Semana de inflación en EUA, en pleno incremento de preocupaciones por aumento de precios de energéticos: Gordillo – Análisis

Uno de los temas de mayor atención para los mercados financieros en lo que va del 2021 y que se ha intensificado en las últimas semanas es la evolución de los precios de las materias primas energéticas, como lo son los del precio del petróleo crudo, gas natural, gas LP, carbón, diésel, entre otros, alcanzando máximos de varios años. Su rápido encarecimiento puede poner en duda la recuperación de la economía global tras la pandemia.

Las implicaciones de esas subidas de precios tienen todo tipo de ramificaciones: su impacto sobre el costo de la electricidad, un posible repunte de la inflación, la política monetaria de los bancos centrales, las decisiones de inversión para proteger las carteras, entre otros.

El peor escenario para los mercados es que el repunte del precio del petróleo, así como del resto de combustibles, no sólo termine teniendo un efecto directo en la subida de los precios totales, alargando la inflación alta por más tiempo, sino que también afecte a las expectativas de inflación del próximo año, lo que podría acabar forzando a los bancos centrales a adelantar la retirada de los estímulos monetarios y la subida de tasas de interés, y frenando la recuperación económica. La combinación de alta inflación y caída en la actividad económica se le conoce en el argot como estanflación.

Los precios al consumidor llevan al alza en EUA desde el primer trimestre. Al principio, las principales causas eran un efecto base y la ruptura de las cadenas de suministros. Muchas empresas pararon por la pandemia y, con la reapertura y la reactivación de la economía, se generaron cuellos de botella en una cantidad importante de industrias (como las de los semiconductores), un fenómeno que ha ido a más y que también se ha dejado sentir en los costos de transporte, en particular de los fletes marítimos.

En primavera de este año entró en la ecuación de los precios globales el encarecimiento del petróleo, el gas y la electricidad. En junio, la tasa de inflación en Estados Unidos superó el 5%, su nivel más alto en 13 años. En la Eurozona, las presiones demoraron un poco más en notarse, pero en septiembre la tasa anual ya se ubica en 3.4%, valor que no se veía desde 2008. En México, en abril alcanzó máximos desde finales de 2017, para después bajar un poco, aunque ahora en septiembre de nuevo la lectura mostró un rebote hacia el 6.0%.

Como a principio del año, la pregunta sigue siendo si las presiones inflacionarias son temporales o se trata más de una cuestión estructural. No hay respuesta clara para ello. En sentido estricto, hay razones muy válidas que podrían justificar cualquiera de las dos posibilidades.

Para nosotros y la mayoría de los dirigentes de las autoridades monetarias y analistas económicos, se trata de un fenómeno temporal. Prácticamente todos los análisis muestran que los precios convergerían a las distintas metas oficiales para el próximo año, aunque con un balance de riesgos cargado hacia el tono alcista. El problema de este análisis es que nos lleva a otra pregunta: ¿qué periodo de tiempo puede ser considerado temporal? ¿6, 9, 12 meses, 1.5 años, todavía podría ser considerado como temporal? Tampoco hay una respuesta clara y consensuada para ello. Sobre todo, no es trivial la afectación económica que implica tener varios meses de alta inflación.

Por su parte, los mercados de futuros sí reflejan en el mediano plazo una caída de los precios de petróleo y gas, en la confianza de un mayor equilibrio entre la oferta y la demanda. Sin embargo, si los cuellos de botella en los suministros duraran más tiempo y dieran lugar a alzas salariales mayores de lo previsto, la presión sobre los precios podría ser más persistente.

Así, ante este escenario inédito de incertidumbre, los mercados financieros y analistas irán ajustando sus expectativas de inflación conforme se publica el dato real.

Es por ello, que semanas como esta, en la que en EUA se publica la cifra de inflación al consumidor cobran relevancia. El dato se dará a conocer este próximo miércoles 13 de octubre.

La expectativa es que en términos anuales la inflación se mantenga en septiembre en 5.3%, nivel similar al de agosto y una décima menor al máximo alcanzado en junio pasado. Esto será relevante, porque si bien continúa en un nivel alto, a pesar de los inconvenientes registrados por los altos costos energéticos, las presiones inflacionarias no se han intensificado. También ofrecería un respiro que se pudieran estar presentando efectos de segundo orden, como lo son incrementos constantes en salarios mayores a los pronosticados o un contagio en los precios de una mayor cantidad de bienes y servicios.

De concretarse la cifra de 5.3% anual, también ayudará a no mover las expectativas de inflación para el corto y mediano plazo, lo que relajaría estas preocupaciones y especulaciones sobre los futuros pasos de la FED, en particular sobre cuándo subiría su tasa de interés de referencia y de rebote beneficiaría a los activos de mayor riesgo, entre ellos, el peso mexicano.

Por el contrario, una inflación en EUA que supere las expectativas, intensificará los temores y las voces que apuntan a la posibilidad de que los bancos centrales se vean obligados a dejar atrás las políticas no convencionales de los últimos 13 años, a pesar de que sus dirigentes se afanan en convencer a los operadores de que los niveles de precios actuales son transitorios. Esto se traduciría en mayores episodios de aversión global al riesgo y caídas en activos de economías emergentes, entre ellos los denominados en pesos mexicanos.

En cualquier caso, el escenario de muy corto plazo para los mercados financieros seguiría siendo de correcciones, mientras no se sienta que se mitigue de forma significativa el riesgo de una estanflación en el mundo (o en ciertos países/regiones).

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