Hace 30 años se cayó un muro y ahora hay 70

Cuando hace 30 años se derrumbó el Muro de Berlín, creíamos que sus lecciones habían sido claras y serían aprendidas: un muro causa dolor en las personas y las comunidades, crea un ambiente de segregación, de aislamiento, de cruel separación familiar, de desesperación, de decisiones temerarias y de muerte.

Un muro siempre es sombrío porque desde su construcción es afrenta y desdén. Más aún, encima o en torno de sus estructuras sólidas se retuercen, como prejuicios y temores, insultantes alambradas, púas, fosas, sistemas eléctricos y de videovigilancia, de detección de calor y movimiento, iluminación, visión nocturna; en algunos hay minas, drones, perros de ataque.

Hay tanta redundancia en el diseño, los materiales y los accesorios de un muro, que aunque se edifique como un símbolo de poder, termina por revelarse lo que realmente es: una representación del miedo.

Con todos los muertos y heridos que dejó el Muro de Berlín por intentos fallidos de escape, con la separación de familias que sostuvo por casi tres décadas, con la enorme impotencia y sufrimiento que causó, en noviembre de 1989 parecía que la humanidad había aprendido. Pero era una ilusión:

Según un estudio de la Universidad de Quebec, en 1990 había 15 muros en el mundo, y ahora hay 70.

Todos los muros se construyen con cierta soberbia, pero los inspira el miedo. ¿A qué le temen los países que construyen muros?

Básicamente, a los migrantes y a las guerras.

Dice el estudio canadiense, dirigido por la académica Elisabeth Vallet, que el propósito de detener la migración es la principal intención al construir muros. Nosotros lo sabemos: hay ya mil kilómetros de muro entre Estados Unidos y México, en tanto que los otros dos mil kilómetros viven en la fantasía de Donald Trump, que los anuncia desde hace años como un muro nuevo, grande y hermoso.

Desde que cayó al Muro de Berlín hasta la fecha, particularmente en los años recientes, en la Unión Europea se han construido mil kilómetros de muros, la mayoría al sur para contener a los migrantes de África, Medio Oriente y Asia, mientras que en todo el mundo hay 27 muros por motivos de guerra.

Al parecer, sin embargo, los muros se construyen, independientemente de su razón visible o reconocida, por una más profunda: la repulsión, el rechazo, la xenofobia.

Nótese: los muros siempre se erigen entre países o regiones asimétricas, y los construye, claro está, el vecino más poderoso, que, a pesar de serlo, se siente inseguro y se dice temeroso. Por ello decide elevar un muro para proteger, según afirma, su soberanía, su seguridad, sus empleos, su cultura, incluso la limpieza de su sangre.

A 30 años de la caída del Muro de Berlín, proliferan los muros del miedo y del odio, que tanto sufrimiento y muerte causan. No, no hemos aprendido.

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