Invasión a Ucrania, 238 días: López Vela – Análisis

“La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido”

Friedrich Nietzsche

El miércoles pasado, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, puso un tuit estremecedor: “No queremos la Tercera Guerra Mundial”. Una semana antes, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, había hablado de la cercanía del armagedón nuclear.

Dichas declaraciones, me temo, no forman parte de la retórica propagandística sino de las justificaciones que se utilizarían ex post de la masacre; en ese sentido, me parece que son las advertencias a las que se acudirá una vez que volvamos a mirar, cara a cara, la debacle de civilización.

La incorporación franca al conflicto de Bielorrusia ha escalado considerablemente la situación, pues tras la guerra híbrida mantenida con Lituania, ahora han extendido el margen de tensión hacia Polonia con el desplazamiento de migrantes, con el fin de crear una crisis humanitaria y desestabilizar más a la Unión Europea.

A los nuevos actores se suman viejos enemigos: los drones que destruyeron buena parte de las centrales de luz ucranianas son de manufactura iraní que, además, ha prometido misiles y aviones no tripulados para apoyar la invasión de Putin. La destrucción del sistema eléctrico es el inicio de un duro ataque planeado para el invierno.

En respuesta, la OTAN entregará sistemas de defensa aérea antidrones a Ucrania para ayudar al país a defenderse de la oleada de drones. Además, el gobierno de Zelenski ha solicitado respaldo urgente a Israel. En medio de la vorágine de información y destrucción, el Pentágono no ha negado ni corroborado estas informaciones.

La guerra hace de las personas armas —como soldados, como daños colaterales de la sociedad civil—, objetos dispensables —como desplazados— y monedas de cambio —intercambio de prisioneros—.

Hasta el mes pasado, la ACNUDH había registrado la muerte de 2,306 hombres, 1,582 mujeres, 156 niñas y 188 niños;  así como 35 niños y 1,649 adultos cuyo sexo aún se desconoce. Además, hay 8,616 personas heridas, entre ellas 1,810 hombres, 1,327 mujeres, 187 niñas y 259 niños, así como 217 niños y 4,816 adultos de sexo aún desconocido. Buena parte de ellos han quedado mutilados.

Y todo ello, contraviene el imperativo kantiano de tratar a las personas como fines, como sujetos de derecho. La guerra es, sobre todo, el fin de los consensos. Esto nos devuelve al estado de naturaleza hobbesiano.

Dadas las condiciones y los reajustes geopolíticos que impactan a las sociedades, el aumento en la violencia en las familias, centros de trabajo o ciudades ha aumentado pues la guerra normaliza el desafío a las leyes, a las autoridades, a las estructuras que nos sostienen. Así, la microviolencia y la macroviolencia correrán paralelas.

Pero, como dijo Churchill: “La guerra es una invención de la mente humana; y la mente humana también puede inventar la paz”. Ése tiene que ser nuestro horizonte.

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