Los antihéroes de 2019

Como cada año, dedico la penúltima columna del ciclo a revisar los perfiles de los que —en mi opinión— fueron los personajes protagónicos de 2019, cuyas acciones, decisiones y posturas se alejan de la idea del mundo que deseamos.

Al tratarse de personajes públicos, uno esperaría que las discrepancias fueran de orden político o económico. Pero, no es así. En este año, la selección de los antihéroes respondió a un criterio de suficiencia ética; así, me pregunté quiénes fueron los líderes mundiales que, tras ciertas acciones u omisiones, se encuentran en la bancarrota moral.

El primer antihéroe de 2019 es Sebastián Piñera, todavía presidente de Chile. Como recordarán, queridos lectores, dicho país atraviesa un fuerte desequilibrio social —político y económico— que ha llevado a las calles a miles de ciudadanos quienes, en el ejercicio legítimo de su derecho a la protesta, exigen una reestructuración al presidente. Más allá de debatir si es adecuado el proyecto, si las fallas económicas son atribuibles a la Escuela de Economía de Chicago, o si los manifestantes causaron un trastorno en las calles, el asunto realmente perverso es la violenta respuesta del gobierno. Hasta hoy, más de 350 personas han perdido un ojo a manos de los policías; y, esto, no es una casualidad. Se trata, más bien, de una orden ejecutada por los carabineros, pero respaldada por el poder máximo del país. El gobierno de Piñera ha mutilado a sus opositores para mandar un mensaje cruelmente sonoro: o estás conmigo o te dejo tuerto.

El segundo antihéroe es Donald Trump. En esta ocasión lo sitúo en esta lista, pues la detención de niños migrantes en cárceles con condiciones mínimas de hospitalidad ha rebasado las fronteras de lo imaginable: campos de concentración para nuestros niños mexicanos, guatemaltecos y salvadoreños.

El tercer antihéroe es la corrupción y encubrimiento eclesial en los casos de pederastia y violencia sexual. Tanto en la Iglesia Católica, como en la Evangélica o en el Budismo, se han reportado casos abominables que han sido ocultados para proteger al perverso líder carismático, a cambio de billetes. Solamente hay algo peor que un perpetrador sexual o un pederasta: sus encubridores, pues normalizan la crueldad y cambian la espiritualidad por la carne y el dinero.

Me parece increíble escribir esto, pero esta columna pide a los gobiernos e instituciones del mundo que no mutilen a sus ciudadanos, que no haya campos de concentración para niños y que no seamos cómplices en los delitos de violencia sexual, por más sotana, dinero e influencia que conlleve.

2019 fue un año con muchos retos y 2020 anuncia un fuerte reordenamiento mundial. Frente a esto, es indispensable concentrar la atención y la mirada en las estructuras y las políticas pero, siempre, con la consideración extrema por el respeto por las personas.  

Los modelos y las prácticas deben ajustarse pero, nunca, a cambio de la decencia, la verdad o la justicia.

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