continuidad de los actos terroristas en Europa durante los últimos 24 meses; a pesar de esto, y del profundo dolor por las víctimas, pienso que la única opción es aguantar con la dignidad de la decencia, con la frente en alto, con las lágrimas enjugadas; envueltos, además, en la solidaria compañía ciudadana y en la certeza de que la fortaleza de los Estados es infinitamente superior a las crisis causadas por cobardes incivilizados.

El 11 de septiembre de 2001 cambió la historia; los atentados a las Torres Gemelas incorporaron al nuevo milenio la traicionera moneda de chantaje de la muerte de civiles. Pero nosotros tampoco somos los mismos: conocemos las tácticas terroristas y sabemos de su fecha de expiración.

* Profesora Investigadora de la Universidad Anáhuac.

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@ValHumanrighter

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