Evitar la incertidumbre para evitar la atrofia económica

Es cierto que los negocios requieren un clima de certidumbre para poder nacer, crecer e incluso morir. No obstante, el sucumbir a la tentación de ver riesgo en todo lo que nos rodea puede inhibir de manera importante el desarrollo de la empresa y con ello, el crecimiento económico global. En la actualidad el mundo se percibe como un constante riesgo. Cuando no es el calentamiento global, son las tensiones en el Medio Oriente, el petróleo y, más recientemente, las presiones fiscales de las economías desarrolladas, el proteccionismo o la ola antisistémica que recorre el planeta.

Cuando existen ganancias nadie se preocupa por los riesgos empero cuando éstas no son suficientes —cualquiera que sea la definición de suficientes para los estándares del mundo de hoy—, se busca cualquier tipo de explicación a la razón del por qué hay pérdidas e incertidumbre. El análisis económico se vuelve una historia que nunca termina, pero más que por lo fascinante de éste, por el tratar de explicar lo inexplicable, la economía por más racional que parezca es tan irracional como el comportamiento natural del hombre en sociedad buscando de forma egoísta su beneficio individual.

Lo que hoy genera ganancias mañana las puede perder. Es importante tener en cuenta una matriz integral de riesgos que trate de minimizarlos al máximo, pero es inadmisible hacerse adicto a la incertidumbre. Lo anterior priva la esencia misma del mundo empresarial, que es el arriesgar, el emprender para innovar, generar riqueza, enriquecerse y con ello producir bienestar vía creación de empleos y sostenimiento del gobierno vía pago de impuestos. La inédita posibilidad que tiene la sociedad contemporánea de estar comunicada, a través de las redes sociales, la interconexión financiera y comercial genera la sensación del surgimiento de una hecatombe económica universal en cualquier momento. Hace unos pocos meses era la guerra nuclear de Corea de Norte, hoy es la guerra comercial con China y mañana será Italia con su deuda.

México no escapa a esta lógica. Llevamos dos años en incertidumbre con relación al destino de nuestro desarrollo. La economía número 15 del mundo repentinamente se encuentra dudando sobre su futuro. Es cierto que a la economía 15 se le ha caído el disfraz y hoy nos devela que tiene a la mitad de la población en el abandono, sin propuesta para el corto plazo. Con las carencias que existen, la mayor parte de la tarea pendiente y una parte del camino recorrido no podemos hacernos presas de tanta incertidumbre económica. Todo cambio es incierto y mismo tiempo que posee oportunidades.

Desde la llegada de Donald Trump al gobierno no paramos con la incertidumbre, la vacilación debe cesar antes de que produzca atrofia económica. Es cierto que la forma en como se canceló el NAIM en Texcoco y el debate de las comisiones bancarias no han aportado mucho para mitigar la incertidumbre económica. Tampoco es del todo racional que ahora veamos en la victoria del Partido Demócrata en EU que le da la mayoría en la Cámara de Representantes, que el T-MEC está en riesgo porque con esta lógica nunca vamos a terminar con las preocupaciones económicas.

El año pasado las exportaciones de EU a Canadá y México sumaron 282 y 243 billones de dólares, respectivamente, lo que representa 34% del total. El T-MEC será un hecho y le traerá al nuevo gobierno mexicano una base mínima de crecimiento que no va a desaprovechar, por lo que quizás sea mejor ver hacia el frente y asumir al cambio como la oportunidad que viene.

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