Las heroínas de 2020

Como cada año, dedico mi última columna del año para señalar a quienes —en mi opinión— trajeron luz al tenebroso capítulo de la historia que atravesamos. En este difícil 2020, pese a quien pese, fuimos las mujeres quienes sacamos adelante a nuestros países, familias e instituciones del atolladero; y lo hicimos desde el gobierno, la academia o el periodismo. Menciono solamente algunos casos representativos.

Conocimos la información sobre el inicio de los contagios en Wuhan gracias a la valentía de la periodista Zhang Zhan, condenada a cuatro años de prisión por “provocación de disturbios”, que en buen español se dice “documentar los hechos, comunicar la verdad”. Zhan documentó y mostró al mundo una postal que se repetiría en todos los países: hospitales abarrotados, tanques de oxígeno por doquier, filas en los crematorios…

Durante los primeros meses de la pandemia, fue notorio el mejor desempeño de los países liderados por mujeres; es impensable cerrar el año sin mencionar la extraordinaria labor de la canciller Angela Merkel; el entrañable discurso de la reina Isabel II; la tan audaz como sensata decisión de Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, de garantizar la vacunación de sus ciudadanos y de los países vecinos.

Los medios internacionales han coincidido en que la “madre de la vacuna” es la bioquímica húngara Katalin Karikó quien, desde hace más de treinta años, sostenía que era necesario hacer tratamientos y vacunas basados en la molécula del ARN.

Así, la historia de la pandemia puede ser narrada —de inicio a fin— con nombres de mujeres: desde la difusión de la primera información sobre la gravedad del virus, pasando por los mejores planteamientos para la gestión de la crisis —sanitaria, económica, educativa— y la solución con la vacuna.

Hasta aquí los hechos. Pero queda todavía responder ¿por qué las mujeres lo hicimos mejor? Aventuro una hipótesis. Aristóteles señala que uno es lo que hace repetidamente y dado que las mujeres vivimos en estado de alerta constante, estábamos mejor preparadas para ganar las batallas pandémicas.

Mientras que las crisis son la excepción para los varones, para nosotras son la norma: pasamos los días de violencia en violencia, así que aprendimos a administrar el miedo creando redes, desarrollando estrategias, aprendiendo a recomponernos emocionalmente, haciendo que la alegría se enrede con nuestra voz. Día a día, las mujeres miramos a los ojos al desahucio —a veces el de nuestros seres queridos; las más, el propio— y seguimos adelante. Así, el duro entrenamiento cotidiano nos capacitó para resolver, exitosamente, uno de los retos más grandes de la historia.

Estoy segura de que podría decirse lo mismo en las historias domiciliarias de la pandemia, pues el común denominador para hacer frente a las crisis son las habilidades de cuidado: atención, valentía, sensibilidad, persistencia y resistencia. Todas ellas forman parte del carácter femenino —a veces aprendido, otras desarrollado.

Espero que el próximo 2021, las mujeres nos acostumbremos, también, a ganar.

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