Para sobrevivir, el PRI debe apoyar a Anaya

 

Después del primer debate presidencial en el que la mayoría de los sondeos dio como ganador al panista Ricardo Anaya, quedó claro que la elección del 1 de julio se decidirá sólo entre él y Andrés Manuel López Obrador.

Meade dejó ir su última oportunidad. Hizo lo que pudo y se le reconoce, pero el estigma peñista es una losa demasiado pesada que lleva a cuestas.

Por eso, se especula que en los círculos priistas están tan nerviosos, que ya diferentes grupos tienen acercamientos, unos con AMLO, y otros más con Anaya.

A pocos les queda duda: lo que viene es una debacle histórica para el PRI. Sin embargo, en lo que se difiere es en si ahora sí será ‘el fin’ del ex partidazo, o sólo una derrota más, como la de 2000 o 2006.

Es aquí donde observo que muchos analistas no alcanzan a dimensionar lo diferente que es esta elección para el PRI, con respecto a sus dos fracasos presidenciales anteriores.

En aquellas ocasiones, el candidato vencedor fue un panista, Vicente Fox y Felipe Calderón, respectivamente, quienes no solo no estaban interesados en adueñarse del PRI, sino que además no podían hacerlo. De hecho, ambos enfrentaron durante sus gestiones, dificultades y oposición dentro de su propio partido, el PAN.

Así, con la ‘decapitación’ del líder que habían tenido siempre los priistas –el presidente de la República-, los cacicazgos de ese partido en los estados se afianzaron, y el poder, antes centralizado, se pulverizó en los gobernadores y el presidente del Comité Ejecutivo Nacional, durante 12 años.

Pero Morena no es el PAN, ni AMLO es Fox ni Calderón.

El tabasqueño conoce muy bien cómo funcionaba la maquinaria monolítica del PRI-gobierno de antaño –pues en ella se formó-, y es justo así como diseñó a su propio partido, Morena. Él es el amo y señor, y lo que dicta, se obedece y punto. AMLO es además explícito en su intención de instaurar en México, un régimen al estilo del viejo PRI de los 70s. No lo oculta.

Con ese esquema en mente, y con AMLO sentado en la silla presidencial, Morena se dedicará desde el primer día, a absorber a toda la estructura priista a nivel nacional, desde luego, de la mano del presupuesto federal. Puede, quiere y va a hacerlo.

AMLO les ofrecerá a los priistas de estructura, la posibilidad de vivir del presupuesto, o ser hechos a un lado. Una oferta que no podrán rechazar. Los liderazgos actuales, serán aplastados.

De este modo, Morena pasará de ser un partido nuevo y pequeño, a un gran partido con estructura propia en todo el territorio nacional en tiempo récord.

Aquí cabe recordar que según todos los sondeos de opinión, el PRI no se llevaría ninguna gubernatura en 2018, y con la ola morenista fortalecida, puede apostar que será muy difícil que lo consiga en años por venir.

Sí, el triunfo de AMLO sería, esta vez, la muerte del PRI como lo conocemos. Morena será ‘el nuevo (viejo) PRI’.

El PRI formal seguirá existiendo, pero relegado a ser en todo el país como lo es hoy en la Ciudad de México: un partido de baja importancia con acceso a unas cuantas curules y poco más. Morena por cierto, tendrá su bastión en la capital, lo que lo volverá tan poderoso como el PRI del siglo pasado.

Todo esto será el futuro si los liderazgos priistas (incluyendo a EPN) no se dan cuenta de que el vóto útil para ellos, es un asunto de sobrevivencia.

La campaña de Meade está más que perdida, y eso es inevitable. Da igual ya por cuánto pierda. Lo que cuenta es que la maquinaria priista puede (y debe) apoyar a Anaya para evitar el triunfo de López Obrador.

Sin acceso al presupuesto federal, Morena no tendrá la fuerza para ‘comerse’ al PRI. El tricolor y sus cabezas conservarán así la oportunidad de sobrevivir y de recuperarse después, en mucha mejor condición –como en el pasado-, que si ganara AMLO, quien los borrará del mapa.

La unión del PRI en favor del PAN pone nervioso al mismísimo López Obrador, y por eso alienta a Meade a ‘perder con dignidad’ y a no declinar. No pueden hacerlo ni Meade ni su equipo.

No obstante, el priismo nacional, los independientes e indecisos, deben decantarse por Anaya. El futuro del país está en juego. Cerrarle la puerta al populismo, es una responsabilidad histórica, y en el caso del PRI, un asunto de supervivencia.

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