Acuérdate de Acapulco

Bien dicen que las cosas que hiciste en tu infancia, jamás se olvidan. Y eso es lo que ocurre cuando escucho la palabra “Acapulco”. Me llegan a la mente recuerdos imborrables, extraordinarios, que me llenan el alma y el corazón.

 

Acapulco (en náhuatl: acatl, poloa, co, ‘carrizo, destruir o arrastrar, lugar’‘en donde fueron destruidos o arrasados los carrizos’) es una ciudad y puerto mexicano ubicado en el estado de Guerrero, en la costa sur del país, a 379 kilómetros de la Ciudad de México. Es la mayor ciudad del estado, además de que forma parte de la única zona metropolitana del estado, y concentra la mayor población de la misma. Es cabecera del municipio homónimo y uno de los principales destinos turísticos de México. Además de ser considerada la décima sexta metrópoli más grande del país y la vigésimo primera ciudad más poblada de México. Ciudad Renacimiento es la zona más extensa y sobrepoblada del puerto, de acuerdo con los últimos censos de población.

 

La ciudad se divide en tres grandes zonas turísticas: Acapulco Tradicional, Acapulco Dorado y Acapulco Diamante. En la primera se localiza el centro de la ciudad, y el puerto, así como los barrios y fraccionamientos más antiguos, mientras que las otras dos concentran la zona hotelera, condominal-residencial, así como diversos núcleos comerciales y de entretenimiento. Acapulco zona turística Triángulo del Sol del estado, junto con Ixtapa, Taxco y Zihuatanejo.

 

El puerto de Acapulco, México, tiene una estridencia peculiar en mi vida, porque fue el Pacifico mexicano el primer mar que conocí en mi vida. Bien a bien no lo recuerdo, tenia un año, pero cuenta mamá que fui muy feliz en el mar, me encantaba.

 

Después, vinieron años maravillosos. Allá en el puerto, tengo grandes amigos, grandes personas que hoy, significan mucho para mi. Una de ellas, fue la señora Minerva, Doña Mine, como le conocimos siempre. Ella, originaria de Veracruz, pero radicada en la zona Centro de Acapulco, de tez morena y con una sonrisa que siempre le caracterizó al llegar al apartamento donde he ido toda la vida. Ella era nuestra flamante cocinera. ¿Cuál es su especialidad? Si tuviera que enumerar alguno de sus platillos preferidos, los pondría todos. Pero uno de los preferidos, siempre fue los extraordinarios, pulpos en su tinta, con su arroz blanco. O qué me dice de unos plátanos fritos, jugosos, de la costa. ¡Chulada!

 

Ella, además de ser dedicada en su trabajo, me enseñó a agradecer lo que se tiene. ¡La humildad! Muchas veces, confundimos esta palabra con falta de dinero, pero para mi va más allá. A tener valores y a compartir. Doña Mine, se iba caminando hasta su casa, si bien le iba, tomaba camión. Recuerdo que yo, le pedía a mamá que me diera dinero, y se lo daba a Mine, para la comida de sus animales o para lo que le hiciera falta. A pesar de trabajar duro, para conseguir su día, Mine nunca perdió la sonrisa, pero sobre todo, el amor que le ponía a cada platillo y a cada palabra. Ojalá que algún día la pueda ver, y agradecerle todo lo que me enseñó y el legado que me dejó. ¡Gracias, Doña Mine! ¡Te quiero mucho!

 

Otra de las cosas que he disfrutado, es ir con mis dos abuelas, mi abuela Socorro y mi abuela Mina. De cada una, tengo recuerdos extraordinarios del puerto. De mi abuela Socorro, recuerdo los cuentos que nos contaba en la playa, su cantar con cada guitarrista que pasaba, recordando sus épocas de juventud. De mi abuela Mina, su sonrisa y su gusto por meterse al mar. Lo aventurera que era al subirse a la banana, o a los toboganes con mi papá o con mi hermana. Acapulco no solo me da alergia y diversión, también me da la posibilidad de conocer a mi familia.

 

 

 

 

Algún día, me gustaría ir con mi familia, mi esposa, y en especial mi hijo, para enseñarle a nadar en esa piscina semicircular, con un puente en medio, como me enseñó papá, para llevarlo por la costera hacia Puerto Marqués, a comer sopecitos con Doña Cata por la mañana, disfrutar del mar, con una Yoli bien fría, y ya por la tarde, ir a la Cruz de Trouyet, o visitar La Quebrada, para regresar a contemplar la puesta de sol, y ver la luna.

 

Gracias Acapulco, por permitirme visitarte en Octubre, Noviembre y Abril. Gracias por enseñarme a disfrutar de los “pequeños placeres de la vida”. Gracias por permitirme jugar con tu arena y por deleitarme ka pupila con tu exquisito mar. Siempre te recuerdo con cariño, así como decía, Agustín Lara, “Acuérdate de Acapulco”…

 

Xicani.

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