El futuro depende de una inyección: así es el largo (y costoso) camino por la vacuna

En 1804, de acuerdo con la historia oficial, el doctor Francisco Xavier de Balmis introdujo al país (entonces Nueva España) la inoculación contra la viruela mediante la técnica de brazo en brazo. La enfermedad, traída al país por los conquistadores españoles, había sido uno de los factores para la caída de Tenochtitlán casi tres siglos antes y una recurrente causa de muerte e incapacitación entre la población. Con su método, aplicado sobre todo en la Ciudad de México, de Balmis lanzó la primera campaña en el país para prevenir una enfermedad altamente transmisible y que ponía constantemente en riesgo el desarrollo de la nación. A partir del siglo XIX y con el avance de las primeras vacunas, México lanzó varias campañas de inmunización contra enfermedades que hoy son poco comunes: rabia, polio, tuberculosis. Y desde principios de la década de los noventa, el programa nacional de vacunación, o de vacunación universal, ha sido uno de los orgullos más grandes y publicitados del sector salud.

Pero poco de su larga historia con los métodos de inmunización parece haber preparado a México para el reto que tiene enfrente: una angustiante espera por una vacuna para enfrentar al COVID-19, seguida de una producción masiva y la campaña de inmunización más grande en la historia.

Hablar de la vacuna contra el SARS-COV-2 se ha convertido en sinónimo de esperanza en todo el mundo, pero aún más en un país como México, cuya economía ha sido devastada por los efectos del confinamiento obligado para detener el crecimiento en el número de contagios y ha causado la muerte de más de 71 mil personas, más de 10 mil adicionales respecto al ‘peor escenario’ establecido por las autoridades federales al inicio de la pandemia.

Sin embargo, pese a que todos los días surgen noticias sobre las investigaciones y el desarrollo de diversas vacunas que alientan la esperanza, estas están lejos todavía de ser una ‘llave mágica’ que abra las puertas a un mundo que remotamente se asemeje a lo que conocíamos antes de la pandemia.

“Es sumamente complicado hablar de una fecha precisa, soy muy conservadora al respecto”, aseguró Roselyn Lemus, doctora en biología molecular e investigadora en desarrollo de nuevos medicamentos y vacunas contra el Covid-19.

“Quizá para el segundo semestre de 2021 es más plausible tener una vacuna y, aun así, se habla de una vacunación masiva hasta 2022”.

Usualmente, el proceso para desarrollar, fabricar y comercializar una vacuna tarda entre 5 y 10 años, sin embargo, el COVID-19 ha obligado al mundo a meter el acelerador para tener a la mano una respuesta a la pandemia lo antes posible, sin importar el costo monetario. Tan solo el gobierno estadounidense, el más afectado en términos de contagios y muertes por esa enfermedad, ha destinado más de 9 mil millones de dólares a diversas candidatas a vacunas.

Existe una lista de varias vacunas potenciales, en diversas fases de desarrollo, que se esperan para el próximo año. Sin embargo, ninguna se encuentra todavía en posición de ser producida masivamente y con la seguridad de que sus efectos secundarios sean tolerables para realizar una inmunización masiva. Y en el camino se esperan tropiezos. Hace solo una semana, la vacuna del gigante farmacéutico AstraZeneca y la Universidad de Oxford, una de las candidatas principales contra el COVID-19, tuvo que interrumpir sus pruebas de Fase 3 (la aplicación en miles de voluntarios) debido a una presunta reacción adversa en el sistema neurológico de una persona. Al final, resultó que la vacuna no había sido la causante, sin embargo, fue una pequeña prueba de todas las cosas que podrían salir mal en los siguientes meses y alargar la espera.

“Y una vez que se tenga una vacuna aprobada, no se acaban los problemas”, añadió Lemus. “No es un proceso mágico y eso puede desalentar”.

De tener una vacuna el próximo año, explicó la especialista, los primeros en recibirla deberían ser los grupos más vulnerables, como los médicos, enfermeras y otros trabajadores del sector salud directamente expuestos a la enfermedad.

Además, ninguna vacuna, especialmente una desarrollada tan rápido, es 100 por ciento efectiva. La de influenza, por ejemplo, tiene una efectividad de alrededor de 50 por ciento, aunque se trata de una enfermedad mucho menos letal que el COVID-19. Hasta ahora, la efectividad real de las vacunas que se encuentran en desarrollo es todavía un misterio.

En los últimos meses, los países han firmado varios convenios con las farmacéuticas que desarrollan las vacunas para poder acceder a ellas más rápido. México se encontraba en una lista de espera para recibir la vacuna de AstraZeneca, pero fue subido varios lugares luego de que el gobierno mexicano, con el apoyo de Fundación Slim, acordara financiar parte de la producción de las vacunas en el país.

“Con AstraZeneca estamos adelantados un año, sin el acuerdo de Slim hubiéramos tenido que esperar quizá hasta 2022”, afirmó Lemus y añadió que tan solo en México se requieren alrededor de 150 millones de vacunas para poder inmunizar eficientemente al país.

