En los últimos años, uno de los temas que genera gran controversia en el fútbol es la desigualdad salarial entre hombres y mujeres profesionales.
Las jugadoras de fútbol han alzado la voz ante la gran diferencia de salarios en comparación con sus contrapartes masculinas, y muchas han presionado para cerrar esa brecha tanto como sea posible.
Para entender este fenómeno tomaremos como ejemplo la División 1 Féminine que está considerada como la mejor liga femenina de Europa según la UEFA.
En términos generales, se debe hacer una distinción entre federaciones y clubes al abordar la cuestión de la equidad salarial entre futbolistas. Una selección femenina nacional puede plantear el tema de la igualdad salarial para las jugadoras internacionales: las federaciones, como los gobiernos, son libres de definir una política de redistribución. Sin embargo, el fútbol de clubes es diferente y depende de factores económicos.
Los propios clubes obtienen relativamente pocos beneficios y la nómina es su principal gasto: los jugadores se embolsan la mayor parte del dinero que genera el fútbol. Sus salarios dependen de los presupuestos de los clubes, que a su vez dependen en gran medida de las regalías y los patrocinios de la televisión.
Esta situación explica por qué la remuneración de los jugadores masculinos, especialmente las superestrellas, puede variar enormemente de una generación a otra: las ganancias mensuales promedio de un profesional a mediados de la década de 1970 ascendían a unos 2,500 euros (49,071.73 pesos mexicanos) aproximadamente una trigésima parte de lo que gana un jugador de la Ligue 1 en la actualidad. Por otro lado, es más o menos lo mismo que el salario promedio de una jugadora top en la actualidad.