Tres errores a evitar si queremos vencer a los populismos: López Vela – Análisis

He tenido la confianza, y la fortuna, de poder escribir en La Razón por más de una década sobre política internacional; durante estos años, he seguido con atención el caso venezolano: desde los años del chavismo hasta los delirios totalitarios de Nicolás Maduro.

El desgaste de la democracia, el uso corrosivo del discurso, el desprecio por las leyes pero, sobre todo, la polarización, han hecho que las condiciones de vida diaria de los ciudadanos venezolanos sean cada vez peores.

Así, los nacional-populistas pueden ser de derecha —a la Trump o a la Bolsonaro— o de izquierda —a la Maduro—. Son aquellos tipos de gobierno a los que Hannah Arendt denominó regímenes totalitarios pues, todos ellos, han utilizado el terror como instrumento de gobierno, por ejemplo: linchamientos mediáticos o persecuciones judiciales. Se trata, en pocas palabras, de las tiranías del miedo.

De acuerdo con Arendt, en los gobiernos totalitarios concurren las siguientes características: i) concentración del poder en un líder, ii) sustitución del sistema de partidos por un movimiento de masas, iii) el terror total como mecanismo de dominación, iv) la progresiva abolición de las libertades y derechos de los ciudadanos, v) el desplazamiento constante del centro del poder, vi) la coexistencia del poder real y el ostensible, vii) uso de la propaganda y del sistema educativo para adoctrinar, viii) supervisión centralizada de la economía, y ix) la utilización del sistema de derecho, a través de la manipulación de la legalidad, con el propósito del logro de sus objetivos.

Y esta lista, lamento escribirlo, se cumple al pie de la letra en Venezuela —aunque no sólo ahí—.

La polarización creada por los populistas es indeseable; sin embargo, dadas las condiciones actuales y más allá de posiciones económicas o preferencias en modelos de política, la única pregunta que debemos hacernos es si somos partidarios de la democracia o del nacional-populismo.  

En ese sentido, el cuidado y mantenimiento de la democracia —no sólo procedimental sino sustantiva— es un asunto de todas y de todos. Defender a las democracias es un asunto de conveniencia, al tiempo que es una obligación moral.

Ya sea por motivos nobles —los ideales de igualdad, el respeto a las libertades— o por razones egoístas —sobrevivencia de la vida como la conocíamos— es necesario evitar estos tres errores que, en mi opinión, fortalecieron al régimen de Maduro y que robustecen a cualquier régimen totalitario:

1. Ingenuidad individualista. Forma de autoengaño que sostiene que “lo que les pasa a los otros, no me pasará a mí”. Creer que “no va a pasar a mayores” cementa el camino hacia las atrocidades más crueles.

2. Normalizar los abusos. Asumir las narrativas oficiales que justifican los abusos del régimen, creer en la propaganda. “Siempre ha sido así”, “todos los políticos lo han hecho antes”.

3. Oposición fracturada. Es indispensable que todas las opciones políticas se unan a favor de la democracia y en contra del nacional-populismo, pues éstos cuentan con la polarización, que es el oxígeno que los mantiene vivos.

En pocas palabras, la polarización, la indiferencia, el silencio y la normalización son actitudes socialmente muy caras y democráticamente irresponsables.

Las opiniones de los columnistas y colaboradores expresan su punto de vista, y no necesariamente los de Pilotzi Noticias o de su servicio informativo Online

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