Roy Den Hollander: el abogado misógino / Análisis de Valeria López Vela

Como señalé la semana pasada, analizar el caso de Jeffrey Epstein sobre abuso sexual de menores ofrece la oportunidad histórica de poder recomponer todas las piezas que integran el rompecabezas de la violencia sexual.

Apenas ayer, se incorporó una figura esencial en el juego de poder, encubrimiento y sometimiento implicados en la violencia sexual: el de los abogados que encubren o defienden a los depredadores y que se valen de cualquier estrategia para mantener la estructura de dominación y odio hacia las mujeres.

Den Hollander se inserta en la sórdida historia del caso Epstein, pues ayer asesinó al hijo de la jueza latina, que investigaba la falta de inspección del Deutsche Bank sobre las cuentas del millonario; estas afortunadas omisiones sostuvieron financieramente la red de explotación sexual.

El banco ya fue sancionado con una multa por los “fallos significativos” en la supervisión de las cuentas del criminal Epstein. Y aunque es correcto será, siempre, insuficiente pues dichos fallos se convirtieron en la desgracia como destino para muchas mujeres.

Por su parte, el perfil de Roy Den Hollander parece sacado del “Manual del Buen Macho”: se definía a sí mismo como “antifeminista”, demandó a la Universidad de Columbia por ser un “bastión de intolerancia contra los hombres” y sostuvo que el programa de estudios de mujeres “demoniza a los hombres y exalta a las mujeres para justificar la discriminación contra los hombres basada en la culpa colectiva”.

A lo largo de su vida, se refirió a las integrantes del movimiento por la igualdad entre hombres y mujeres como “feminazis” y las acusó de ser las verdaderas opresoras de los hombres. Manifestó, también, su descontento con el sistema de justicia pues pensaba que éste beneficiaba a las mujeres en detrimento de los varones. De estas ideas no podía desprenderse otra conclusión más que el sinsentido de un movimiento por la defensa de los derechos de los hombres.

No dejo de preguntarme si existe algún vínculo entre el abogado y la madame, Ghislaine Maxwell; es decir, cuál era el tipo de relación que existía entre ellos. Todavía más, ¿cuáles son los motivos que los hicieron ser cómplices de la crueldad institucional? Hay, desde luego, una línea fácil de rastrear -la misma que le costó la vida al hijo de la jueza Esther Salas: el dinero.

Un denominador común entre el repugnante abogado, la madame y la institución financiera es que su posición de privilegio potenció su índice de crueldad: sin su colaboración, el caso Epstein no habría sido posible. En ese sentido, comparten mayor responsabilidad que la que socialmente les atribuimos pues juntos articularon una máquina para la crueldad sexual.

Mucho me temo que en el juego perverso de la violencia sexual, entre los testigos omisos y los testigos colaborativos —ambos, cómplices—, los depredadores consolidan y expanden el miasma de su podredumbre.

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