El Papa Francisco visitará a las víctimas canadienses: López Vela – Análisis

La semana pasada, se confirmó la visita del Papa Francisco a Canadá del 24 al 30 de julio; el príncipe de la Iglesia visitará Edmonton —la ciudad con más población indígena—, Iqaluit y Quebec. El anuncio fue bien recibido por el primer ministro, Justin Trudeau, quien había solicitado desde 2019 que la Santa Sede se disculpara por las atrocidades cometidas en los internados católicos en contra de los niños indígenas; tres años después, la agenda vaticana pudo alinearse con las necesidades de las víctimas.

El contexto de la visita es el siguiente: desde el inicio de su gestión, Trudeau buscó la reconciliación entre los canadienses, reconociendo la responsabilidad por los abusos en contra del 5% de la población: los indígenas. Ellos, como tantos otros en diferentes países, han padecido violaciones graves de Derechos Humanos.

El primer ministro canadiense se disculpó con el pueblo inuit, quienes durante la epidemia de tuberculosis fueron confinados, durante los años 40 y 50 del siglo pasado. El gobierno de Trudeau reconoció que el Estado fue cómplice de un genocidio basado en la raza, la identidad y el género durante la década de los 80. Y pidió perdón por ello.

Trudeau también pidió disculpas públicas a los indígenas por los casos de violencia sexual. En esa ocasión, los indígenas innu no las aceptaron, pues hacía falta la presencia de las autoridades eclesiásticas. Así, el primer ministro invitó al Papa Francisco a que se disculpara, en nombre de la Iglesia, pues dichos abusos ocurrieron bajo la sombra de las sotanas.

Los actos simbólicos son importantes, pues crean una nueva sensibilidad social, ayudan a establecer coordenadas de comportamiento y devuelven a las víctimas un poco de lo robado. Les ofrecen el reconocimiento de los errores y la posibilidad del perdón. Parece que sólo así, las sociedades son capaces de sanar las afrentas y aprender a vivir bajo la guía de las cicatrices, pero sin heridas abiertas.

En ese tenor, Michael Ignatieff escribe en el libro Las virtudes cotidianas. El orden moral en un mundo dividido que: “La reconciliación no es una técnica ni un procedimiento; no es algo que los extranjeros enseñan y los nacionales aprenden. Es un proceso de lenta sedimentación, a medida que la vejez y la muerte reclaman a los combatientes de ambos bandos y los antaño feroces enemigos aceptan lentamente vivir como adversarios… No, la reconciliación que importa será muy lenta, como un proceso de deshielo, un corazón y una mente a la vez, a lo largo de generaciones, a medida que el dolor de la memoria da paso a la historia. Cada muerto tendrá que recibir un entierro decente. No hay atajos, ni remedios fáciles. Pasará mucho tiempo antes de que los textos escolares de historia enseñen la misma historia a los niños. Todo lo que cuenta tendrá lugar lentamente, en los corazones de los individuos”.

Así, la disculpa del Papa Francisco tendrá que lograr “deshielar” el corazón de los indígenas innu. No es un reto sencillo.

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