Economía conductual: Educación, Movilidad e innovación: Martínez – Análisis

“El conocimiento impulsa la innovación, la innovación impulsa la productividad, la productividad impulsa el crecimiento económico”. William Brody, científico estadounidense.

20 de abril de 2022.

Recientemente leí una publicación en Twitter que señalaba que no era posible pensar ya en que mayor educación, mayor crecimiento económico. Si en la simplificación de “140 caracteres”, de lo que se habla es de que no existe una correlación directa y automática entre ambas variables, la aseveración es parcialmente cierta. Sin embargo, en el margen, se puede discutir cuáles son los factores hacen esa afirmación relativa.

Pero pese a lo anterior, lo que sí es un hecho prácticamente incontrovertible, es que no es posible encontrar ninguna experiencia de crecimiento económico sostenido y con condiciones de mejor distribución del ingreso en el último siglo, que no haya tenido aparejada como un componente de explicación, la ampliación de la educación (en acceso y calidad) de un porcentaje significativo de la población.

En el caso de México, existen múltiples factores que explican en las últimas décadas la debilidad, fragilidad y hoy incluso precariedad del crecimiento económico. Factores como la falta de inversión pública y la debilidad de la inversión privada, la existencia de una estructura laboral mayoritariamente informal (60% de la masa salarial en nuestro país es del sector informal), empleos en general de baja calidad y nivel salarial y la corrupción y fragilidad del marco regulatorio, o en un sentido más amplio del Estado de derecho; impactan entre otros factores la capacidad de un crecimiento económico sostenido. 

Por ello, la ampliación y fortalecimiento de la prestación de servicios educativos y el fortalecimiento de las capacidades y habilidades de la población que, o ya está o está próxima a incorporarse al mercado laboral; enfrenta evidentemente limitaciones que impiden que el empleo existente absorba en mejores condiciones a las personas que están siendo educadas y, consecuentemente, merma (sin desaparecer) el impacto positivo de la educación en su nivel de vida.

Pero aun considerando estas limitaciones, existe evidencia de que la llamada función de ingresos minceriana, muestra estadísticamente que existe una correlación significativa entre el número de grados y nivel de estudio de la población con su nivel de ingreso. 

Datos de la OCDE para México en el último reporte de El estado de la educación, muestran que el ingreso de una persona con educación superior puede ser 45% superior al de otra que solamente tiene educación media superior. Ello no implica que los niveles de remuneración sean adecuados. Pero en un entorno de salarios bajos, esta diferencia resulta significativa. 

Incluso que en economías desarrolladas con un gasto social significativo histórico (como las nórdicas), la diferencia de esta prima salarial por educación superior existe, si bien es significativamente menor, pero no como resultado de una deficiencia de la educación superior, sino derivada de que los salarios relacionados con actividades técnicas vocacionales tienen un nivel alto de remuneración, lo que hace que la diferencia contra el nivel superior se reduzca.

Hoy, existe además una presión adicional relacionada con un ciclo de innovación acelerado que afecta y atraviesa todas las industrias y sectores económicos.

La historia económica muestra que la calidad y acceso a la educación tiene un impacto definitivo en el nivel de innovación, lo que a su vez impacta la generación de empresas y el crecimiento económico. Pero la innovación requiere la generación de habilidades no sólo para los empleos que hoy existen, sino para aquellos que en el futuro permitan atender los problemas y ofrecer soluciones con nuevas respuestas.

Requerimos resolver los problemas estructurales que afectan a la capacidad de crecer e innovar, siendo indispensable en este sentido mejorar la calidad y ampliación de cobertura de la educación.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de Mexicana de Becas.  [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

La semana pasada se llevó a cabo la conmemoración del Día Mundial de la Mujer (anteriormente denominado Día Internacional de la Mujer Trabajadora), así como las marchas alusivas a esa fecha y, al día siguiente, el 9 de marzo, el paro de actividades también conocido como “Un día sin nosotras”.

Todos estos eventos están orientados a dar visibilidad y protestar por los distintos factores que, de manera evidente – excepto para aquellos de comprensión acotada – representan fenómenos de discriminación, inequidad, desigualdad de acceso y de oportunidades, así como de violencia generalizada que enfrentan las mujeres a nivel mundial, pero con mucho mayor crudeza en nuestro país de lo que enfrentan en países con similar nivel de desarrollo económico y social.

Los datos que hacen evidente la desigualdad y la violencia son públicos y contundentes. Sin embargo, persisten argumentos que, bien tratan de reinterpretarlos con poco conocimiento estadístico o franca mala intención o, tratan con más estridencia que contundencia, desviar la discusión hacia otros aspectos laterales que descalifican de manera global la lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres. 

Estas conductas, frecuentemente están enraizadas en fenómenos que ciertos sectores de la sociedad expresan en su visión del mundo y que limitan su capacidad para comprender el tránsito permanente y constante de la mayoría de las sociedades a lo largo de su historia, hacia la apertura de nuevos espacios de libertad. Tránsito que no es lineal ni perfecto; frecuentemente en el proceso no alcanza a incorporar otros espacios fundamentales para la libertad y en ocasiones, de manera transitoria, enfrenta choques coyunturales de oposición a la expansión de las libertades, que están anclados en el miedo a lo diferente y a los cambios en las condiciones que las personas consideran como inherentes a su estilo de vida o como resultado de retornos a fundamentalismos, frecuentemente vinculados con un pasado que de forma acrítica se añora y que muchas veces es expresados a través de principios religiosos.

Un argumento frecuente en este sentido, es aquel que trata de señalar que estos movimientos y demandas reivindicatorias hacia las mujeres o los relacionados con reivindicaciones de identidad sexual, están asociados a una “agenda de género”. Esta visión, que por momentos raya en lo conspiracionista, parte de la premisa de que existe una fuerza o movimiento a nivel mundial que trata de imponer normas, estilo de vida, ideología y hasta cambiar la mentalidad de la sociedad, impulsando condiciones que, de acuerdo con esta visión, son contrarias a la sociedad y naturaleza humanas.

Si pudiésemos hacer el ejercicio de extraer citas textuales de esta argumentación y ponerlas en el templete de argumentos utilizados en el pasado, veríamos la similitud de construcción lógica (o mejor dicho ideológica), que tiene hoy esta visión, con los argumentos que hace cerca de 60 años expresaban aquellos que se oponían a las libertades civiles e integración racial en EUA, como George C. Wallace, ex gobernador de Alabama y férreo defensor del segregacionismo racial. 

Para ellos, también se trataba de una forma moderna de conspiración que buscaba imponer cambios en su estilo de vida y que creían eran antinaturales para la sociedad y contrarios a sus valores fundamentales. Tampoco resultan muy diferentes de argumentos que antes de ello, trataban de evitar que los practicantes de ciertas religiones diferentes tuviesen los mismos derechos de aquellos que tenían la religión imperante.  O de aquellos que consideraban que la esclavitud era un fenómeno justificable y que su abolición representaba la destrucción de los valores fundamentales de la sociedad.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de Mexicana de Becas.  [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares

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