Incertidumbre económica y financiera

“La emoción más antigua y fuerte de la humanidad es el miedo y el tipo de miedo más antiguo y más fuerte es el miedo a lo desconocido”.

H. P. Lovecraft, escritor de novelas y cuentos de terror.

En los últimos días, casi por minuto, podemos ver el aumento del nivel de incertidumbre que se ve reflejado en indicadores económicos y financieros. El tipo de cambio ha pasado de 18.50 a niveles cercanos a los 24 pesos por dólar. El IPC de México ha caído cerca de 20%, el índice Dow y la Bolsa de NY han caído casi 30%. El petróleo de México ha caído de niveles cercanos a $60 dólares por barril, a niveles inferiores a $20.

Y como en todos momentos de incertidumbre, es frecuente escuchar las explicaciones y teorías de la conspiración más absurdas. Porque existen sesgos conductuales que llevan a las personas – que no alcanzan a entender las razones (frecuentemente aleatoria y caóticas) detrás de ciertos – a aceptar explicaciones simples de estos fenómenos, aunque sean incorrectas y sin un sustento.

Enfrentamos una incertidumbre que no encuentra respuestas y tampoco tiene un horizonte claro de su término. Por ello, entre otras razones, el impacto económico del fenómeno será mayúsculo. En el corto plazo, la volatilidad se deriva del efecto posible sobre la actividad económica. Tratándose del precio del petróleo, la disminución de la actividad económica afecta la expectativa de consumo futuro de combustible, provocando una caída del precio. Y ello se sumó al conflicto ya existente entre Arabia Saudita y Rusia.

En el tipo de cambio, la depreciación se alimenta, por un lado, de la pérdida de valor del peso ante la incertidumbre provocada sobre el efecto económico que el país tendrá como resultado de la pandemia. Simultáneamente, factores de desconfianza en la gestión previa del gobierno, sumada a la desconfianza sobre la claridad de las medidas que se toman ante la emergencia sanitaria, generan una presión adicional sobre el tipo de cambio. Por otro lado, en momentos de volatilidad se mueven grandes flujos de dinero hacia la economía norteamericana como un refugio seguro. Ello implica no sólo la venta de monedas locales, (como el peso), sino sobre todo la compra de dólares, lo que genera un abaratamiento del peso y un encarecimiento del dólar.

En los mercados bursátiles, la caída se debe al efecto que tendrán las compañías. Los índices accionarios se ven presionados porque se les considera activos de riesgo y, en estos momentos, los inversionistas los venden provocando caídas de su precio

para comprar los instrumentos que consideran más seguros (típicamente los bonos del tesoro norteamericano).

Las medidas anunciadas por la Reserva Federal son poco efectivas porque se desconoce cuándo terminará la incertidumbre. Las subastas de dólares que puede hacer banco de México para frenar la presión sobre el tipo de cambio, si bien son adecuadas, es el equivalente de frenar con el zapato bajando por una calle muy empinada en la “avalancha” cuando éramos niños: puede disminuir un poco la velocidad, pero mientras no termine la pendiente, no se controlará la velocidad del todo.

A quienes les preocupa que la sociedad tome decisiones en pánico que son claramente irracionales, hay que recordarle que nunca el ser humano y la sociedad ha dado muestras de absoluta racionalidad. Pero atender recomendaciones reales de organismos internacionales, evitar dispersar rumores infundados y teorías conspirativas absurdas, siempre será de utilidad para evitar alimentar una incertidumbre que hoy está en niveles extraordinariamente altos y que aún pueden aumentar.

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