Tres precisiones sobre el Reporte Mueller

Las opiniones se parecen al colesterol: pueden ser saludables o pueden ser nocivas. Que sean de un tipo o del otro depende, en gran medida, de la construcción interna y de la ingeniería a la que se enfrentan.

Aclaro esto pues la publicación del Reporte Mueller ha polarizado las opiniones políticas en Estados Unidos; para algunos, el reporte hace una absolución total de cualquier sombra de interferencia del gobierno ruso en las elecciones de 2016 —el no collusion, no obstruction del presidente Trump y del fiscal general, William Bar—. Para otros, muestra el inicio de un inevitable proceso de impeachment y hasta auto-impeachment, como dijo Nancy Pelosi, hace un par de días.

Para un ciudadano medio, esta contradicción de opiniones deja solamente una respuesta posible: tanto los demócratas como los republicanos hacen una lectura política de los resultados. Esto hace que la verdad histórica sea inalcanzable, pues las capas del poder y de los intereses de los partidos han oscurecido toda posibilidad de esclarecimiento de los hechos y, por tanto, de responsabilidades. Y, mucho me temo, esta ambigüedad no es sana para ninguna democracia.

Una lectura detallada del reporte deja claros los siguientes puntos: Primero, no hubo colusión de la campaña de Donald Trump con la injerencia rusa en las elecciones. Dicho en otros términos, el fiscal especial no encontró evidencia que vinculara a la campaña republicana con la intervención del gobierno y las empresas rusas en las elecciones. Pero esto no desacredita dicha injerencia, por la que ya ha habido sanciones y expulsiones diplomáticas.

Segundo, el fiscal encuentra pruebas para sostener que ciertas acciones del presidente Trump pudieron haber obstruido a la justicia pero no cuenta con elementos suficientes para acusarlo. Por ello, no se pronuncia ni por exonerarlo ni por culparlo. Es decir, la investigación del fiscal Mueller tiene indicios pero no evidencias jurídicas sobre la obstrucción de la justicia. Y no hay precedentes ni en la Suprema Corte ni en el Departamento de Justicia que ayuden a aclarar si el presidente estaba excediendo o solamente ejerciendo sus funciones al momento de despedir al director del FBI, James Comey.

Tercero, la investigación deja abiertas tres tipos más de acusaciones que pueden perseguirse: los delitos financieros; el perjurio y los falsos testimonios; finalmente, las intervenciones del gobierno y las compañías rusas en las elecciones de 2016. Es por esta vía que los demócratas han llamado nuevamente a testificar al hijo del presidente.

En breve: sí hubo interferencia rusa en las elecciones; no hubo cooperación ni colusión de la campaña de Donald Trump en dicha injerencia. No hay antecedentes jurídicos para acusar a Trump de obstrucción de la justicia; lo que no significa que no haya ocurrido. Y así, en honor a la verdad, el eslogan correcto sería: no collusion, we don’t know obstruction… yet.

Cortesía de LA RAZÓN

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