¿Qué nos roba el Talibán?: López-Vela – Análisis

Sin duda alguna, escuchar las historias de pérdidas materiales —casas, objetos, negocios, bienes— de los afganos ante la llegada de los talibanes nos estremece. Al tiempo, nos obliga a cuestionar los acontecimientos y sopesar las consecuencias, pues no se trata de los quebrantos más importantes. 

Realmente, el Talibán ha robado a los ciudadanos la libertad: ese intangible tan preciado sobre el que construimos todo lo demás que acompaña nuestros días. Pensemos, por ejemplo, en la definición que propuso Cicerón: libertad es hacer lo que se quiere. Hoy, muchos afganos no pueden, ni siquiera, dejar el país.

Con un argumento más sofisticado, Isaiah Berlin propuso dos nociones de libertad: la negativa —que radica básicamente en la ausencia de coerción por otros— y la positiva —que es la capacidad de ser dueño de nuestra voluntad y determinar nuestras propias acciones y nuestro destino.

Pues bien, el nuevo régimen no permite a sus ciudadanos ni la una ni la otra: obliga a sus ciudadanos a creer, pensar y actuar con base en un sistema religioso impuesto que, de no ser seguido estrictamente, conlleva humillaciones, penas y castigos inhumanos.

Todavía más, el filósofo John Rawls señaló que para conseguir los bienes sociales y de cooperación es necesario comprender a las personas como seres independientes y autónomos. Así, las personas no pueden estar limitadas por concepciones morales anteriores en la consecución de sus propios intereses. Posición diametralmente contraria a la sostenida por los talibanes.

Explico todo esto porque la mejor manera de entender al Talibán es como un grupo de ladrones: de derechos, de libertades, de oportunidades, de destinos. En su afán por quedarse con un territorio y su riqueza, no dudan en apropiarse de los cuerpos y de las mentes de sus ciudadanos convirtiéndolos en esclavos.

En concreto, el régimen Talibán viola el derecho a la libertad de creencias, el derecho al libre tránsito, la libertad de expresión, el derecho al libre desarrollo de la personalidad, el derecho a la educación. Esto, sin mencionar, el derecho a la vida.

Las mujeres son quienes enfrentan los daños de manera inmediata, pero no podemos ser ingenuos y creer que los hombres saldrán ilesos, pues el gobierno que no respeta los derechos humanos de algunos termina por vulnerar los de todos.

Y aunque no vivamos dentro de sus fronteras, la instauración del régimen Talibán amplía las coordenadas de la intolerancia y aumenta el volumen del discurso antiderechos, afianza estereotipos, crea la impresión de que es aceptable actuar en contra de la dignidad humana.

Cierro con la paradoja de la tolerancia de Karl Popper que señala que una sociedad ilimitadamente tolerante será reducida o destruida por los intolerantes; por ello, si queremos salvaguardar nuestros derechos y los principios de nuestras democracias, la comunidad internacional no puede permanecer expectante frente a los hechos en Afganistán.

Las opiniones de los columnistas y colaboradores expresan su punto de vista, y no necesariamente los de Pilotzi Noticias o de su servicio informativo Online.

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