Elecciones cardiacas

He tenido la fortuna de acompañar los procesos electorales de Estados Unidos desde hace más de doce años; puedo decir que, esta ocasión, ha sido única y cambiará el modo en el que, a partir de ahora, se harán tanto la política como las campañas.

El perfil de los candidatos, los debates, las características de los votantes, los escándalos e, incluso, la intervención de líderes del extranjero han hecho que, día a día, varíen las encuestas aunque, hay que insistir en esto, no necesariamente el resultado final de la elección.

Ambos candidatos ganarán pero cada uno en el ámbito que le corresponde; seguramente, Hillary Clinton será la próxima presidenta de los Estados Unidos como consecuencia de la sólida carrera que ha construido. Por su parte, Donald Trump hizo de la campaña un nuevo “reality show” de audiencia mundial; así, se convirtió en un extraordinario “show man” y en un político ridículo.

El saldo que dejan las elecciones no solamente es un nuevo presidente. Hay que considerar, también, la configuración de las cámaras y la sensibilidad política de los votantes: la nueva presidenta tendrá que gobernar a una sociedad no solamente divida sino polarizada.

Estas elecciones fueron políticamente maniqueas: se enfrentaron la intolerancia frente a la sensatez; el pasado frente al futuro. Y de dichas tensiones no puede quedar sino una sociedad dividida.

La principal batalla que tendrá que enfrentar Hillary es frente a las sombras de la intolerancia para desmontar los estereotipos, estigmas y humillaciones que dejó Trump durante su campaña. El torbellino de la intolerancia deja en números rojos tanto al partido republicano como a los norteamericanos, en general.

A pesar de las sospechas que hay alrededor de Hillary, estoy segura de que será una extraordinaria presidenta: fiel a los principios del partido demócrata, comprometida con los valores de su país y cercana a la sensibilidad de las personas.

Sin duda, este estilo de liderazgo cambiará los patrones oxidados de la política mundial pues dará oxígeno a los deseos de cambio, al enfoque femenino en la política.

Cuando los votantes salimos a emitir nuestro voto tenemos que ser conscientes de que no hay candidato perfecto. Eso, simplemente, no existe. Pero lo que sí hay son una serie de candidatos con agendas políticas específicas. Algunas de ellas son más cercanas a nuestros valores e intereses; otras, son francamente opuestas o inaceptables.

Así que al momento de votar no hay que buscar ni “al Mesías salvador del pueblo” ni “al Príncipe Azul que sí sabe hacer las cosas”; se trata, en mi opinión, de una apuesta modesta por una candidata o candidato con el que coincidimos en la mayoría de los asuntos —es imposible que sea en todos—, cuya voz hace eco en nuestro corazón, al que confiaríamos las decisiones más difíciles.

[email protected]
Twitter:
@ValHumanrighter

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.