Cuatro candidatos y un infiltrado

El mensaje que envía la aparición de Jaime Rodríguez Calderón en la boleta electoral es que se puede llegar a ella mediante trampas e incluso, presumiblemente, incurriendo en delitos. Y que, por tanto, así se puede aspirar, aunque sea ilusoriamente,  a la Presidencia de la República.

Desafortunado en sí mismo, el mensaje es doblemente lamentable cuando uno de los temas centrales de las campañas, por estar presente en la preocupación y el enojo ciudadano, es la corrupción. ¿Y qué es, si no corrupción, falsificar de diversas maneras cientos de miles de firmas para alcanzar el número requerido, a fin de registrarse como candidato independiente?

Luego de que el Instituto Nacional Electoral (INE) detectó que de los dos millones de firmas que presentó Rodríguez Calderón, más de la mitad eran inválidas, el propio INE y el aspirante revisaron cientos de miles de firmas sospechosas; de las cuales, 15 mil, aproximadamente, se rescataron como válidas.

A Rodríguez Calderón le faltaban, en números redondos, 16 mil firmas para llegar a las 866 mil requeridas. Y entonces, cuatro magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación lo inscribieron en la boleta. ¿Y cómo lo hicieron?

De acuerdo con lo dicho por los propios magistrados, ellos infirieron que si continuaba el proceso de revisión, Rodríguez Calderón alcanzaría la cantidad de firmas necesaria. Los cuatro magistrados ni siquiera se percataron de que su argumento en realidad es confesión: ellos pusieron las firmas que faltaban, digamos que a razón de cuatro mil por cada uno.

Absortos en sus cuentas predictivas y no en el derecho, avalaron una candidatura fraguada con trampas en el proceso de recolección de firmas.

Sabemos por qué está Jaime Rodríguez en la boleta, pero habría que preguntarle para qué. En busca de la candidatura presidencial, abandonó a sus electores de Nuevo León, al dejar el cargo de gobernador cuando le faltaban cuatro años.

Los escasos puntos porcentuales que puede alcanzar en la elección no justifican tal incumplimiento. Quizá, según sus cálculos, sí lo justifica servir de peón en el ajedrez electoral para prestarse a estrategias de terceros y quitar votos a otro o a otros candidatos.

Andrés Manuel López Obrador, José Antonio Meade y Ricardo Anaya están en la boleta postulados por sendas coaliciones; y Margarita Zavala por casi un millón de respaldos ciudadanos, y ahora, según una reciente encuesta de Parametría, con 13 por ciento de la intención de voto. El quinto candidato está con ellos por decisión de cuatro ciudadanos que por su investidura pudieron apuntarlo directamente en la boleta.

La solidez y credibilidad de las instituciones electorales es indispensable cuando está en marcha el proceso y se avecinan las elecciones más copiosas de nuestra historia, lo que requiere que árbitro y juzgador sean y se perciban firmes, congruentes, autónomos, justos y confiables; cualidades que son consustanciales a la conducción del proceso y a la impartición de justicia.

Tienen 75 días para dejar de confrontarse y desgastarse mutuamente, optimizar su desempeño y generar la imprescindible confianza que brinde un marco de certidumbre a la elección y, en su caso, a los días posteriores.

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