¿En dónde está Santiago Maldonado?

En nuestro país, la noticia de la desaparición del activista argentino Santiago Maldonado
ha tenido poca cobertura. Tal vez porque lo vemos como un problema menor; tal vez porque nos hemos acostumbrado. Peor aún, porque pensamos que es el día a día en las democracias latinoamericanas del siglo XXI.

Santiago Maldonado es un chico argentino que hace tatuajes. Tiene 27 años y siente un fuerte vínculo con las causas de la naturaleza; esto lo hizo solidarizarse con el movimiento de los indígenas mapuches de la comunidad Pu Lof, un pueblo originario de la provincia de Chubut que reclama la recuperación de sus tierras.

El 1 de agosto de este año, Santiago participó en la protesta que la Resistencia Ancestral Mapuche organizó en contra de Luciano Benetton –actual dueño de las tierras-; durante dicha protesta, la Gendarmería Nacional desalojó la manifestación por orden del juez federal Guido Otranto. Esa tarde, tres testigos vieron cómo subían a Santiago —en calidad de bulto: golpeado e inconsciente— a una camioneta de la Gendarmería.

La desaparición forzada de Maldonado abre heridas de la Argentina del final del siglo pasado. No son pocas las personas que vivieron los horrores de la dictadura, plagada de prácticas inadmisibles. Al restablecimiento del tejido social le quedan por delante décadas de trabajo, de reconciliación y de olvido. Y casos como el de Santiago ponen en duda la legitimidad de la Gendarmería y del Ministerio de Seguridad.

La sociedad continúa en el proceso de recuperación; por ejemplo, las abuelas de mayo aún buscan a sus nietos; el gobierno todavía paga indemnizaciones a los familiares de los desaparecidos. Por ello, el caso de Santiago Maldonado ha tenido tanta sonoridad pues pone a prueba los beneficios de la democracia que se construyeron a precio de sangre.

La ONU ha señalado la desaparición forzada como una violación grave a los derechos humanos. Por su parte, el Comité contra la Desaparición Forzada de las Naciones Unidas en Argentina exigió la acción urgente del Estado para buscar y localizar a Maldonado a la brevedad. Además, señaló que la Gendarmería Nacional Argentina debe abstenerse de participar tanto en la búsqueda como en la investigación de la desaparición de Santiago. Pidió medidas cautelares para los familiares, su representantes y para los miembros de la comunidad mapuche.

Hace unos días, en Buenos Aires, escuché justificaciones ramplonas o perversas –según como se mire– sobre la desaparición del joven; una profesora universitaria me dijo que era parte de una treta de Cristina Kirchner porque “es su sobrino”. Un taxista sostuvo que “se lo merecía por andar defendiendo indígenas aunque él no fuera uno de
ellos”. Se equivocan. La desaparición forzada nos vulnera a todos, no es otra cosa que la institucionalización de la barbarie.

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