Las llaves de la Casa Blanca

Allan Lichtman es profesor de historia en la Universidad Americana, su nombre conoció la fama pues, desde 1984 hasta 2016, ha predicho con acierto al ganador de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Así, adelantó triunfos improbables como el de Ronald Reagan o Donald Trump.

El método de Lichtman deja de lado las encuestas de popularidad y se basa, en vez, en las claves del poder del partido que está en la Casa Blanca. Para él, la lógica del poder se expresa en 13 llaves que abren o cierran el picaporte de la mansión presidencial de Washington. Y, hasta ahora, no se ha equivocado.

Lichtman piensa que las encuestas y los sondeos aciertan solamente dos de cada tres veces; mientras que su sistema ha mostrado consistencia y eficacia.

Los demócratas presentaron dos argumentos sólidos para solicitar el juicio en contra de Donald Trump: abuso de poder y obstrucción al Congreso. Con seguridad, la Cámara de Representantes aprobará la solicitud y la enviará al Senado. La apuesta del presidente es que la mayoría republicana lo mantendrá impune; y dicha certeza tiene su base en la cercanía de las elecciones y la popularidad electoral con la que cuenta.

Sin embargo, Lichtman ha dicho que, más allá de los argumentos jurídicos, mayorías partidistas y motivos electorales, la destitución del presidente depende de tres factores de poder: el peso del escándalo; la impredictibilidad de sus acciones y la indisciplina hacia su partido. Añadiría un cuarto: la ambición presidencial de otros republicanos.

Es decir, el poder sutil que activa o desactiva los apoyos partidarios, empresariales y lobbystas es ajeno a los sondeos de los medios de comunicación. También, al análisis erudito de la interpretación de los cargos, que es una discusión interesante para juristas, pero somnolienta para el público e irrelevante para el ejercicio del poder.

La realidad es que la solicitud de impeachment, presentada ayer, hiere de muerte al presidente, al tiempo que lo desangra: el olor embriaga a los rivales; azuza a los enemigos y activa las emociones políticas más bajas: envidia y venganza.

El poder de Trump se devaluó. Le quedan pocos incondicionales, algunos cómplices y ningún aliado. Hoy, el juicio de destitución es la carta presidencial de alguno de los 53 senadores republicanos y los correspondientes intereses y apoyos.

La ecuación se resolvería, entonces, por el costo de oportunidad política y no hay muchos argumentos para dejarla pasar. El apoyo en bloque, unánime e incontrovertido del Partido Republicano es, por decir lo menos, sospechoso, pues asume la lealtad y la disciplina que el presidente no ha mostrado para con ellos. Así que no debería sorprendernos un cambio de juego en el Senado: sólo se necesitan 20 votos para redirigir el camino de la historia.

Y, sí. Lichtman piensa, en contra de la opinión de la mayoría, que Trump será destituido; lo anticipó desde 2016. No creo que se equivoque.

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