Reorientación social en la deuda, ingresos y gasto

El Paquete Económico que presentó el gobierno del cambio se ha convertido en uno de los aspectos más relevantes para el futuro. A pesar de su sensibilidad social, tradicionalmente, se ha pretendido encasillar a los gobiernos de izquierda, como no versados en el manejo económico. Lo anterior, por su propensión a excederse en gastos con escasa rentabilidad financiera que a la larga generan crisis. Sin embargo, en el caso de México, fueron los tres últimos sexenios, no de izquierda, los que incrementaron irresponsablemente el gasto público y la deuda, sin que ello se haya traducido en proyectos de alta rentabilidad, obras de infraestructura y mucho menos en apoyo social efectivo.

Los gobiernos de Fox, Calderón y Peña subieron los niveles de deuda como porcentaje del PIB en 18%, es decir, 1% en promedio anual. Al mismo tiempo el gasto público creció 8% dentro de su proporción en el tamaño del PIB, llegando a 5.5 billones de 25 a que llega nuestra economía (22.8 por ciento). Las naciones avanzadas tienden a tener un gasto de gobierno no mayor a 10 por ciento. El gobierno de izquierda del presidente Andrés Manuel López Obrador propone un superávit primario de 1% (245 mmdp), y un compromiso de bajar la deuda como porcentaje del PIB a lo largo del sexenio, lo que sería un hito en nuestra historia económica reciente.

El Paquete Económico es realista y parte de variables macroconservadoras, quizás optimistas en las estimaciones de crecimiento y tasa de interés. Lo relevante es su visión eminentemente social, la que se puede encuadrar en tres rubros que hacen la diferencia con las propuestas económicas del pasado inmediato. En primer término, los ingresos, en donde no incrementará la carga impositiva a los contribuyentes, lo que se antoja justo y pertinente en tanto sólo cuatro de cada 10 personas que trabajan pagan impuestos debido a la informalidad en la economía. Además, existe una cantidad muy relevante de impuestos que se pierden en manos de la clase política, producto de la corrupción, por lo que pedir más a la ciudadanía no es por ahora conveniente.

Un segundo aspecto se centra en la deuda. Se buscará adquirir un endeudamiento de 540 mmdp, lo que resultaría en un superávit primario (1%), con el mantenimiento del nivel de deuda con relación al PIB (45.3 por ciento). En un tercer plano está el gasto, fundamentalmente orientado a lo social. En un país con niveles de desarrollo tan desequilibrados, se hace necesario que avance una agenda económica que ponga en el centro de las prioridades nacionales a los que menos tienen. En este sentido, es a los jóvenes y a las personas de la tercera edad a quienes se busca transferir el mayor número de recursos con 144 mmdp en los programas: Jóvenes Construyendo el Futuro y para adultos mayores.

La significativa reorientación del gasto que se ha hecho en conjunto con los anuncios del no incremento de los niveles de deuda e impuestos representa el comienzo de lo que deberá ser una nueva visión económica para el país. No obstante, este esfuerzo requerirá necesariamente del apoyo del sector privado, así como del establecimiento de medidas económicas tendientes a continuar con el proceso de desarrollo de aquellas regiones que no pueden detener su proceso de desarrollo.

En efecto, es perfectamente justificable que se reoriente el sentido de la política económica para apoyar a las personas y zonas vulnerables sin dejar de considerar a más de la mitad de población que viene creciendo económicamente. Bajo esta lógica, mientras la zonas sur-sureste, demandan las cosas más elementales para su subsistencia producto de décadas de abandono y manipulación política; los estados del Bajío y el norte requieren fortalecer su logística, capacidades de investigación y desarrollo, al igual que potenciar su desarrollo industrial y exportador. Las dos realidades deben ser complementarias y no excluyentes entre sí.

Bajo las condiciones de estabilidad y equilibrio macroeconómico que el gobierno ha propuesto, se está ante el reto de establecer un proyecto económico que atienda a las dos realidades, ya que ambas no pueden esperar. La tarea inmediata será tender puentes y convencer al sector privado para que se sume al reto, no con más impuestos, sino para acrecentar sus inversiones, en tanto, no habrá más recaudación, dinero para programas sociales y crecimiento económico en general, si no hay inversión pública y fundamentalmente privada. Por lo pronto, el Paquete Económico dejará tranquilos a los mercados, pero será su implementación y estricta disciplina lo que al final del camino, determinará el establecimiento de la confianza de largo plazo hacia el nuevo gobierno.

EL ECONOMISTA

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