El postconflicto

La violencia camina oronda por el mundo: visita con orgullo nuestras calles, se instala cómodamente en nuestros días. Aunque se anticipaba su visita, no tocó a la puerta. Apareció con señorío para desdibujar nuestra seguridad. Los demonios andan sueltos; lo mismo en América que en Asia o en Europa. A continuación, las pinceladas de la semana pasada:

En Chile, el presidente Piñera tiene un toque de queda en medio de una huelga general; España vive en vilo por las protestas separatistas catalanas, al tiempo que se preparan —nuevamente— para elecciones generales. Mientras que los disturbios en Hong Kong nos han mostrado la mano más dura de la represión armada. En Bolivia, iniciaron las protestas por el resultado de las elecciones en las que Evo Morales fue reelecto. Por si fuera poco, en México vivimos horas de tensión por los enfrentamientos en Culiacán, en los que el gran perdedor fuimos todos.

Así, los procedimientos democráticos y jurídicos de estos países han sido rebasados por la violencia: los cuerpos de seguridad están en las calles conteniendo, enfrentando, reprimiendo. El olor a pólvora acompaña las memorias de los ciudadanos que, cansados, piensan que la democracia no trajo la paz prometida.

¿Se puede hacer algo en medio de esta barbarie? Recordé el libro Las virtudes cotidianas. El orden moral en un mundo dividido, de Michael Ignatieff. A propósito del proceso de pacificación en los Balcanes, el autor propone que: “La reconciliación no es una técnica ni un procedimiento; no es algo que los extranjeros enseñan y los nacionales aprenden. Es un proceso de lenta sedimentación, a medida que la vejez y la muerte reclaman a los combatientes de ambos bandos y los antaño feroces enemigos aceptan lentamente vivir como adversarios…

No, la reconciliación que importa será muy lenta, como un proceso de deshielo, un corazón y una mente a la vez, a lo largo de generaciones, a medida que el dolor de la memoria da paso a la historia. Cada muerto tendrá que recibir un entierro decente. No hay atajos ni remedios fáciles. Pasará mucho tiempo antes de que los textos escolares de historia enseñen la misma historia a los niños. Todo lo que cuenta tendrá lugar lentamente, en los corazones de los individuos”.

Para resolver los conflictos es necesario pensar con la lógica del postconflicto: dar los siguientes pasos y construir la reconciliación a través de las vías jurídicas e institucionales. Las evasivas, las descalificaciones, los traslados de culpa solamente agrandan la distancia entre los ciudadanos. No creo que queramos que se vuelvan infranqueables.

El triunfo de Trudeau es un respiro pero de corto de aliento. Al parecer, Canadá no recibirá el aliento democrático del resto del mundo; en esta ocasión, les tocará ser el pulmón que oxigene a América y a Europa.

El gobierno de Trudeau es, posiblemente, el último bastión de la democracia liberal, en donde los Derechos Humanos son la brújula de la gestión y la acción política.

 

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