Trump: El aprendiz de Hitler

Donald Trump rechaza en paquete a las personas. Los malos son malos porque pertenecen a tal nacionalidad, raza o religión. No hay conductas individuales sino, características grupales que son, a la vez, irremediables.

Ésta es la lógica racista.

Hitler culpaba a todos los judíos de todo (de que Alemania hubiera perdido la Gran Guerra, de los problemas de la posguerra, de acaparamiento y de lo que fuera), y tanto las supuestas culpas como la generalización de la culpa no tenían que ser probadas. Simplemente así era.

Trump culpa a los mexicanos de crímenes y delitos, de ser pandilleros, violadores y traficantes, de estafar a Estados Unidos, de beneficiarse sin merecerlo de programas sociales, de arrebatar por maldad trabajos allá y atraer otros aquí, entre otras acusaciones.

Para Trump ser de cierta nacionalidad o región determina la maldad de los seres humanos. Y lo ha dicho sin metáforas: “Las malas personas vienen de México, Centroamérica y Medio Oriente”.

Está dispuesto a lo que sea para impedir que tanta maldad humana haga daño a Estados Unidos. “Quiero que entreguen a los malos”, dijo a policías la semana pasada, al referirse a inmigrantes indocumentados.

Y simultáneamente sigue empeñado, a pesar de los reveses en tribunales, en aplicar un veto temporal a la entrada de refugiados y ciudadanos de siete países de mayoría musulmana.

Para sostener su decisión apela a una visión catastrofista y mentirosa. Dice de los refugiados: “Hay muchos hombres, más que mujeres, y todos parecen ser tipos fuertes. Podría ser una de las mayores estratagemas de todos los tiempos. Un ejército… No sé si sea así, pero sería posible”. Para la lógica excluyente el miedo es argumento incluso si se basa en una fantasía, y eso hace Trump.

La similitud entre Adolfo Hitler y Donald Trump es tan cercana que tal vez usted no pueda dilucidar de cuál de los dos es esta frase: “Ante Dios y ante el mundo, el más fuerte tiene derecho a hacer prevalecer su voluntad”.

O esta otra: “Cuando se inicia y desencadena una guerra lo que importa no es tener la razón, sino conseguir la victoria”.

Una tercera: “Nuestro pueblo primero tiene que ser liberado de la confusión desesperada del internacionalismo y ser educado deliberada y sistemáticamente en un nacionalismo fanático”.

Y una cuarta: “Las grandes masas sucumbirán más fácilmente a una gran mentira que a una pequeña”.

Si usted dudó es normal. Porque, aunque las cuatro frases son de Hitler, bien pueden representar los dichos y las acciones del presidente estadounidense.

Lo mismo podría decirse de las siguientes afirmaciones de Hitler: “La mezcla de la sangre y el menoscabo del nivel racial que le es inherente constituyen la única y exclusiva razón del hundimiento de las civilizaciones”. “Los seres humanos producto de la mezcla de razas son despreciables”.

Aun así, Donald Trump es presidente por elección de los estadounidenses. Ello puede deberse, tal como lo dijo Hitler, a que “quizá la más grande y mejor lección de la historia es que nadie aprendió de las lecciones de la historia”.

Twitter: @mfarahg

Secretario general de la Cámara de Diputados y especialista en derechos humanos.

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