Con esa cantidad de dosis requeridas y un precio aproximado de 4 dólares por vacuna, según la propia farmacéutica, la inversión del gobierno mexicano y Fundación Slim podría ascender a unos 600 millones de dólares. Bloomberg Businessweek México buscó a Fundación Slim para comentar al respecto, sin embargo, no obtuvo respuesta hasta el cierre de esta edición.

El acuerdo con AstraZeneca contempla que Argentina ‘ensamble’ la vacuna y posteriormente sea envasada en México para su distribución en diversos países de América Latina.

La de la farmacéutica británica no es la única vacuna que podría llegar a México pronto. Existe un convenio con la francesa Sanofi para realizar pruebas de Fase 3 en voluntarios mexicanos, con lo que el país se movería varios lugares al frente para recibir la vacuna en cuanto esté autorizada. Con la estadounidense Johnson & Johnson también hay convenios para realizar pruebas y que acelerarían la llegada del remedio al país. Hay otros acercamientos para las vacunas chinas de CanSino y Walvax, además de laboratorios en Italia, Alemania y Noruega.

Sin embargo, la que hasta ahora aparece como una de las vacunas favoritas de los mexicanos es la producida por el gobierno ruso, que se encuentra en una de las etapas más avanzadas y cercanas a su distribución. Diversos especialistas médicos han externado su desconfianza hacia esa vacuna, por no contar con los niveles más estrictos de supervisión, prueba y desarrollo a las que sí se han sometido otros laboratorios. Pese a ello, un artículo reciente en The Lancet, una de las publicaciones médicas de mayor prestigio, afirmó que la vacuna conocida como ‘Sputnik V’ generó anticuerpos en los participantes de la prueba sin efectos adversos serios.

No obstante, el proyecto ruso ha sido muy cuestionado por lo limitado de las evaluaciones, pues únicamente se aplicó a 76 personas saludables, entre 18 y 60 años, en dos hospitales de Rusia. Los datos mostrados en el artículo de The Lancet impulsaron en parte la credibilidad de la vacuna rusa en un sector de la comunidad médica global.

De acuerdo con una encuesta realizada por El Financiero y publicada a finales de agosto, la mayoría de los mexicanos se fían en el trabajo de los rusos y tienen la suficiente confianza para aplicarse su vacuna. La encuesta revela que el 66 por ciento de los entrevistados expresó mucha o algo de confianza en ella, incluido 32 por ciento que dijo tener mucha confianza. Asimismo, el 65, 63 y 60 por ciento expresó mucha o algo de confianza en una vacuna producida en Francia, Reino Unido y Estados Unidos, aunque considerando solamente el porcentaje de ‘mucha’ confianza ese orden se revierte, con los norteamericanos destacando sobre británicos y franceses.

Las respuestas contrastan con un nivel de confianza más bajo hacia una vacuna producida en México; 22 por ciento que dijo tener ‘mucha’ confianza, aunque sumando la respuesta ‘algo’ de confianza, el nivel es de 63 por ciento, similar al de las europeas.

El gobierno ruso firmó un acuerdo con Landsteiner Scientific para distribuir 32 millones de dosis de Sputnik V en México, mismas que llegarían en noviembre de ser aprobadas por las autoridades sanitarias del país.

“Aunque noviembre está ‘a la vuelta de la esquina’, anticipo un problema con la distribución”, opinó Alfredo Mansur, consultor y especialista en almacenamiento y logística industrial. “Las vacunas requieren de un proceso de entrega muy particular, conocido como cadena fría, que dependiendo de cada una es un proceso distinto y en México no contamos con la capacidad suficente”.

¿Cómo mover millones de vacunas rápidamente a todos los rincones del país sin entorpecer el proceso de entrega? Según Mansur, es prácticamente imposible, pues solo un par de laboratorios en México cuentan con una capacidad amplia y segura, aunque ni remotamente de las dimensiones que requeriría una campaña masiva de vacunación contra el COVID-19.

“Hablamos de millones de dosis, quizá varias aplicaciones, en un país con una infraestructura sanitaria limitada”, añadió. “Si no tienen un plan ya, si el gobierno no ha pensado ya en ello, llevan varios meses de retraso y eso es grave”.

Lo es especialmente cuando de la vacuna depende, literalmente, el país. En el paquete económico para 2021, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) prevé que el PIB nacional crezca 4.6 por ciento, producto de un rebote técnico tras la caída prevista de 8 por ciento para este año. Sin embargo, la dependencia y su titular Arturo Herrera han señalado que, de aplicarse una vacuna pronto, el crecimiento podría ser mayor.

Hasta ahora, la esperanza del funcionario y la de millones que han padecido la peor crisis económica en más de un siglo no encuentra eco. Los especialistas prevén que 2021 sea otro año con cubrebocas y varias olas de infecciones, con alzas y bajas en el número de contagios conforme se van abriendo algunos sectores. Y una vez que lleguen las vacunas y toda la población haya sido inmunizada queda la desconfianza de saber por cuánto tiempo estaremos realmente protegidos, habrá rebrotes y ‘clusters’ de contagios en algunas zonas.

“Es duro escucharlo, sí, pero es mejor ver las cosas de manera realista”, aseguró Lemus. “La vacuna no es ninguna llave mágica”.

Con información de El Financiero

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