El Hombre de la Columna de Rayas

(Dedicado a tod@s aquell@s que tienen un sueño)

En la vida, te encuentras con personas de todo tipo, de todas clases, con miradas distintas, costumbres diversas, pero con un gusto en común, la vida.

Justo me paso hace algunas semanas atrás, en esas “misiones especiales” que te pone la vida, en una de mis visitas a “La isla del unicornio”, conocí a un hombre, joven, tez blanca, lechosa como pergamino. Estaba solo. Yo rodaba por la isla con mis ruedas de sinfonía. De vez en cuando, me gusta escaparme del bullicio de la ciudad, de mi entorno, de todo. Ah, hasta de ese tal Xicani. Adentrarme al todo, y a la nada.

Me pareció extraño ver a un hombre con tanta vitalidad allí. Ya cada vez, me acercaba más al sitio donde se encontraba. Vestía casual, pantalón de mezclilla, zapatos, playera, peinado. Un tipo impecable. Estaba sentado, por pura curiosidad, por no decir, “chisme”, me acerqué,

– “Hola, ¿Qué haces aquí sólo?”, le pregunté. – “Esperando a mi unicornio, me dijo”. – “Regularmente lo dejo pastando, pero es la hora en que no llega”. Algo que captó mi atención, es que para llamarlo, lo hacía tarareando una canción.

– “¿Por qué cantas?” – “Es para llamarlo” Contestó aquel hombre.

Me intrigó mucho, que tuviera un “unicornio”, yo sabía que ese animal, era “de los dioses”, está bien, está bien, es mitológico. Ok, el cantautor cubano, Silvio Rodríguez, también tiene un unicornio. Y bueno, no es por presumir pero, yo también tengo a mi unicornio, que vive en “El Lago Azul”. Y debo decir que yo no lo pierdo.

Pero bueno, la verdad es que mi curiosidad me ganó, y le pedí si podía acompañarlo a esperar a su amigo unicornio, me dijo que sí. Le pregunté su nombre, Epigmenio, pero me dicen, “El hombre de la Columna de Rayas”. ¿El quéeeee? “El… hombre de la columna de rayas”. Dijo con voz entrecortada. – ¿Por qué te llaman así? “Por mi columna vertebral… Está llena de rayas, de hoyos, de cortadas” Cuando me meto a nadar al mar, la gente me ve, algunos se ríen, son los menos, otros, me ven como bicho raro. Digamos que, todos me ven. Por ello, me llaman así. Aunque, me gustaría que me llamaran por mi nombre”, me dijo… Yo, escuchaba atento. Su mirada cambió drásticamente, su rostro se dobló, y sus ojos, se llenaron de agua.

– ¿Estás bien? Le pregunté. Sí, lo estoy. Bueno, no, la verdad no estoy bien.

 

– ¿Qué pasa?

 

La verdad es que, “yo tengo un sueño”. un sueño que deseo pueda hacer realidad.

 

– “Cuéntame tu historia, le dije”.

Desde mis años de juventud, desde que iba en la escuela secundaria. Uno de mis mayores anhelos, fue tener una novia. Por azares del destino, no ocurrió así. No fue algo que me quitara el sueño, yo seguía con mi vida normal. Un día, me dijeron que, para apoyar a la ciencia médica, tenía que convertirme en, “el hombre biónico”. Yo saltaba de felicidad, siendo el hombre biónico, atraería a todas las chicas que estuvieran a mi paso. Obviamente, dije que sí, no podía dejar pasar semejante oportunidad.

Me llevaron a un lugar, lleno de hombres y mujeres con trajes blancos. El Dr. Dufoovich, esperaba con una sonrísa. “Gracias hijo, por apoyar a la medicina”. – “De nada, le dije” Es un honor, (aunque lo hacía para atraer a las chicas) Me decía Epigmenio.Yo, lo dejé hablar… – “Continua, le dije”.

Entré a la intervención quirúrgica. Pensé que con una sola intervención bastaría. Pasaron dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete. Casi… casi no lo cuento, medio al borde del llanto. Lo que parecía felicidad, se convirtió en tragedia. Casi muero, entraba sangre, por una sonda, pero así como entraba, salía. Relataba aquel hombre. Veintinueve paquetes de sangre, cuatro plaquetas de sangre. Por el ser superior, hoy estoy aquí, y lo agradezco mucho.

Aquel hombre, me tenía en un mar de emociones.

– “Prosigue”.

Salí siendo el hombre biónico, agradecido con la vida por la nueva oportunidad que me presentaba, y emocionado, porque por fin, las chicas se fijarían en mi.

“Ay” con un suspiro, exclamó aquel hombre. “Han pasado catorce largos años, y nadie se fija en mi por ser el hombre biónico. Se fijan por ser, “El hombre de la Columna de Rayas”…

Mi instinto de “psicólogo de closet”, me invitó a preguntar, “¿Cuál es tu sueño? “Mi gran sueño, es tener la dicha de formar una familia, tener una pareja, una mujer inteligente, que me mire por la persona que soy, que comparta mi gusto por ir a la playa, por besarnos a la orilla del mar, bueno, por todos lados, a decir verdad. Jajaja. Se rió mucho. Compartir “secretos de alcoba” que guste de una buena charla, con música, tomar refresco. En fin, todos mis sueños y anhelos.

Me gustaría saber, que se siente enamorarse de verdad, nada fugaz, nada a medias tintas. Me gustaría saber, qué se siente entregarte a una mujer por completo. Poderla abrazar, besar, decirle cuánto la amo por su inteligencia, por amarme tal y como soy. Por verme como ser humano, y no por mi “columna de rayas”, sino por “Epigmenio”, que me diga, “Epigmenio, ¡te amo!”.

Después, tener un hijo, mi hijito. Que le guste mojarse con el agua de la lluvia, que de sus primeros pasos, de la mano de mamá y de la mía. Que le gusten los pasteleros de chocolate, tanto como a mi, enseñarlo a nadar, a escuchar música, a apasionarse con el fútbol soccer, hasta que mamá nos llame para estar en familia, y el mejor regalo, “que me diga, ¡te amo papá!”

“La verdad, me dijo, me he vuelto experto en “saber esperar”, en aprender a amar a mi columna de rayas. Pero, hay días como el de hoy, que la paciencia se esfuma, y se va por un momento. Por ello, vengo aquí, al pie del mar, a pasar rato con mi unicornio, y a recordarme, que la vida me dio una nueva oportunidad, hace ya más de catorce años, y que vale la pena vivirla al máximo”.

Nos quedamos en silencio por un rato. Epigmenio, aprovechó para tararear de nuevo la canción, para llamar a su amigo unicornio. En eso, se escuchó un galope fuerte, era el unicornio, blanco con un cuerno de añil, brillante y afilado. “amigo, pensé que no volverías”. Se fundieron en un abrazo fuerte, y se dispusieron a partir.

– “Ha sido un placer conocerte, y compartir mi historia contigo, buen hombre”.

 

– “El honor fue todo mío, estimado Epigmenio”.

 

– “Puedo darte un abrazo”, me dijo.

 

– “Adelante” Respondí.

Por un momento, me vi sumamente reflejado en la historia de Epigmenio, que sentí que era yo. Pero no… era, “El Hombre de la Columna de Rayas”.

Xicani.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.