Cumbre Biden-Putin: López Vela – Análisis

La Casa Blanca anunció, ayer, que el próximo 16 de junio, el presidente Biden se reunirá con Vladimir Putin, su homólogo ruso, en Suiza.

Generalmente, las cumbres entre los mandatarios de las otroras “superpotencias” del mundo generaban nerviosismo por las secuelas de la Guerra Fría, del siglo pasado. Desde 1989, con la caída del Muro de Berlín, y la Perestroika rusa, el liderazgo estadounidense, respaldado por los países miembros de la OTAN, se impuso en el mundo. Pero eso, hoy, también ha cambiado.

Como consecuencia de la administración Trump se debilitó el liderazgo estadounidense; el expresidente quiso —desde el primer día de su único mandato— centrar sus esfuerzos en las necesidades internas y dio la espalda a los aliados históricos de su país. Al mismo tiempo, fue licencioso con la política de Putin, pues su campaña se benefició de la injerencia cibernética rusa.

Por su parte, la nueva administración de la Casa Blanca tiene una posición opuesta a la de su predecesor, en mayor sintonía con la relación histórica con sus aliados; Biden quiere recuperar el asiento principal de la mesa de negociación de la geopolítica mundial y controlar las reglas del juego.

A todo esto hay que sumar las tensiones de los últimos meses: el envenenamiento del opositor Alexéi Navalny o las supuestas recompensas rusas a los talibanes que atentaran contra las tropas estadounidenses en Afganistán, que han hecho que EU endureciera las sanciones económicas con Rusia, mismas que fueron replicadas por Moscú.

No hay que olvidar que, en marzo de este año, el presidente Joe Biden llamó “asesino” a Putin y sostuvo que “pagaría un precio” por la presunta campaña de desinformación rusa en las elecciones estadounidenses del 2020. En respuesta, Moscú llamó a consultas a su embajador por primera vez en veinte años.

Así, por primera vez en cuatro años, Putin se entrevistará con un presidente decidido a defender los intereses de su país y de sus aliados, que no le debe su lugar en la Casa Blanca y, sobre todo, que desprecia profundamente la política de los intereses. Biden, estoy cierta, concibe a la política como un juego de posiciones al servicio de los principios morales que sostienen a la democracia; así, cada movimiento es un eslabón de una sólida cadena que engarza una visión política compartida.

Por ello, no es de extrañar que, la reunión con Putin, haya sido agendada después de la sesión de la OTAN —Albania, Alemania, Bélgica, Bulgaria, Canadá, República Checa, Croacia, Dinamarca, Estados Unidos, Estonia, Eslovaquia, Eslovenia, España, Francia, Grecia, Hungría, Islandia, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Montenegro, Noruega, Países Bajos, Polonia, Portugal, Reino Unido, Rumania y Turquía— y con el G-8 —Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, Reino Unido y Japón.

¿Qué se puede esperar? Una reunión tensa y, en el peor escenario, infructífera. En mi opinión, en este primer encuentro, el exexpía ruso y el expresidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense marcarán el tono y la pauta de la agenda internacional.

Las opiniones de los columnistas y colaboradores expresan su punto de vista, y no necesariamente los de Pilotzi Noticias o de su servicio informativo Online.

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