Por qué son importantes muchos fideicomisos públicos

“El presupuesto no tiene mucho control sobre el gobierno. Por otra parte, el gobierno no tiene mucho control sobre el presupuesto”. P. J. O’Rourke, periodista satírico estadounidense.

Se ha presentado una fuerte discusión respecto de la iniciativa de desaparición de más de un centenar de fideicomisos públicos. La propuesta plantea que dichos fideicomisos han sido opacos, que se requiere eficientar el uso de esos recursos para otras prioridades y que, en aquellas actividades indispensables y estratégicas, el gobierno proveerá mediante asignaciones directas presupuestales los recursos necesarios para ello.

Respecto del señalamiento de la opacidad y de prácticas de corrupción ligadas a muchos fideicomisos públicos, ello es absolutamente innegable. En cuanto a qué existen muchos que no son prioritarios, particularmente en un entorno de nuevas prioridades gubernamentales, ello también es en muchos casos, correcto.

Pero resulta importante considerar otros factores para calificar los potenciales efectos de esta propuesta.

Un primer elemento conceptual es la calificación a priori de los fideicomisos como una instancia opaca y proclive a la corrupción. En estricto sentido, un fideicomiso es exactamente lo contrario, porque es un vehículo que permite establecer reglas puntuales de operación que, por definición, son más auditables que la disposición de recursos ejercidos en un presupuesto modificable y, frecuentemente, sujeto de discrecionalidad por parte de la autoridad.

La opacidad de muchos fideicomisos públicos no es responsabilidad de la estructura, sino de la falta de operación de sus mecanismos de control (tales como la auditoría superior de la Federación o la antes Procuraduría general de la República), que han sido omisos o sujetos a control político para evitar la investigación y determinación de sanciones por desviación o uso inadecuado de los recursos.

Si se me permite la sobre simplificación, es como decir que, como los coches provocan fallecimientos, más que fortalecer las medidas de castigo a quienes incurren en infracciones, tenemos que desaparecer los autos.

Por lo que se refiere a ciertos fideicomisos destinados a propósitos estratégicos se generarán inevitablemente consecuencias negativas. Por un lado, fideicomisos como el de desastres naturales, en palabras del propio secretario de hacienda, no transferirá recursos sino más bien las deudas que adquirieron para enfrentar contingencias previas. En otros casos, por ejemplo, los fideicomisos orientados a la ciencia y el desarrollo tecnológico, se interrumpirán programas vitales y, muchos de estos, reciben contribuciones adicionales de organismos o instituciones de investigación internacional, que apoyan proyectos específicos, bajo la premisa de que existe un compromiso vía la asignación a un fideicomiso público, para apoyar tales proyectos.

El señalamiento de que muchos fideicomisos previstos para el apoyo de la ciencia y la tecnología se orientaban a apoyar empresas y proyectos no relevantes, claramente refleja un desconocimiento de cómo opera el desarrollo y el conocimiento científico a nivel internacional e, inclusive, de cuál es la relevancia qué la ciencia tiene en la búsqueda de un crecimiento sostenible; en muchos casos con una visión ideologizada de la ciencia que es “correcta”.

Los fideicomisos públicos se constituyeron históricamente para evitar qué, proyectos relevantes y estratégicos estuvieran sujetos al arbitrio o a las posibilidades coyunturales de asignación de recursos, así como a la lentitud que, por definición, tienen los procesos burocráticos de asignación anual.

La búsqueda de mecanismos reales y efectivos para combatir la corrupción en el ejercicio de los recursos públicos es una absoluta prioridad. Como lo es la asignación de recursos a programas que beneficien, genuinamente y de forma sostenible a la población que más lo requiere.

Pero ello debe operarse con un sentido estratégico. En caso contrario, frente a un lunar potencialmente maligno en la mano, estamos amputando el brazo entero. El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de Mexicana de Becas.  [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

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