Democracia secuestrada.

“La democracia representativa y sus estructuras básicas han sido secuestradas; al menos, en parte”. Así comienza el libro de Ramón A. Feenstra, profesor del Departamento de Filosofía y Sociología de la Universitat Jaume I de Castelló, en España. El provocador texto incita a la reflexión de las inéditas e inauditas prácticas políticas de nuestros días que se cobijan bajo el manto democrático.

Señala Feenstra que los primeros en hacer sonar las alarmas del secuestro de la democracia —ya sea por gobiernos populistas, de izquierda o de derecha, o autócratas en sus distintas versiones— fuimos los académicos, los periodistas y los activistas sociales, cuando señalamos las irracionalidades de los gobiernos que se permitían mediante “el cheque en blanco” en que se tradujo la representación partidaria.

Dicha concentración de poder, aunada a la necesidad de retención del mismo, hace que los presidentes-plagiarios extorsionen a los ciudadanos condicionando el ejercicio de los derechos a la incondicionalidad en el voto. Así, “ni oyen ni ven” los razonamientos jurídicos que destruyen sus políticas perversas; tampoco consideran las aportaciones que se hacen en los parlamentos abiertos. En vez, justifican sus arbitrariedades en los votos que los llevaron al poder, desde el que ahora abusan de los ciudadanos -incluidos sus propios votantes.

Y, en efecto, el secuestro de las democracias inicia con la figura autoritaria del Poder Ejecutivo, pero alcanza su máximo efecto corruptor con la complicidad del Poder Legislativo y Judicial. Así, las Cámaras de Representantes quienes, en contra de su propia naturaleza, olvidan a los representados para validar atrocidades democráticas que, más tarde que temprano, las cortes tienen que resolver -a veces, con piruetas inconstitucionales.

Los secuestradores de la democracia nos roban la libertad y toda capacidad de actuación en la esfera pública; despojan de su poder al demos, quitándonos derechos a los que califican de privilegios. Así, por ejemplo, las reestructuras a los sistemas sanitarios no han mostrado sino vulneraciones al derecho a la salud de los ciudadanos.

Al igual que una persona secuestrada, los votantes quedamos a merced de los caprichos, delirios y favores de quien busca robarnos todo: desde nuestras propiedades, prestaciones laborales o fideicomisos hasta nuestras libertades y derechos -protesta, expresión y participación política. Este tipo de personajes no merecen el calificativo de malos políticos; son, en realidad, bucaneros del poder.

El propio José Mujica señaló que vivimos en una democracia secuestrada que es peor que una dictadura abierta. Así que, esto no se trata de un asunto de derechas o de izquierdas; en esta ocasión, las ideologías deben quedar de lado si queremos rescatar con vida a nuestra democracia: con los derechos y las libertades que esto significa.

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