¡Adiós, Shinzo Abe!

Al sentirme enfermo durante el viaje mis sueños vagaron sobre un campo de yerba seca

Matsuo Bashō 

La semana pasada, el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, anunció que dejaría la oficina, por motivos de salud. Con 65 años y en medio de un fuerte tratamiento médico, Abe consideró que no estaba en condiciones de cumplir con las exigencias del puesto y, para no traicionar la confianza depositada en él, prefería retirarse.

Las palabras de Abe pasarán a la historia como un respetuoso sonoro a la honorabilidad política: “Lo siento desde el fondo de mi corazón por no poder cumplir con mis deberes. No puedo ser primer ministro si no puedo tomar las mejores decisiones para la gente”.

Contrario a la actitud triunfalista que suelen tener los gobernantes occidentales, el discurso de despedida fue una larga disculpa por los objetivos que no se lograron; se trató, pues, de una muestra más del talante de la política japonesa, de la que podemos aprender tanto.

Abe no pudo lograr la reforma de la Constitución de la Paz cuyo artículo 9 señala: “Aspirando sinceramente a una paz internacional basada en la justicia y el orden, el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación y a la amenaza o al uso de la fuerza como medio de solución en disputas internacionales. Con el objeto de llevar a cabo el deseo expresado en el párrafo precedente, no se mantendrán en lo sucesivo fuerzas de tierra, mar o aire como tampoco otro potencial bélico. El derecho de beligerancia del Estado no será reconocido”.

El texto constitucional tuvo sentido en 1945, pero, en opinión del primer ministro Shinzo Abe, hace tiempo que es inviable. Sin embargo, dado lo delicado del tema, Abe anunció un periodo de discusión con el parlamento pues no quiere lograr su objetivo por mayoría sino por unanimidad. No hay que olvidar que Japón solamente ha tenido dos constituciones en su historia: la de 1889 y la de 1945. Y ninguna de las dos había sido modificada.

La reforma que buscó el primer ministro responde a los conflictos internacionales de la región. La tensión con China es histórica y continúa vigente por las islas Diaoyu/Senkaku. Pero lo que más preocupa hoy a los japoneses —y al mundo entero— es la escalada entre Corea del Norte y Rusia. Shinzo Abe intentó preparar a su país para enfrentarse, infortunadamente, a una nueva ofensiva.

Los nombres que se mencionan más para relevar a Abe son los de Shigeru Ishiba, de 63 años, exministro de Defensa, y el de Yoshihide Suga, la mano derecha de Abe desde 2012 y actual jefe de Gabinete y ministro portavoz; ambos son militantes importantes del Partido Liberal Democrático, pero el primero anuncia un giro de timón —pues ha sido un fuerte opositor a Abe—, mientras que el segundo ofrece la tranquilidad de la continuidad política, hasta las próximas elecciones.

Las acusaciones de corrupción o los alcances de la Abenomics encontrarán su lugar en la historia y sólo podrán ponderarse como claros u oscuros, con el paso del tiempo. Sin embargo, el honorable retiro permanecerá incólume pues la historia no erosiona ni maquilla la nobleza del carácter.

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