La incapacidad para distinguir información y noticias falsas afecta nuestras decisiones financieras

“Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar … ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel”.

Umberto Eco, escritor, lingüista y filósofo italiano

En los últimos años, ha crecido significativamente la importancia de las redes sociales y medios de difusión digital como fuente de información para las personas. Ello ha generado procesos de desinformación que impiden a las personas comprender adecuadamente los eventos de su entorno y los llevan a tomar posiciones y decisiones no fundamentadas y en muchos casos perjudiciales para su propio bienestar futuro.

Este crecimiento se explica porque, ante la desconfianza en las instituciones existentes, se genera también desconfianza en los medios de comunicación. Pero el resultado es que, de manera simplista, se parte de la premisa de que toda la información que proviene de medios institucionales es falsa y toda aquella que la contraviene es verdadera.

Incluso, se rechaza en muchos casos de forma casi automática cualquier crítica a lo que se considera “la nueva información”, por suponer que existen intereses ocultos o porque, particularmente en momentos de incertidumbre económica o de efervescencia política y social, personas que nunca habían estado informadas consideran que la preocupación sobre ciertos temas surgió a partir de que ellos empezaron a “reflexionar” acerca de los mismos.

En el Reuters Institute Digital News Report 2018, con base en información recabada en 40 países, con extensas muestras en cada país, se encontró que, si bien empieza a detenerse la tendencia acelerada del crecimiento en ciertos países, las redes sociales representan un porcentaje elevado de los mecanismos de información. Adicionalmente, la distribución de información a través de redes directas como WhatsApp continúa creciendo como mecanismo para la transmisión de información, sin que sea necesariamente de fuentes corroborables y confiables.

En esta investigación se incorporó una medición de “alfabetismo noticioso”, que busca medir la capacidad para entender la confiabilidad de las noticias y sus fuentes. Se encontró que las personas que tienen mayor nivel de alfabetismo noticioso tienden a preferir fuentes de información como periódicos establecidos, por sobre la televisión y sobre las redes sociales y son mucho más cautelosos en creer las noticias que se divulgan medio de Facebook o Whats App.

En general, las personas con menor nivel de alfabetización noticiosa tienden a recibir primeramente su información, casi siempre sin mediar juicios críticos o corroboración, de redes sociales y medios con bajo nivel de verificación sobre sus contenidos.

Adicionalmente, las personas con bajo nivel de alfabetización noticiosa tienden a compartir o creen más en la información que reciben en redes sociales, no con base en la credibilidad de quién comparte o la confianza que genera la fuente de información, sino que tienden a darle mayor peso al número de “likes”, “shares” o comentarios que la noticia presenta.

En el caso de México, 90% de las fuentes de noticias provienen de medios online, el 71% proviene específicamente de redes sociales y sólo el 45% de la información proviene de medios impresos convencionales. El 61% de la población utiliza Facebook como su principal fuente de información y 35% whatsapp. De la muestra de países, México ocupa el 4º lugar en la percepción de que se tiene exposición semanal a noticias falsas.

La exposición a información poco confiable sumada a un bajo nivel de alfabetismo noticioso resulta preocupante como sociedad y para las decisiones individuales que tomamos.

Toda decisión, toda postura, es tan sólida como la calidad de la información de la que se alimenta y de la capacidad crítica que se tiene para procesar, corroborar y contrastar dicha información.

En temas económicos y financieros, procesar adecuadamente la información, requiere reconocer que la mayoría de las situaciones y problemas responden a dinámicas complejas, que pocas veces pueden ser sobre simplificadas.

Ejercer nuestra capacidad de análisis y de sentido crítico de la manera más objetiva posible, sobre toda la información que recibimos, es fundamental si queremos que nuestras decisiones y acciones respondan genuinamente al mejor interés individual y colectivo.

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