Feminicidios en América Latina

El filósofo Ludwig Wittgenstein señaló en el Tractatus —posiblemente el libro de lógica más importante del siglo pasado— que el mundo es del tamaño de nuestro lenguaje. Tenía razón. Tanto en la vida privada como en la pública, existe y es visible de lo que se habla, lo que es nombrado; mientras que el silencio hunde en el cuarto oscuro de la historia todo aquello que no alcanza a pronunciarse.

Por eso debemos hablar, cuantas veces sea necesario, de la violencia en contra de las mujeres, de la ola de feminicidios que azota a nuestra región. Las cifras son espeluznantes en Argentina, Ecuador, Paraguay, México o Uruguay.

Parece que a muchas personas les sigue pareciendo que la vida de las mujeres vale menos que nada. La mayoría de los asesinatos de mujeres queda impune, pues las autoridades no se toman la molestia de investigarlos bajo el tipo de feminicidio, sino que los nublan en las cifras de homicidios; al hacerlo promueven la impunidad.

Para Latinoamérica, la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, “Convención de Belém do Pará”, en el artículo primero, definió la violencia contra la mujer como “cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”. A partir de esta definición, la profesora Rashida Manjoo —relatora especial sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias— presentó, en 2012, el Protocolo latinoamericano de investigación de las puertes violentas de mujeres por razones de género.

Todavía para muchas personas —desde colegas académicos hasta anónimos de las redes sociales— es absurdo distinguir entre la muerte de un hombre y la de una mujer. Lo que ignoran es la diferencia adoptada desde las Naciones Unidas para tipificar los crímenes de odio, entre los que se cuentan los feminicidios.

Dichas infortunadas opiniones, terminan por rematar a las mujeres asesinadas, quienes pierden primero la vida y después la honra y la credibilidad. Pareciera que el destino de las mujeres va del feminicidio al asesinato moral: asesinadas y rematadas por la sociedad que no conoce, pero opina; o, peor todavía, que sabiendo, trivializa.

Los derechos de las mujeres son derechos humanos. Y a pesar, la opinión de varios intolerantes, los derechos humanos no están sujetos ni a referéndums, ni a la opinión de las sociedades. Los derechos humanos son derechos morales incondicionados que están protegidos por las legislaciones —nacionales e internacionales—.

Es necesario poner en blanco y negro la realidad que acompaña a la mayoría de las mujeres latinoamericanas: vivimos amenazadas por la violencia y silenciadas por el machismo que marca el carácter de nuestras sociedades.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.