Construir la nueva normalidad

Hace un par de semanas, varios medios internacionales entrevistaron a científicos, sociólogos, psicólogos, economistas y filósofos para preguntarles cómo esperaban que se transformaran los estados, las sociedades y las personas tras la experiencia de la pandemia.

Los intelectuales y los pensadores conocen poco el recato apocalíptico, por lo que, a lo largo de la historia, han anunciado el final del capitalismo, del mundo, de la Iglesia y hasta de la historia. A manera de ejemplo, Joaquín Da Fiore anticipó el fin del mundo por el cambio de milenio; Marx no dudó en firmar el acta de defunción del capitalismo; Francis Fukuyama decretó el fin de la historia. Y nada de eso ocurrió.

Tal y como discutieron los filósofos griegos, Heráclito y Parménides, no hay nada más constante que el cambio. Es decir, para que algo se transforme es indispensable que otras cosas se mantengan. De esta forma, la pandemia dejará tras su paso: cadáveres conceptuales, ideas rejuvenecidas y profundas reestructuraciones.

Así, más que jugar al agorero, pienso que la pregunta debe plantearse en otros términos. En lugar de pretender abrir a hurtadillas el velo del futuro, los pensadores debemos responder cómo construir la nueva normalidad y delinear los nuevos parámetros de los conceptos con los que entendemos nuestra realidad.

Por ejemplo, la idea de seguridad nacional tendrá que comprenderse bajo la óptica de las fronteras porosas pues, como hemos vivido, los enemigos pueden ser huéspedes invisibles a quienes abrimos las puertas de nuestros aeropuertos.

Además, el concepto de guerra deberá ampliarse y recomprenderse, pues a los combates tradicionales tenemos que incorporar los ataques comerciales, los peligros cibernéticos, las amenazas biológicas.

La naturaleza ha sido víctima de los excesos civilizatorios, al tiempo que ha sido una cruel bioterrorista que cimbró las estructuras económicas y sociales de una generación. La compleja relación —adelantada por Kant— entre la naturaleza y la libertad de las personas será distinta, pero con un tono inevitable: astuta, pues los días ya no dan para ingenuidades ecológicas.

Además, esta pandemia ha dejado en claro, la posición que juega la salud pública, en la estabilidad de los países: el sistema sanitario es el alfil de los gobiernos. La necesidad de contar con un sistema de salud universal será una discusión internacional, pues las decisiones nacionales pueden ser letales para el mundo entero.

Entre los temas que permanecerán están las demandas feministas, pues la violencia de género es más letal que cualquier pandemia, aunque las sociedades no se detengan por ella. Así, la lucha por la igualdad de género continuará acompañada de los nuevos conceptos y las nuevas relaciones.

Así, más que adivinar o validar nuestras ideologías, hay que atender los temas y conceptos que seguirán vigentes; así como reconocer los conceptos oxidados y las estructuras anquilosadas, pues la nueva normalidad la construiremos a partir de ellos.

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