Más que el último héroe, Pepe Mujica

En 2014, el cineasta serbio Emir Kusturica anunció que la película sobre la vida de José Mujica se llamaría El último héroe, pero cuatro años después, cuando se estrenó en el Festival de Venecia, llevaba por título El Pepe, una vida suprema.

Deduzco que fue el propio ex presidente uruguayo quien se opuso al primer título cuando lo oigo decir, en reunión con senadores: “Los políticos no son héroes; son gente del pueblo que dedica parte de su vida al intento de mejorar su sociedad”.

A sus 84 años, dice estar cumpliendo con su papel, “tirando semilla”. Y entre otras semillas, arroja ésta: “Cuiden la imagen, traten de vivir como piensan, porque tienen un tesoro: la confianza de la gente. Pero se pierde fácilmente”.

Y otra, en diálogo con estudiantes de la Ibero: “Al fanatismo hay que ponerle límite, ya que es lo contrario de la aceptación de lo diferente, y niega la complejidad de los desafíos que se tienen que enfrentar”.

La trayectoria de José Mujica, nacido en Montevideo en 1935, es intensa y diversa: luchador social, guerrillero (preso 14 años), activista político, diputado, senador y ministro de Agricultura. Cuando llegó a la Presidencia tenía 75 años y todos los visos de que sería un mandatario diferente. Y lo fue.

Siempre se trasladó en un Volkswagen escarabajo modelo 1987 (un jeque árabe ofreció un millón de dólares “por el automóvil del presidente más pobre del mundo”), donó 85 por ciento de su salario a programas de ayuda a familias pobres y, en lugar de mudarse a la Residencia Oficial, siguió viviendo en una modesta finca rural propiedad de su esposa, donde continúa cultivando flores.

Disminuyó la indigencia y la pobreza, aumentó el gasto social hasta 75 por ciento del gasto público, subió el salario mínimo en 54 por ciento, alentó la inversión y redujo el desempleo de 8 a 5.6 por ciento.

En 2012 reguló la venta de mariguana, despenalizó el aborto y legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo, al tiempo que reconoció públicamente la responsabilidad del Estado uruguayo en las violaciones de los derechos humanos en la dictadura (1973-1985).

Dueño de una particular oratoria, que suena a sencillez sin artificios, dijo en el foro México ante los extremismos, convocado por la Cancillería: “No importa ser de derecha, de izquierda, de centro; hay que tener la capacidad de soñar.

Todos los seres humanos estamos a un paso de caer en actitudes fanáticas, expuestos a generar síndromes de odio. Despojarse del odio, olvidarse de las ofensas, es aprender a vivir en libertad. Luchar por despojarte del odio es luchar por una humanidad superior”.

¿El último héroe? No le va. Prefiere ser El Pepe o, sencillamente, Pepe Mujica.

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