Migración, derechos humanos y desarrollo

La política migratoria del nuevo gobierno de México se sostiene en dos pilares: derechos humanos y desarrollo, en contraste con la política de contención que imperó durante décadas con lamentables consecuencias.

El cambio de paradigma puede significar para cientos de miles de personas un viraje de 180 grados, capaz de convertir su padecimiento en esperanza.

La política de contención asocia a la migración indocumentada con términos que revelan su visión negativa: problema, ilegalidad, inseguridad, operativos de detención y, en consecuencia, persecución.

Si a una persona se le declara ilegal y se le persigue por buscar una vida mejor en un país distinto al suyo, tiene que caminar en las sombras y renunciar a la justicia y hasta a sus derechos humanos.

Por ello, una gran porción del territorio nacional se convirtió para a los migrantes centroamericanos en escenario cotidiano de un sufrimiento extremo, plagado de abusos y delitos, como extorsiones, secuestros, desapariciones y homicidios.

El cambio de visión implica una enorme diferencia: en lugar de persecución, comprensión; en lugar de abusos y delitos, respeto a los derechos humanos; y desarrollo, en lugar de pobreza, desigualdad, violencia y desempleo.

El plan dado a conocer se enfoca tanto en los mexicanos que migran sin documentos a Estados Unidos como en los centroamericanos que se internan de manera irregular en México con la intención de llegar a la Unión Americana.

Para el desarrollo e infraestructura del sur del país, así como para impulsar el crecimiento en Honduras, El Salvador y Guatemala, se requiere de una considerable inversión en los próximo seis años, pero no hay duda de que el costo de no realizar este esfuerzo sería mayor en sufrimiento humano y rezago económico y social.

El presidente Andrés Manuel López Obrador considera que si Estados Unidos, México y Canadá realizan esta inversión en el marco de un programa de colaboración para el desarrollo, el objetivo de reducir sustancialmente la necesidad de emigrar es alcanzable.

Hay que tener en cuenta, sin embargo, la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca. Podría pensarse que las recientes caravanas de migrantes persuadirían al presidente estadounidense de apoyar el plan del gobierno mexicano. Pero sucede que aunque Trump diga que lamenta las caravanas, en realidad las celebra porque nutren su discurso antiinmigrante.

La política estadounidense no está bajo nuestro control, pero sí lo está hacer lo que nos corresponde como país, y en ello no hay duda: tenemos que cambiar el paradigma y colocar a la migración en la agenda del desarrollo y los derechos humanos.

Hace tiempo que el Día del Migrante era ocasión para reflexionar sobre sus padecimientos; hoy podemos renovar la esperanza.

EL HERALDO DE MÉXICO

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