¿Por qué entre más se nos repite una idea (falsa) terminamos por creerla

“Al repetir a menudo una falsedad, los hombres llegan a creerla ellos mismos”. Thomas Jefferson.

La discusión de los temas públicos en México y a nivel mundial, continúa en la actualidad bajo una lógica en la cual, la mayoría de las personas tiende a replicar mensajes que no responden a ninguna evidencia concreta.

Ya sea cuando se discuten temas de política económica, del comportamiento democrático de la sociedad o del diagnóstico de la situación y perspectivas de economía del país, las posiciones extremas (antes minoritarias) se han hecho más frecuentes y los argumentos simplistas, extremos, estridentes y sin fundamento, son incluso defendidos por personas que, en principio, supondríamos tienen conocimientos o capacidad de análisis tales, qué deberían ser inmunes tanto a argumentos sin fundamento o posturas polarizadas sin sustento.

Este problema tiene dos dimensiones: por un lado, la mayoría de las personas asumen para sí mismos, un nivel de conocimiento y de capacidad de comprensión qué frecuentemente es muy superior al que realmente presentan; lo cual impide distinguir la validez de los argumentos que se nos presentan. Por otro lado, incluso personas con capacidad analítica y conocimientos válidos, frecuentemente toman como válidas posiciones, por decir lo menos, poco fundadas.

De acuerdo con el estudio “Investigating the robustness of the illusory truth effect”, la repetición consistente de una aseveración falsa llevará la mayoría de las personas a creer en ella (tal como afirmaba el nefando e infame ideólogo del nazismo Goebbels).

Este fenómeno es conocido como el efecto la verdad ilusoria. El estudio muestra que, con independencia de las habilidades cognitivas de las personas, estas están predispuestas a calificar como verdaderos algunos argumentos, en la medida en que previamente hubiesen sido expuestos a los mismos (sin importar su lógica inherente).

Al analizar si la inteligencia verbal y la denominada “inteligencia fluida” minimizaba el “efecto de la verdad ilusoria” se encontró que ni esos factores, ni el contar con mejores habilidades cognitivas reducen la propensión a creer aseveraciones falsas después de escucharlas previa y repetidamente.

Uno de los factores que condicionan este proceso, es la llamada “necesidad de cierre cognitivo”, qué es el deseo inherente de las personas de obtener respuestas directas y sencillas a las preguntas que nos formulamos, sin que nos generen confusión ni ambigüedad.

Paradójicamente, por la complejidad de los problemas que enfrentamos hoy en lo económico, lo político y lo social, la realidad es que la mayoría de las respuestas o diagnósticos mejor construidos, presentarán elevados componentes de ambigüedad; por ello, las aseveraciones simplistas y reduccionistas tienden a ser más fácilmente aceptadas y es más fácil que terminen por ser concebidas como ciertas.

En el estudio, se analizaron también factores como la capacidad o preferencia por la deliberación y la medida de pensamiento racional, pero ninguno de esos factores llevo a que las personas fueran inmunes al efecto de la repetición de aseveraciones falsas que terminan por ser creídas.

A nivel académico estos estudios presentan aun limitaciones. Pero la evidencia cotidiana que percibimos en el entorno de la discusión en medios de comunicación, redes sociales e incluso en conversaciones familiares o con amigos, muestra que, efectivamente, la repetición de conceptos simples lleva a que estos sean aceptados, invalidando nuestra capacidad de juicio crítico y disminuyendo consecuentemente la calidad de nuestras decisiones. Ello resulta particularmente negativo en entornos en los que nuestras decisiones determinarán, tanto nuestro curso de acción individual, cómo el que tomamos como integrantes de una sociedad más amplia, que urgentemente requiere resolver problemas concretos y dejar de enfrascarse sobre visiones incompletas que solo conducen a la polarización sin respuestas.

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