Ucrania: alerta máxima: López Vela – Análisis

“Todo lo que trabaja en favor del desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra”

Sigmund Freud

Al momento de escribir esta columna, todavía es muy probable el inicio de la primera gran guerra del siglo XXI. Las tensiones entre Rusia y la OTAN por la invasión a Ucrania se encuentran en un punto de máxima alerta.

El despliegue de tropas, la evacuación de diplomáticos y familiares, así como el planteamiento de alianzas, no son bengalas sino la antesala del conflicto. ¡Pareciera que no aprendimos las lecciones de las grandes guerras del siglo pasado!

Por ello, recupero algunos párrafos de un intercambio epistolar entre dos de las más grandes mentes del siglo pasado, a propósito de la posibilidad de evitar las guerras.

En la famosa carta del 30 de julio de 1932, Albert Einstein preguntó al psicólogo más influyente del siglo XX:

“Querido profesor Freud: …

¿Existe algún medio que permita al hombre librarse de la amenaza de la guerra?

¿Existe la posibilidad de dirigir el desarrollo psíquico del hombre de manera que pueda estar mejor armado contra las psicosis de odio y de destrucción? En modo alguno me refiero aquí a las masas llamadas incultas”.

Sigmund Freud escribió la respuesta en septiembre del mismo año. Desde Viena, el padre del psicoanálisis señalaba los impactos negativos en la vida de los ciudadanos que padecen los días y los estragos de la guerra:

“Y he aquí cuál será la respuesta: porque todo hombre tiene derecho a su propia vida, porque la guerra destruye vidas humanas cargadas de promesas, coloca al individuo en situaciones que lo deshonran, lo obliga a matar a su prójimo contra su voluntad, aniquila preciosos valores materiales, producto de la actividad humana, etc. Podrá añadirse, además, que la guerra, en su forma actual, no permite de ningún modo que se manifieste el antiguo ideal de heroísmo y que la guerra del mañana, gracias al perfeccionamiento de los instrumentos de destrucción, equivaldría al exterminio de uno de los adversarios o quizás de los dos”.

Además, Freud señalaba que la guerra era la derrota de la cultura: el triunfo del instinto de muerte sobre la vida. Para el psicoanalista, la inteligencia de los gobernantes tendría que ser capaz de doblegar las inclinaciones al conflicto.

Entre las características psicológicas de la cultura, dos aparecen como las más importantes: el fortalecimiento del intelecto, que tiende a dominar la vida instintiva, y la reversión interior del impulso agresivo, con todas sus consecuencias favorables y peligrosas.

Finalmente, el psicólogo sugirió al científico la única vía para detener a la violencia, el derecho local e internacional:

“La violencia es vencida por la unión; el poderío de los unidos representa ahora el derecho, en oposición a la fuerza del individuo aislado. Vemos, pues, que el derecho no es sino el poderío de una comunidad”. 

Solamente mediante ellos, las personas razonables de los países y las negociaciones transfronterizas pueden devolvernos la confianza para vivir nuestras vidas, la simpatía social, el regalo de la paz.

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